a censura alcanzaría su perfección si lograran que se abriera una trampilla para que cayera a los cocodrilos todo espectador que pulsara el botón de uno de esos canales que se hartan de llamar fascistas
El anuncio de la creación antes de verano del Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA) sigue sin convencer a los profesionales de los medios de comunicación.
El escritor David Gistau ha dedicado su columna de opinión del domingo 23 de enero de 2010 a este asunto. En su artículo ‘La trampilla de los cocodrilos’, el colaborador de El Mundo asegura que «después de la claudicación de los controladores, esto es lo más cerca que se puede llegar de la militarización de los periodistas».
El ministro Jáuregui anunció para el próximo verano la entrada en servicio del CEMA: el consejo que patrullará las televisiones para poner a disposición del Gobierno recursos coercitivos que la democracia siempre prefirió encomendar a la Justicia.
Gistau asegura que el Gobierno se «ha amparado en cínicos motivos de orden moral para los cuales sacó ventaja de la existencia de la telebasura».
Como si el CEMA fuera un remedo de Van Helsing que fuera a irrumpir en los platós de Telecinco para clavar estacas en el corazón de Belén Esteban y los Matamoros, si es que éstos aún andan por ahí.
El autor del libro, ‘La España de Zetapé’ (Ed. Libroslibres, 2005) considera, además, que este anuncio no es «casual» ya que Ramón Jáuregui, ministro de Presidencia, aprovechó el revuelo informativo de la agresión al consejero de Murcia «como si pretendiera hacernos creer que fue la preocupación por la integridad física de los adversarios políticos lo que animó la imposición del artefacto», sostiene.
La fecha no es casual: justo después del previsible desastre electoral de mayo, y justo antes de que la legislatura fluya hacia sus últimos meses, en vísperas ya de la campaña.
Acusando al Gobierno de Zapatero de ser el que más «ha intervenido» en las decisiones personales de cada individuo, David Gistau también recrimina al presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, (APM), Fernando González de Urbaneja de no inmutarse por esta decisión política.
La censura, que no escandaliza a ese perfecto Tío Tom llamado Urbaneja, alcanzaría su perfección si lograran que se abriera una trampilla para que cayera a los cocodrilos todo espectador que pulsara el botón de uno de esos canales que se hartan de llamar fascistas y cuyo cierre los exquisitos jamás llorarían como el de CNN+.