El diario de Roures no le perdonaba al escritor su discurso en la entrega del Premio Nobel
Tendrán su ración diaria de sumisión, cinismo e hipocresía del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a EE UU según los papeles de WikiLeaks publicados por ‘El País’. Pero antes, una muestra de dos formas diferentes de ver el discurso del Premio Nobel de Mario Vargas Llosa.
Y es que el escritor peruano ponía de relieve cómo observar el mismo asunto con distinto cristal por parte de dos medios que hipotéticamente están situados en una línea editorial similar. En ‘Público’ no le daban tregua a Vargas Llosa ni en el día más alto de su carrera literaria, con invocaciones a la “resurrección de la doctrina Bush” y a que “ajusta cuentas en Estocolmo”: “El escritor peruano dedicó buena parte de su intervención a cargar contra sus demonios políticos. Y a realizar una defensa cerrada y acrítica de su ideología política. ¿Discurso de agradecimiento o ajuste de cuentas político? ¿Ensayo literario o panfleto?”. No les gustó que criticara los totalitarismos, la dictadura castrista o el marxismo de su juventud. O tal vez que además sea colaborador del diario que compite por el lector de izquierdas.
En ‘El País’, quizá por ser Vargas Llosa un habitual de sus páginas, Juan Cruz, encargado de la crónica del acto, le daba un enfoque más amable, lacrimógeno incluso, como resaltaba el titular: “El Nobel que lloró y que hizo llorar”. “El discurso cubrió la política, los nacionalismos (en contra), su evolución del marxismo a la democracia liberal, su desencanto con la revolución en Cuba…”, señalaba el cronista del diario de Prisa.
Suma y sigue
Para que no decayese el festival, los de Javier Moreno volvían a una nueva entrega –a este paso tenemos hasta Semana Santa, como poco– sobre la disposición del Gobierno a lo que fuera con tal de recomponer las relaciones con Washington. La última apuntaba al ofrecimiento de un aumento de la presencia militar estadounidense en Rota (Málaga) y la posible instalación en esa base del Africom, el nuevo mando del Pentágono para la coordinación de las operaciones en África. Nos vamos de Irak, pero os venís vosotros aquí, les faltó decir. Todo enmarcado, según Ignacio Cembrero, en el “afán del Gobierno español por taponar la herida abierta tras la retirada de Irak y las prisas por acercarse a la Administración de Obama”. “Todas las puertas están abiertas para usted”, le decía al embajador de Barack Obama, Alan Solomont, un receptivo Zapatero, que se lo recalcaba porque “no es otro embajador, sino alguien especial”, –Zapatero ofrece a EE UU aumentar su presencia militar en España-.
Ministro ‘liberalizador’
También debe ser especial el ministro de Fomento, José Blanco, que concedía una entrevista al periódico de Jaume Roures en la que lo más pintoresco era escuchar en boca de un socialista que el objetivo del Gobierno era lograr la “completa liberalización del sector”. “Hemos abierto la posibilidad de que se pueda homologar la formación de controladores al margen de Senasa [la escuela pública de controladores]. Se ha abierto la posibilidad de liberalizar las torres de control”, enumeraba como soluciones. O sea, privatizar, ¿no?, –«Habrá expulsiones de controladores y posible retirada de licencias»-.
Hay lo que hay
La dosis de sentido común la ponía, precisamente en el mismo rotativo, Juan Carlos Escudier. “Ahorrémonos las discusiones acerca de sus sueldos y privilegios que vienen de antiguo, sobre la oportunidad de apretarles las clavijas al inicio de un puente e, incluso, respecto a la discutible legalidad de una militarización que hay quien entiende que no estaría amparada por la declaración de alarma”, escribía el columnista para ir entrando en materia con los pies en la tierra: “Los cerca de 2.400 controladores se saben insustituibles; el estado de alarma no se puede mantener indefinidamente por un conflicto laboral; los despedidos, si es que llega a haberlos, se contarán con los dedos de una mano y es predecible que sus compañeros, reincorporados a la vida civil, no se quedarán con los brazos cruzados; no es aconsejable una tensión permanente con un colectivo que es responsable de la seguridad de miles de personas; fomentar la preparación de nuevos controladores a 50.000 euros el curso es como fabricar gárgolas con la boca cerrada”, –Negociar con los controladores-.
Así que por mucho que digan unos y otros, para Escudier, había lo que había: “La única salida es negociar con lo que tenemos. A esa conclusión tendrá que llegar el Gobierno, al que ahora se jalea para que sea Torquemada y que ya ha insinuado que no tiene hogueras para tanta gente. Ganar un pulso no implica perder la cabeza”. O tal vez sí, nunca se sabe.
Originalmente publicado en La Gaceta