Tras el programa, el periodista Nacho Abad la llevó personalmente a la comisaría de Canillas para que repitiera su confesión ante la policía
No hay por donde cogerlo. Tres días despues de violar la intimidad de Esperanza Aguirre, publicando en portada de El Mundo una foto ‘robada‘ en la que aparece la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre una camilla hospitalaria y recién operada de cáncer, Pedrojota Ramírez tiene la desvergüenza de acusar a Ana Rosa Quintana de rebasar «los límites del periodismo«.
Bajo el titular «Cuando todo vale por una exclusiva«, un subalterno del dicharachero director, bajo cuyo mando y con la supervisión de Melchor Miralles se hizo pasar a un productor de Veo TV por Mikel Lejarza «El Lobo», infiltrado en ETA, en un documental vendido a Telecinco, escribe sin sonrojarse que «no vale todo en periodismo«.
Los mismos que convirtieron en miss Alicante a una de sus redactoras, pagando sobornos a los jurados, dicen que el testimonio logrado en directo por Ana Rosa, en el que la mujer de Santiago del Valle confiesa que su marido mató a la pequeña Mari Luz, recuerda al periodista Hildy Johnson, quien en la película ‘Primera plana’ esconde al asesino confeso Earl Williams en su escritorio para tener en exclusiva las declaraciones del prófugo.
Ana Rosa consiguió este viernes 25 de febrero de 2011 la confesión que la policía no había logrado en dos años. En directo, desde le plató, durante una entrevista, logró que Isabel García revelara lo que había negado reiteradamente en el jucicio: que su marido mató a la niña.
Dijo que había sido «accidentalmente«, cuando se derrumbó y comenzó a contarlo todo, pero sus palabras provocaron que interviniera de nuevo la policía y que este sábado 26 de febrero de 2011 pasara a disposición judicial.
Con la milonga de que ha tenido acceso a lo que no se vio de la polémica entrevista -las imágenes de la esposa de Santiago del Valle durante los cortes publicitarios-, el diario El Mundo, a quien Pilar Rahola descalifica por prestarse a entrevistar hasta a negacionistas del Holocausto como David Irving, pretende dar lecciones de ética, moral y buen quehacer profesional.
Como argumento en contra de Ana Rosa, escribe el empleado de Pedrojota que los periodistas de su productora acompañaron a Isabel García «día y noche» durante los últimos días:
«Desayunos, comidas y cenas junto a ella para evitar que pudiera aparecer en el plató de otra cadena».
Añaden, como si descubrieran la pólvora, que llevaron a la esposa del pederasta a un parque en la madrileña avenida de Brasilia, donde «dos horas de directo hicieron el resto«:
«Isabel García se derrumbaba y confesaba el crimen de su esposo ante las preguntas que recibía del plató del programa. Objetivo logrado».
Y como colofón, olvidando que el deber de todo ciudadano decente es auxiliar a la Justicia, tras repetir que la mujer pidió varias veces que dejaran de grabar, subrayan acusatoriamente:
«Tras el programa, el periodista Nacho Abad la llevó personalmente a la comisaría de Canillas para que repitiera su confesión ante la policía. El trabajo había acabado».
Es esperpéntico que el mismo director que trató de convertir la difusión clandestina de un vídeo que afecta a su intimidad sexual en una «conspiración política» y la misma empresa que ofreció dinero a Sara Montiel, para lograr que esta apareciera en imagen como una artista ya anciana dispuesta a inventarse exclusivas, intenten ahora dar lecciones, pero el periodismo español tiene estas paradojas.
Al margen de todo y en favor del Programa de Ana Rosa, parece indudable que se ha hecho un enorme servicio a la Justicia. Indudable no, porque algunos como Pedrojota Ramírez, el periodista Vicente Ruiz y el diario El Mundo, parecen preferir que no se aclarase nada y el asesinato de la pequeña Mari Luz siguiera envuelto en la nebulosa judicial.
Por su indudable interés y para que los lectores juzguen por ellos mismo, reproducimos aquí el editorial que Pedrojota ha dedicado al asunto este 26 de febrero de 2011:
La esposa del acusado le culpa ante las cámaras
El ‘caso Mari Luz’ pasa de la sala a televisión
El juicio por el asesinato de la niña Mari Luz Cortés quedó ayer visto para sentencia en la sala, aunque no en la televisión, convertida en el supremo tribunal del honor y del deshonor.
Mientras el fiscal y la acusación particular sostenían ante los jueces vestidos con toga que Santiago del Valle y su hermana Rosa son culpables «sin ninguna duda razonable», la esposa del acusado confesó en un programa televisivo que su marido mató a la niña en un «trágico accidente».
En su declaración ante el tribunal, Isabel García había culpado del crimen a su cuñada, aunque después de un fin de semana en compañía de personal de la cadena de televisión, se vino abajo en antena y acusó a su marido. Posteriormente se dirigió a declarar ante la Policía Judicial.
Desde el punto de vista procesal, su declaración tiene escasa trascendencia, salvo que ante la Policía haya aportado pruebas del crimen que no se hubieran conocido en el juicio.
Pero el caso Mari Luz está siendo morbosamente explotado por las cadenas en la lucha por la audiencia. Incluyendo la presión hacia una mujer como Isabel García, que sufre retraso mental.