Puede que los comportamientos que revela Wikileaks no violen las leyes, tal y como el Gobierno Zapatero ha afirmado. Pero no son precisamente dignos y, lo que es peor, no son la expresión de una política exterior definida
El tema del día, como viene siendo habitual son los muchos oficios del vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba y la forma en que ahondan embelesados sobre el personaje algunos columnistas.
En un panegírico publicado en ‘El Plural’, Carlos Carnicero describe así al ‘primer ministro‘, como lo llamaría con sorna Ernesto Ekáizer:
«Ahora suena ya como el único candidato posible, no para ganar al PP, sino por lo menos para aliviar la debacle que se avecina. Y él, que es rápido como la serpiente cobra, vuelve a hablar de su cansancio y de su deseo de retirarse, para enfriar unas expectativas que no le favorecen que se disparen. Es cántabro, que no gallego, pero no se sabe muy bien cuándo va y cuándo viene, porque su aprendizaje en la política le ha inyectado en la sangre el veneno del poder».
«Las cualidades de Alfredo Pérez Rubalcaba sólo se repiten cada dos generaciones«, rubrica.
Ida y vuelta
Rubalcaba y sus cualidades parecen despertar la curiosidad. También la de Manuel Saco en ‘Público‘, cuya columna, titulada «No se sabe si va o si viene«, sí que parecía atribuir entre las mencionadas cualidades del vicepresidente primero esas que estereotipan a ciertos gallegos, aun no siéndolo:
«A mí, como cotilla irredento, sí me gustaría despejar una duda, o dos: porque, o bien Rubalcaba es definitivamente el sucesor y se encuentra en periodo de prácticas de liderazgo; o bien es verdad que desea retirarse de la política y ha decidido quemarse él con las naves del no retorno en las venideras e impopulares tareas de las reformas pendientes que nos exigen tanto Europa como los poderosos mercados invisibles».
Pie aquí, pie allá
Quien sí hacía gala del estereotipo es Fernando Ónega. Escribe el periodista lucense en ‘La Vanguardia‘ que «si usted presta atención al ‘tea party’ que combate desde las ondas, sobre todo televisivas, puede llegar a esta peregrina conclusión: ser de derechas en España es estar con los controladores y defender sus razones, pisoteadas por un Gobierno agreste, que sólo se mueve por impulsos. Eso es lo último que se lleva en moda ideológica del lluvioso diciembre».
Una vez cubiertas las espaldas, Ónega concede en lo siguiente:
«Es verdad que no todo es diáfano. Hubo deficiencia en la preparación de nuevos controladores. Hubo algún engaño en la disponibilidad de militares con titulación homologada. Faltó eficacia en la negociación sindical. Es discutible que el decreto de alarma someta a los controladores a las leyes militares, cuando la Constitución limita la jurisdicción militar al ‘ámbito estrictamente castrense y en los supuestos de estado de sitio’. Y tampoco parece lógico remitirse como fundamento legal a una ley de 1960, claramente preconstitucional».
Controladores antiestrés
Sin abrevar en infusiones, Isaac Rosa, de ‘Público’, se toma las cosas con sarcasmo al descubrir la otra utilidad de los controladores aéreos:
«Canalizar el descontento ciudadano».
Según el escritor, «como últimamente estamos muy cabreados, las autoridades se preocupan por que no nos falten dianas para nuestro enfado, no sea que cualquier día desviemos el tiro y acabemos dirigiendo esa rabia contra quien no debemos (…) Sólo hay que ver la furia anticontroladores que muestran muchos que no sólo no fueron afectados en el puente, sino que en la vida cogen un avión».
Y de paso atiza:
«Sirven al Gobierno para hacer una exhibición de autoridad, de esa misma autoridad que no muestra con especuladores, banqueros, Marruecos o el embajador estadounidense. ‘¡Quien echa un pulso al Estado sabe que lo pierde’, presume mientras aplasta ‘manu militari’ a unos controladores que, encerrados en su burbuja, no midieron su respuesta».
Cálculos de Fomento
«Fomento supo días antes del decreto que 300 controladores dejarían de trabajar«.
El titular de una información de ‘El País‘ sobre lo sucedido el pasado viernes es la puerta de entrada a estas líneas que, aparentemente, mueven a preguntarse sobre la actuación del ministerio tras conocer incidencias en aeropuertos como el de Santiago:
«Con el método de los controladores para contar las horas trabajadas en el año, el Ministerio de Fomento calculó que casi 300 trabajadores (…) seguirían idénticos pasos en los próximos días y bloquearían todo el espacio aéreo español».
En mal lugar
Y en ‘El Periódico‘ el que queda fatal, según Carlos Elordi, es José Luis Rodríguez Zapatero, a la vista de los cables filtrados por WikiLeaks:
«Puede que esos comportamientos no violen las leyes, tal y como el Gobierno ha afirmado. Pero no son precisamente dignos y, lo que es peor, no son la expresión de una política exterior definida, estudiada y articulada para lograr sus objetivos».
Resaca catalana
Colean todavía algunos ecos del resultado de las elecciones en Cataluña, como los de Patxo Unzueta en ‘El País‘:
«La reacción del sector más catalanista del PSC ha sido buscar culpables fuera de casa: sobre todo, entre quienes no impidieron que el Constitucional recortara el Estatuto. Pero fueron ellos quienes no lo impidieron al plegarse a las exigencias de ERC y la CiU de entonces, despreciando las voces que les alertaban de estar colocándose de fuera de la Constitución».