Hace sólo uno o dos meses todavía podía uno referirse vagamente a ‘la izquierda’ para hacer referencia al partido en el Gobierno, visto que Izquierda Unida es fuerza electoralmente marginal y en franco retroceso (como sus homólogos en el mundo entero desde la caída del Muro). Ya no. El PSOE está a lo que están todos los Gobiernos en el Primer Mundo, a pagar la crisis a base de recortes sociales en un aparato del Bienestar que hace agua por todos los lados. Pero mientras que cuando lo hace un Gobierno conservador se le viene la calle encima -ver lo sucedido el sábado en Londres-, los de izquierda tienen un pase y cierta moratoria. La tribu es la tribu.
Pero la tensión es evidente en la prensa verdaderamente roja, que por un lado reivindica (más o menos) lo de siempre y, por otro, sigue la línea del partido y defiende a su señor como Bertrand Duguesclin. En estos momentos la guerra, en lo interior, es la sucesión de Zapatero y el (altamente improbable) adelanto electoral.
EL CAPITAL
Y por eso, porque la nueva situación es tan confusa que nadie sabe por dónde va a salir y al lado de quién se despertará uno mañana, Público utiliza incluso a su ancestral enemigo -el Capital- para afianzar la posición de Zapatero, nada menos que en el tema con que abre el periódico. ‘Crédito hasta 2012’. «Banqueros y empresarios piden a Zapatero que aparque el debate sucesorio y agote la legislatura», todo sobre una foto en la que Emilio Botín sale poniéndose la chaqueta para entrar en La Moncloa. ‘Los grandes empresarios piden aparcar el debate sucesorio‘. Hubo un tiempo no lejano en que el reflejo de Público era hacer todo lo contrario de lo que aconsejara ‘la patronal’, pero se ve que no es el momento.
O sí, porque Jesús Maraña no se muerde la lengua en su texto, que abre la sección de ‘Opinión’, ‘Zapatero los tiene contentos‘. Se entiende que a los empresarios, que es como tener contento a Voldemort. «Zapatero ha ido aplicando ese programa [de ajustes] sin pestañear, con un profundo desgaste entre su propio electorado y escoltado lo justito por otros dirigentes socialistas incómodos […]».
Quizá para exorcizar una primera dominada por tanto capitalista, el faldón de abajo, con foto, lo reservan para algo más suyo: ‘El ‘No a la guerra’ vuelve a la calle‘. Y, sí, vuelve, pero hay que ver cómo. Veo en páginas interiores el artículo (‘Miles de ciudadanos protestan contra la intervención en Libia‘) y me fijo en la foto. En la cabeza de la manifestación sólo reconozco dos caras conocidas de la farándula: Alberto San Juan y Willy Toledo. Pero Willy no cuenta, porque ese se apunta a un bombardeo (perdón: a todo menos a un bombardeo).
La sucesión de Zapatero, ese es el asunto. «El apoyo empresarial refuerza la presión para aplazar la sucesión«, rima Público en páginas interiores, junto a una amplia tribuna de lo mismo, de Gonzalo López Alba, ‘El árbitro’, con la curiosa tesis de que «los recelos internos por la competición sucesoria revalorizan el papel de Zapatero». ¿Seguro?
NO A LA GUERRA
Mientras, para subrayar su disidencia por la izquierda, caña a la guerra de Zapatero. ‘A favor de las vías pacíficas y no violentas‘ es el redundante titular de una contribución de Carmen Magallón, acompañada en la página enfrentada por una columna de la periodista iraní Nazanín Amirian, ‘¿Guerra ficticia?‘, donde la autora afirma que «cada Tomahawk que lanzan sobre Libia es un doble banquete: para la industria militar y las petroleras». Para acabar con la tribuna de Luis García Montero, ‘Mi no a la guerra‘, en la que el autor, tras aclarar que esta guerra no tiene nada que ver con la de Irak, señala: «¿Qué lógica tiene armar a un dictador y ofrecerle amistad, para después convertirlo en un peligroso enemigo?».
GOBIERNO Y FINANZAS
Y, hablando de enemigos, volvamos a los de siempre. ‘Medio millón de británicos dicen ‘no’ a los recortes‘. Nada del vandalismo en el titular y como medio millón más de manifestantes a lo que dan los otros. De los de aquí, ‘El PP presume de ‘siglas’ frente al ‘circo’ de los socialistas‘.
En ‘Los jinetes del capitalismo‘ (como los del Apocalipsis, por si no lo pillan), Carlos Carnicero nos recuerda lo malos malísimos que son los capitalistas.
Carnicero no llega a decir, como Hugo Chávez, que Marte es un planeta muerto por culpa del capitalismo. Ya hemos dicho en este espacio que lo peor del capitalismo es su alternativa, ese sistema que tuvo esclavizada a media humanidad durante medio siglo y que, ya que estamos con lo ecológico, avanzó bastante más que su rival en el esfuerzo por convertir las tierras que dominaron en paisaje lunar.
Lo que realmente hace Carnicero es tomar la parte por el todo y hacer una crónica de los abusos que, en las finanzas internacionales, llevaron a la crisis de 2008 y al consiguiente «recorte de derechos sociales». Dice, entre otras cosas, que «en España, la necesidad de recuperar el crecimiento y crear empleo no debería dejar en un segundo plano la obligación moral del Gobierno de reintroducir la ética en el sistema financiero». Y es curioso, aunque típico de la izquierda universal, que descrea de la posibilidad misma de finanzas éticas al tiempo que mantiene una conmovedora fe en la moralidad del Gobierno metido a financiero, como si los tejemanejes de los barones regionales en las cajas nos dejaran siquiera esa esperanza.