Me extraña que Público, a estas alturas, se extrañe de que este Gobierno beneficie a los ricos
Han cogido carrerilla y están imparables. La verdad es que resulta divertido ver cómo cuando topan con la Iglesia se les ve tanto el plumero, olvidan su pose de seriedad impostada con que arremeten contra otros enemigos y renuncian a los mínimos niveles de racionalidad para despotricar con gracietas manidas, simplificaciones absurdas y pruebas de enciclopédica ignorancia, que parece, al leerles, que uno les ve espumeando de rabia.
La excusa es la reelección del cardenal Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal. No hay modo de explicarles que eso no le hace ‘presidente de los obispos’ ni les otorga poder alguno sobre ellos o sobre la Iglesia en España. Sería tiempo perdido.
Quien ayer se aliviaba a gusto era Manuel Saco, que ya en el agónico desideratum de su titular –Rouco, Dios no existe (pásalo)– dejaba claro que no iba a dejar nada dentro. Prefiero citarlo a calificarlo, porque creo que el veredicto queda transparente tras la lectura. Pero, antes, la inconsciente ironía de la prensa diaria me enfrenta a una columna de su correligionaria ‘lato sensu’ de ‘El País’, Elvira Lindo (‘Boy’). Dice Lindo: “[A] estas alturas dirigirse en términos discriminatorios a un ciudadano, sea cual sea su condición, es inadmisible. ¿Es tan deshonroso pedir disculpas y dejar de marear la perdiz? Celia Villalobos defendió su derecho a usar la entrañable palabra ‘tontitos’ para referirse a los discapacitados por tratarse del habla de la calle. No sé a qué calle se refería, pero sería deseable que los políticos no la frecuentaran”. A lo que sólo me queda decir: ¡amén! Y ojalá alguna vez se aplicaran esa exquisita sensibilidad con sus blancos colectivos favoritos (no caerá esa breva).
2.000 años “de gorra”
Tengan muy en cuenta las palabras de doña Elvira al leer en la columna de Saco: “Llevan 2.000 años viviendo de gorra a costa de una vida virtual (DRAE. Virtual: que tiene existencia aparente y no real), con un único dios tan irreal que son tres, una virgen tan falsa que es madre, un Cielo indetectable por los más sofisticados aparatos de observación, con ángeles y demonios que sólo se aparecen a pastorcillos ignorantes manipulados por su párroco, enfermos mentales y monjitas encerradas en monasterios reales, y no virtuales…”.
¿No les parece el colmo del ingenio, la originalidad y, sobre todo, la prudencia para no “dirigirse en términos discriminatorios” a más de mil millones de personas en el mundo? ¿Se imaginan algo así dirigido a musulmanes, homosexuales o cualquier otro colectivo distinto de la Iglesia? Prueben a imaginarlo.
La Iglesia, sí, tiene 2.000 años, y ya es curioso que haya sobrevivido tanto a base de vivir de gorra. Sus primeros tres siglos los vivió en la clandestinidad (poca gorra), una situación a la que es tan dada que sigue siendo su modo de vida en buena parte del planeta. La gorra tampoco se la ven mucho los leprosos de Calcuta o los que se acercan a comedores de Cáritas, ni los pobres que alimenta, los enfermos que cura y los solitarios que acompaña gratis en todo el mundo; o, a pesar de las diatribas contra el Papa y su blasfemia contra el ‘santo condón’, los enfermos de sida: las organizaciones de la Iglesia se ocupan de uno de cada tres infectados en el mundo. Supongo que también habrá que ‘sacar de la gorra’ a los monasterios que rescataron todo lo rescatable del mundo antiguo, civilizaron y cultivaron las zonas más yermas de Europa y evitaron el hambre en zonas extensísimas. Pero la Iglesia no emite ‘fatwas’, ay, así que los resentidos como Saco podrán seguir dando por ídem indefinidamente.
Los que sin duda no viven de gorra son nuestros políticos y su ingente legión de paniaguados, ni los sindicatos, ni los artistas aferrados a la teta estatal. La izquierda no debería, por vergüenza torera, hablar demasiado de ‘vivir de gorra’. Esa es su especialidad y el 80% de su éxito.
Por lo demás, ‘Público’ ha encontrado un tema de izquierda populista para abrir: “El Gobierno ultima una reforma judicial que beneficia a los más ricos”. La nuez del asunto es que “[e]n los juicios verbales en los que el asunto del litigio no supere los 6.000 euros no se podrá recurrir la sentencia dictada ante la Audiencia Provincial”, como medio de agilizar la justicia. Me extraña que ‘Público’, a estas alturas, se extrañe de que este Gobierno beneficie a los ricos: su propio propietario es un buen ejemplo de este patrón de conducta. Y de los ricos en el Ejecutivo se ha cansado LA GACETA de predicar en el desierto. Lo único que hace este Gobierno por los pobres es fabricarlos. Eso sí: a manta.
Originalmete publicado en La Gaceta