Carlos Elordi, en El Periódico, se preguntaba qué hará Rajoy el día que sea presidente del Gobierno
‘Público’ dedicaba su primera plana a un titular, “Zapatero sale en defensa de la España plural”, que repetía en castellano, catalán, euskera y gallego. Según Marco Schwartz, “el estreno del uso de las lenguas cooficiales en la Cámara alta, el martes pasado, sirvió de pretexto a los conservadores y sus medios afines para elevar el tono de su campaña contra una España plural, que nunca han terminado de aceptar y, sobre todo, de entender”, porque hacen gala, afirmaba, de una “hostilidad rancia, profunda, hacia la indomable realidad política de España”.
También Isaac Rosa estimaba que “sólo por ver la reacción de la derecha política y mediática ya merece la pena pagar los 350.000 euros al año de traducción en el Senado”. Porque ahora de derechas se han debido hacer socialistas como el presidente extremeño Guillermo Fernández Vara, José Bono o Alfonso Guerra, –A mí háblame en cristiano-.
Pero la responsabilidad era de la misma derecha, según Ignacio Escolar, “que ve como algo de lo más normal que este Estado que se define como aconfesional financie con 6.000 euros anuales a la Iglesia católica se escandaliza después porque el Senado invierta 300.000 euros al año (menos del 1% de su presupuesto) en permitir el uso de esas otras lenguas cooficiales que la Constitución también reconoce como propias”, –El pacto de la moncloa, dos-.
Blanco, vendedor de pisos
Juan Carlos Escudier, con sentido común, valoraba el último anuncio de José Blanco sobre la necesidad de adquirir pisos de esta forma: “Si en los próximos días el ministro de Trabajo nos alienta a buscar trabajo para resolver en un periquete el problema del paro, se confirmaría que el Gobierno ha incluido el surrealismo entre sus estrategias políticas; si no lo hace habrá que atribuir el comentario de Blanco al estrés acumulado por el conflicto de los controladores aéreos”. Tras recordar el papel de los bancos en el parón inmobiliario, apuntaba que “tener a Blanco de vendedor de pisos piloto viste mucho pero no les solucionará el problema”.
Recorte catalán
‘El País’ mantenía la misma línea en primera plana del miércoles: la situación financiera catalana. “Cataluña recorta 4.000 millones para evitar el colapso financiero”, titulaba, para señalar las medidas de austeridad que prevé tomar el Gobierno de Artur Mas, que sólo cuenta con liquidez para los gastos de dos meses. “Mas culpa al anterior Gobierno tripartito y al Ejecutivo central del deteriorado estado de las finanzas”, informaba el diario de Prisa. Porque tras dos meses en el poder no parecía lógico que Mas se culpara a sí mismo de la herencia recibida.
¿Qué pasará?
En el diario catalán ‘El Periódico’ Carlos Elordi opinaba que “la impresión generalizada por estos pagos es que Zapatero no va a acometer reforma alguna que afecte a los gastos autonómicos a menos de cinco meses de unas elecciones en las que se juega la suerte del poder socialista y del propio Gobierno”. Su valoración sobre lo que podrían acometer los populares era esta: “Hoy por hoy, Rajoy no puede dejarse arrastrar por esos vientos. Porque también para el PP es muy importante el poder autonómico. O porque un día puede necesitar el apoyo parlamentario de CiU. Por eso ha echado agua al fuego de Aznar. Lo que nadie puede prever es qué hará cuando sea presidente del Gobierno”, –¿Qué será de las autonomías si gana el PP?-.
Cosas del tabaco
‘El País’ también incluía un reportaje sobre los extremos a los que se puede llegar con ciertas medidas, como la Ley Antitabaco en versión francesa, que sirvió para censurar de forma bochornosa: “A Jean-Paul Sartre, fumador empedernido de Gitanes, se le escamoteó un cigarro que mantenía entre los dedos en la fotografía que sirvió de cartel –y de primera página del catálogo– de una exposición organizada por la Biblioteca Nacional francesa en 2005 […] A André Malraux también se le eliminó el cigarro cosido en su boca que tenía en una célebre fotografía que le hizo Giséle Freund y que sirvió de modelo para un sello de 1996”. Otro censurado fue Jacques Tati, al que “la empresa pública que gestiona los transportes públicos de París, sustituyó la pipa por un… ¡molinete de juguete amarillo!”, –Francia se fuma la censura del cigarro-.
Originalmente publicado en La Gaceta