Para Javier Vizcaíno no estamos en la semana de las revueltas, sino en la “del orgullo ultramontano”
No deja de ser curioso que sea un Gobierno socialista el interesado en aprobar una Ley de Memoria Histórica, porque si carecer de sentido común ayuda bastante para ser rojo, el requisito imprescindible es la mala memoria. Pensaba en esto leyendo cómo El País y Público exultan con las revueltas en el mundo árabe. Diez páginas le dedica El País, toda su prestigiosa sección de Internacional, además de un editorial – «Libia, incendiada». «La dictadura de Gadafi reprime masiva e indiscriminadamente la revuelta popular»-, con titulares tan sugestivos como «Gadafi lanza al Ejército contra el pueblo».
En Público, el fervor revolucionario vibra en cada página, en cada línea. También es verdad que su diseño está más cerca del pasquín que la seriedad impostada de El País, como se advierte en su llamativa primera. Dentro: «Baño de sangre en la agonía del régimen de Gadafi». Ernesto Ekaizer se marca un regocijado ‘análisis’, «¡Es la revolución, estúpido!» en el que, básicamente advierte a Occidente que ponga sus barbas a remojar. En las páginas de ‘Opinión’, Jesús Maraña («Diplomacia y dinero») da la primera en la frente: «No hay nada más cobarde que el dinero», empieza. Y acaba advirtiendo (uno casi puede visualizar el dedo índice moviéndose conminatorio en el aire): «Ya que la diplomacia europea se ha empeñado en dar prioridad a los intereses geoestratégicos sobre los derechos humanos, quizás el pánico de los mercados obligue a acelerar el apoyo a los procesos democráticos en marcha». En la página enfrentada, un sesudo análisis de Carlos París –‘La sociedad del conocimiento’– nos aclara que «[e]s un error declarar obsoletas las teorías revolucionarias que movieron las masas en los siglos XIX y XX». Es leer el periódico de cabo a rabo y entrarte unas ganas irreprimibles de quemar algo, no sé, alguna papelera.
LA DESMEMORIA
Y sin embargo… Sin embargo, hasta la revuelta tunecina, tanto el ‘partido’ de Ben Alí como el de Mubarak formaban parte de la Internacional Socialista sin escándalo alguno. Sin embargo, Gadafi -cuyo título oficial era Líder y Guía de la Revolución- tuvo su propia revolución contra el régimen reaccionario del rey Idris y fue convenientemente aplaudido por la izquierda radical europea, además, por su enfrentamiento a Estados Unidos. Mubarak era el heredero ‘natural’ de un régimen inaugurado por el socialista Nasser tras derrocar al ‘reaccionario’ rey Faruk, y también gozó de los favores de la izquierda. En general, los ‘hombres fuertes’ contra los que se rebelan hoy las masas con el aplauso de Público ‘et al’. proceden, a su vez, de revoluciones que en su día fueron jaleadas por la progresía con igual entusiasmo. Eran los líderes de un Tercer Mundo que se sacudía las cadenas del colonialismo. Pero todos sabemos que ser de izquierdas significa no tener que decir nunca «lo siento».
En este análisis amnésico y repetitivo vuelve a ser un alivio recalar en la columna de Isaac Rosa, que piensa igual pero lo dice mejor y no se corta a la hora de dar palos a nuestro Gobierno. En «¿Alguna lección de las revueltas árabes?» aprovecha las algaradas lejanas para soltarle algún viaje al ‘régimen’ español («¿Qué les ha pasado […] para que no retrocedan hasta derribar sus Gobiernos? ¿Les han retrasado la edad de jubilación? ¿Una reforma laboral sin acuerdo? ¿Privatizaron sus cajas de ahorros?»). Ustedes me perdonarán, pero tengo debilidad por este hombre.
Pero dejemos a los árabes, que la revolución que importa está en casa, y donde esté Camps, que se quite Gadafi. «Miles de valencianos exigen acceso a TV3«, nos informa Público. «Cerca de 3.000 personas abarrotaron ayer la plaza de la Virgen de Valencia para exigir al Govern de Francisco Camps que resituya la señal de TV3 en el País Valencià». Bueno, pedir un canal de televisión no es exactamente exigir pan y libertad, pero la plaza de la Virgen tampoco es Tahrir, y Occidente tampoco da mucho más de sí en punto a algaradas multitudinarias. Lo importantes es que es PUEBLO contra Camps, por mucho que la fotografía que ilustra el artículo -suponemos, sacando la manifestación por su ‘perfil bueno’- deja ver considerables huecos. Debe de ser melancólico, para un rojo, meditar sobre cómo ha degenerado la revuelta: mientras unos piden el fin de la represión, las torturas y la tiranía, los de acá se amotinan por ver la tele. ‘Sic transit’.
Para Javier Vizcaíno – «De fachas y rojos»-, en cambio, no estamos en la semana de las revueltas, sino en la «del orgullo ultramontano» (va por nosotros). Cita, tras hablar de Antonio Burgos y Alfonso Ussía, de nuevo a Carlos Dávila, de quien sospecha que es, también, el autor del editorial de La Gaceta y que se lleva la palma del espíritu ultramontano.
Originalmente publicado en La Gaceta