Ordenó cerrar el blog del director de cine y cancelar la campaña de publicidad del diario para el iPad diseñada por Nacho Vigalondo

Javier Moreno, director de El País, sobre Vigalondo y el Holocausto: «Hay límites que no se pueden traspasar, y en este caso, los chistes superaron claramente la línea roja»

"Constituyen un insulto a los judíos y a cualquier persona honesta"

Javier Moreno, director de El País, sobre Vigalondo y el Holocausto: "Hay límites que no se pueden traspasar, y en este caso, los chistes superaron claramente la línea roja"
Imagen del anuncio de Nacho Vigalondo para El País. El País.

Milagros Pérez Oliva, defensora del Lector de El País: "Las ofensas no se cometieron en las páginas del diario, pero ese límite ya no es efectivo en estos tiempos de globalidad digital"

El viernes 29 enero 2011 el director de cine Nacho Vigalondo alcanzó un hito de seguidores en su cuenta de Twitter.

«Ahora que tengo más de 50.000 followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!»

«Tengo algo más que contaros: la bala mágica que mató a Kennedy ¡todavía no ha aterrizado!»

Esos comentarios se propagaron con rapidez por la Red y terminaron salpicando al diario El País, donde Vigalondo tiene –bueno, tenía– un blog en Elpais.es sobre cine. Y además porque el rostro de Vigalondo salía hasta en la sopa como reclamo de la campaña, realizada por él mismo, de la edición de El País para el iPad.

Vigalondo, en su blog, trató, sin conseguirlo, de enmendar la desafortunada frase dando extensas explicaciones.

En su último post y en una carta publicada en la edición impresa, pedía perdón:

«Pido disculpas por el dolor que está causando mi tweet. Quiero aclarar que no soy antisemita ni negacionista. Cualquiera que conozca mi trayectoria, podrá comprobar que jamás me he acercado a esas posturas que condeno radicalmente. El tweet que ha levantado la polvareda no es la declaración de un revisionista, es la parodia de una actitud así. Y lo reitero por si acaso: no soy negacionista, no soy antisemita»

Pero El País publicó un comunicado en su edición del jueves 3 febrero 2011, señalando que al tener conocimiento de esos desafortunados comentarios, el sábado había decidido retirar la campaña publicitaria:

«Nacho Vigalondo bromeó en Twitter sobre el Holocausto a título personal y en un soporte ajeno a EL PAÍS, pero el periódico considera inaceptables e incompatibles con su línea editorial los comentarios vertidos. El País pide disculpas por lo sucedido»

JAVIER MORENO: «NO SE PUEDEN MANTENER AMBIGÜEDADES»

La defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, ha recabado la opinión de su director, Javier Moreno, quien lo tiene muy claro:

«Hay límites que no se pueden traspasar, y en este caso, los chistes superaron claramente la línea roja. No tienen defensa posible. Constituyen un insulto a los judíos y a cualquier persona honesta. En el humor, habrá cuestiones en las que se pueda discutir dónde esta el límite, pero con las expresiones utilizadas en esta ocasión sobre el Holocausto, una tragedia que costó la vida a millones de personas, no se pueden mantener ambigüedades. Hay una línea moral que El País y sus lectores tienen muy clara y que se ha traspasado. Con el cese de la campaña hemos querido disolver cualquier duda que pudiera haber al respecto y ofrecer disculpas a quienes se hubieran sentido ofendidos».

Y la defensora aprovecha para hacer la siguiente reflexión:

El desgraciado episodio permite extraer enseñanzas amargas. Algunas de ellas las enumera el propio cineasta en el penúltimo post de su blog, titulado Holocausto Vigalondo.

Por ejemplo, la gran capacidad de contagio, cual epidemia viral, que tiene la red y la gran capacidad de distorsión. Como en el juego del teléfono, el mensaje final puede que no se parezca al original.

Tiene razón Nacho Vigalondo cuando afirma que nunca negó el Holocausto. Y sin embargo, muchos le acusan de negacionista. Cualquiera que se acerque a la fuente podrá comprobarlo.

Las dos frases iniciales (recuerden la de Kennedy) pretendían ser una parodia de las teorías descabelladas que corren por Internet. Pero no se entendió así y derivó en una polémica sobre los límites del humor.

Ahí es donde Vigalondo cometió el error: pretender afirmar su derecho a establecer sus límites con chistes y bromas, estos sí, claramente antisemitas y que hacían mofa del Holocausto.

Puesto que habla con «amigos», el tenedor de una cuenta personal en Twitter puede pensar que su conversación se desarrolla en un entorno amigable.

Pero no es una conversación privada, sino pública. El propio cineasta echó gasolina al fuego retwiteando los mensajes que recibía.

Pretendía discutir sobre los límites del humor en términos muy parecidos a los suscitados en la polémica presentación de la gala de los Golden Globes por el humorista Ricky Gervays.

El propio Gervays lo explica muy bien en un vídeo que puede verse en YouTube: el humorista que quiere arriesgar, busca los límites de lo que es corrosivo. Cuanto más lejos vaya, más corrosivo será. Ir hasta el límite tiene, sin embargo, su riesgo: a unos les hará gracia, a otros les ofenderá. Él decide, pero él carga también con las consecuencias.

Las ofensas no se cometieron en las páginas del diario El País, pero ese límite ya no es efectivo en estos tiempos de globalidad digital.

Con Internet, las fronteras entre privado y público se difuminan, como también se borran los límites entre personal y profesional. Todo se mezcla, todo cuenta.

Nunca había sido tan fácil comunicar, pero no hay que olvidar que el mensaje, una vez lanzado, vuela libre y crece y se transforma, sin que el emisor pueda ya controlarlo.

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