Caño y Trueba, en El País, negaban responsabilidad intelectual al Tea Party y a Palin en la matanza de Tucson
En clave nacional, una vez pasadas las fiestas navideñas, se inauguraba el ciclo con la presencia del ex presidente Felipe González en ‘Los Desayunos’ de TVE. En la tónica que viene utilizando últimamente en sus declaraciones a los medios, González aseguraba que “la memoria es engañosa” y por eso ahora se le valora mejor, porque “la gente se ha olvidado de las barbaridades que hice”.
Si González fue bárbaro, José Luis Rodríguez Zapatero es “cenizo”, según Enrique Gil Calvo. El columnista de ‘El País’ analizaba así las encuestas sobre el fenómeno sucesorio socialista: “Curiosamente, este mismo enigma es también propagado desde las filas del partido en el poder, pues las bases del PSOE, al igual que las del PP, están atenazadas por el temor a lo que hará o dejará de hacer Zapatero”. Algo que unía a unos y otros: “Así que en realidad, tanto para tirios como para troyanos, el miedo al año 11 es el temor al cenizo Zapatero”, –Miedos-.
Y de ceniza, o lo que la produce, escribía también Almudena Grandes en el periódico de Prisa denunciando “la ‘caza de brujas’ que ha desatado el Ministerio de Sanidad” y negándose a dejar de fumar –aunque sin incumplir la ley– “mientras el Estado español siga vendiendo tabaco en los estancos”, –Fumo-.
Retrato ‘Público’
El tiroteo que se saldó en Arizona con varios muertos y heridos, entre ellos la congresista demócrata Gabby Giffords, atraía la atención de ‘Público’ y ‘El País’. El diario de Jaume Roures describía al autor de los disparos, Jared Laughner, como un individuo relacionado “con grupos estadounidenses ultraderechistas, racistas y anti-Obama” después de señalar que “entre sus libros favoritos se mezclan ‘Mi Lucha’, de Adolf Hitler, ‘El manifiesto comunista’, de Karl Marx y ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, de Ken Kensey”. La relación sería con un “grupo racista blanco, American Renaissance”, información “dada por la cadena Fox News”, curiosamente referente de esos “políticos, predicadores y periodistas de esa derecha intolerante que utiliza la rabia y el odio como herramientas para recuperar el poder”, a los que Jesús Maraña les colgaba la instigación intelectual del crimen de un individuo con serios problemas mentales, –El asesino de Arizona tenía un plan para matar a Giffords-.
Izquierda en escena
Del trágico asunto, ‘El País’ al menos aportaba alguna otra visión. Por ejemplo, según su crónica, que dentro del clima de tensión dialéctica y política, “la misma Giffords, que pertenecía a la corriente centrista del Partido Demócrata, fue duramente insultada en webs de izquierda después de que, el miércoles pasado, se negara a votar por Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara de Representantes. Una de esas páginas, que ya ha sido retirada, decía: ‘Para nosotros estás muerta”. El periódico de Prisa también señalaba que el autor del crimen estaba obsesionado con Giffords desde 2007, último año de la Administración Bush. Por eso, Antonio Caño opinaba que “por muy repugnante que resulten a veces sus palabras, Sarah Palin no es responsable de la matanza de Tucson”, –EE UU se alza contra la violencia política-.
Sin criminalizar
David Trueba, en las mismas páginas, tampoco se dejaba llevar por las pasiones. Ni con respecto a la congresista ni con respecto a posibles autores intelectuales: “Gabby Giffords, como buena liberal de Arizona, defendía la posesión de armas y, por más que se opusiera a la dura ley de inmigración puesta en vigor en su estado, defendía restricciones fuertes para la emigración y un exhaustivo control de fronteras”. “No sería justo concluir que el criminal pudiera estar impulsado por las fervientes ideas del Tea Party o por los mapas con diana incluida donde la peleona Sarah Palin señalaba a los demócratas que había que sacar de la carrera por el Congreso”, añadía Trueba, –Tiros-.
Sin comparación
Ponía las cosas en su sitio también Antoni Puigverd en ‘La Vanguardia’, por ser “muy intelectualmente deshonesto situar el avance del islamismo violento en la Media Luna árabe en el mismo plano que los desmanes ideológicos de cierta minoría neoconservadora de Norteamérica”, al ser “incomparable, por tanto, el ascenso de cierta beligerancia cristiana con el inquietante progreso del islamismo violento, cuya agresividad y capacidad destructiva parece a estas alturas imparable”, –El avestruz y los cristianos de Oriente-.
Con valentía, Puigverd señalaba las contradicciones de aquellos que miran hacia otro lado cuando los asesinados son cristianos: “Mientras Alejandro Amenábar dedicó el mayor presupuesto nunca conseguido por un filme en nuestros lares a un péplum panfletario en el que los cristianos de la Alejandría histórica aparecían como ofuscados asesinos, los cristianos de la Alejandría de hoy arriesgan la vida cuando van a misa. Sus hermanos de otros países árabes desaparecen sin que apenas nadie vierta una lágrima por ellos”.
Originalmente publicado en La Gaceta