En la SER Margarita Sáenz-Díez veía la prórroga inevitable y Enrique Gil Calvo se fijaba en el 15 de enero
La prórroga del estado de alarma no convence. Será una “decisión inevitable”, como afirmaba Margarita Sáenz-Díez, señora de Sopena, en la SER. Pero no por eso estaba exenta de críticas. Algunas de ellas, como la de Enrique Gil Calvo en la misma emisora, por ser pan para hoy y hambre para mañana: “El problema es qué pasará el 15 de enero, porque no estaba nada claro que se pueda prorrogar indefinidamente el estado de alarma y el 15 de enero las cosas vuelven a empezar”.
Una opinión que casaba a la perfección por la reflejada en ‘El País’, vía editorial que ya en su titular, “Ampliación dudosa”, enfocaba su postura y se preguntaba “si se prorroga el estado de alarma hasta el 15 de enero, ¿por qué no hasta febrero o Semana Santa?”
Tufo franquista
Mucho más duro se mostraba en el mismo diario Javier Pradera, para quien el decreto de marras traía “a la memoria la utilización de los consejos de guerra franquistas para juzgar a los presos políticos y a los simples huelguistas”, –La alarma del estado-. Aun siendo crítico con los controladores, el columnista de ‘El País’ veía así las cosas: “A menos que la prórroga anunciada fuese sólo una atemorizada confesión de la alarma del Estado frente a su indefensión política, el recurso al instrumento excepcional del estado de alarma sólo puede ser provisional y limitado”. Vamos, que ya va oliendo, y no a perfume, su prolongación…
Complejo laberinto
En la misma línea caminaba el director de ‘Público’, Jesús Maraña. Lean ustedes mismos: “En democracia, las alarmas deben poder desconectarse en cuestión de horas y no convertirse en estados vegetativos. Si la solicitud de prórroga o el anuncio de privatizaciones aceleradas pretenden sobre todo presionar a los controladores para que renuncien a algunas reivindicaciones infumables, más vale que esa presión dé resultados antes de un mes o el Gobierno se habrá metido en un complejo laberinto”, –Le cueste lo que le cueste-.
Con peros…
Idem en lo referente a ‘La Vanguardia’, cuyo director, José Antich, también consideraba “imprescindible” la prórroga a condición de que no se prolongue más allá de Navidades, porque “una situación de excepcionalidad no puede ser transformada en la regla ordinaria de funcionamiento”, –Una prórroga imprescindible-.
La excepción
Y si se hacía mención a excepcionalidad, la de ‘El Periódico’ encajaba a la perfección. El diario catalán de Zeta era el único que aplaudía en un editorial la medida porque “la reacción imprevisible de los controladores una vez expirara el próximo sábado la presente situación de excepcionalidad ha llevado al Ejecutivo a poner el parche antes que la herida, aunque la medida sea jurídicamente discutible”. Cualquier discusión al respecto era cortada de raíz por el papel: “Poner el acento en los aspectos constitucionales, siempre opinables, de la prolongación del estado de alarma, tiene un indudable interés académico, pero es política y socialmente estéril”. Así que todos callados, porque lo decía ‘El Periódico’, para el que “el estado de alarma es una situación excepcional, pero la alarma social provocada por los controladores es intolerable”, –El estado de alarma blinda las fiestas-.
Salvar al Gobierno
Quizá la conclusión más razonable a la prolongación del estado de alarma la ponía en RNE Jordi Barbeta: “Es para proteger políticamente al Gobierno, porque si en Navidad hubiera otra crisis como la de la semana pasada, se le llevaría por delante”.
Privatización a la vista
Al hilo de todo este asunto, ‘El País’ titulaba: “Blanco privatiza la gestión para restar poder y privilegios a los controladores” y afloraba si los motivos no sería al revés: restar poder y privilegios a los controladores para privatizar la gestión. Por lo demás, el suma y sigue de los cables de WikiLeaks aportaba: “EE UU bloqueó el plan de España de permitir la venta de armas a China” y unas declaraciones del ex embajador estadounidense Eduardo Aguirre en las que reconocía como “veraces” las informaciones y que “las opiniones que contienen los cables no son personales, sino de diplomáticos que hablan en nombre de toda la embajada”.
Originalmente publicado en La Gaceta