El último periplo del presidente pone de relieve las contradicciones de la política exterior española

El diario ‘El País’ pega un palo a Zapatero por sus ‘viajes árabes’

Como viene siendo habitual en la política exterior española, parece que se trate de mantener una idea y la contraria

El diario 'El País' pega un palo a Zapatero por sus 'viajes árabes'
Zapatero con el jeque Hamad bin Khalifa de Catar. EFE

Podría acarrear un descrédito de la diplomacia española ahora que la inestabilidad de la región exige extremar la claridad de los gestos y los mensajes

El palo es de órdago, sobre todo por el lugar donde se lo dan, que no es otro que la página editorial de ‘El País’. Afirma el diario del Grupo Prisa este jueves, 3 de marzo de 2011 -«Diplomacia al galope«-, que la acumulación de viajes de Rodríguez Zapatero a Oriente Próximo y el Magreb, realizados en el plazo de solo unos días, si contribuyen a algo es a enturbiar la ya de por si poco clara y vacilante política exterior española.

Zapatero declaró al comienzo de esta legislatura que basaría su política exterior en los valores y principios, algo que fácilmente se desliza hacia la demagogia, como no ha tardado en confirmar la reacción española ante algunas de las principales crisis y retos diplomáticos.

Como viene siendo habitual en la política exterior española, parece que se trate de mantener una idea y la contraria: los interlocutores tunecinos de Zapatero recibirán apoyo a su naciente democracia por parte de un país que no solo participó en el pasado de la condescendencia hacia Ben Ali y que se mantuvo silencioso durante las revueltas, sino que viene de cerrar la víspera acuerdos con Catar y Emiratos Árabes sobre el desacreditado esquema de cerrar los ojos a cambio de obtener beneficios.

O se busca una mayor presencia económica de las petromonarquías del Golfo en España, un objetivo plausible que, sin embargo, es difícil gestionar en cualquier coyuntura y mucho más en la que hoy atraviesa el Magreb y Oriente Próximo; o se busca colocar a España a la cabeza del apoyo a los nuevos regímenes surgidos tras las revueltas.

Perseguir ambas cosas, y además en el corto espacio de unos días, podría acarrear un descrédito de la diplomacia española ahora que la inestabilidad de la región exige extremar la claridad de los gestos y los mensajes.

 

 

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