Más risas: Obama tiene una política diametralmente opuesta a la de Bush, con idénticos resultados
Al ritmo que vamos, Público pronto nos informará de cómo copió Rajoy en aquel examen de Matemáticas de 3º de EGB o cómo hacía trampas jugando al mus. Las encuestas ante el 22 de mayo -y más allá, que diría ‘Buzz Lightyear’- tienen en estado de emergencia a la izquierda mediática, en modo Ataque Total, e igual que el otro día sacaban en primera una foto de hace dos años -no hablamos de un ‘descubrimiento’, sino de un simple ‘recordatorio’-, ayer, mientras el resto del personal todavía no salía de su asombro ante las gravísimas acusaciones que penden sobre el dúo Zapatero-Rubalcaba en el ‘caso Faisán’, el diario de Roures abría con este estremecedor dato: «Rajoy niega el copago que el PP defiende en privado». ¿Es que ya no queda vergüenza en este país?
Público va camino de convertirse en una versión involuntaria de La Codorniz. Que si ningunee una posible colaboración con banda armada por parte del Gobierno para titular con lo que un político dice que va a hacer cuando llegue al poder no tiene otra explicación. Ya dijo Tierno Galván, alcalde de Madrid por el PSOE, que los programas electorales vienen a ser como mentiras piadosas, que no cuentan. Si a Público le escandalizan tanto estas vacilaciones ‘populares’ sobre el copago, quizá tenga la amabilidad de señalarme en qué punto del programa electoral del PSOE figura lo de retrasar la jubilación a los 67, congelar las pensiones y bajar el sueldo de los funcionarios.
SE EMPIEZA MATANDO…
Que los programas electorales son, sobre todo, electoralistas, no debería ser sorpresa para nadie ni lo es, estamos seguros, para Público. Uno empieza a gobernar con unas ideas y luego viene la vida real y hay que responder como se pueda y sepa en cada momento. Lo demás es no ya utópico, sino directamente irresponsable. Lo que no impide a Público pedalear unas cuantas páginas con tan espectacular ‘scoop’: «El PP avala el copago que Rajoy convierte en tema tabú«. Más divertido: «El PSOE dice que el PP ha revelado su ‘programa oculto’, que parece que hubiera desenterrado las actas secretas de la Honorable Sociedad de los Canteros. Y, claro, el obús particular del director, Jesús Maraña, en Opinión. Dice Maraña: «[…] lo que debería aclarar el PP es si garantiza o no ese derecho universal y gratuito o si lo considera incompatible con su concepción liberal de la fiscalidad». Otra opción que se nos ocurre, don Jesús: que no haya de dónde. Hablar de la «concepción liberal de la fiscalidad» del PP, la verdad, son ganas de divertirse barato, o hacer como que el PP no ha gobernado durante ocho años, sin consecuencias reseñables para la Sanidad pública. Si una opción tan poco vendible como el copago se acaba aplicando, por el PSOE o por el PP, será porque no haya modo de sostener tanto gasto. (Credibilidad y copago)
En cuanto al mayor escándalo de la democracia desde los GAL, lo primero es arrinconarlo y, lo segundo, negarlo porque, ¿quién puede dar credibilidad a una panda de asesinos? A ETA debe de pasarle lo que a Thomas de Quincey en ‘Del asesinato considerado como una de las bellas artes’, objetaba contra el homicidio, que se empieza matando gente y se acaba por descuidar la asistencia a la iglesia. Los etarras empiezan matando, sostiene este argumento, y terminan mintiendo. En sus propias actas internas, lo que ya es curioso, que eso de engañarse a uno mismo es ya lo último. Uno podría contestar que en la credibilidad de esa misma banda, suponemos, ha confiado un Gobierno que negoció con ella durante meses. El proceso del que habló pude verlo aplicado en el telediario de La Sexta, que después de glosar noticias de valor muy inferior, trataban de la publicación de las actas de las reuniones del Gobierno con los terroristas. La cadena aprovechó para hacer oposición al Gobierno Aznar, que, según nuestras últimas noticias, ya no está en La Moncloa. Pero eso es lo de menos. Lo demás es que se sostenía que los papeles de ETA no tienen ningún valor porque la banda carece de credibilidad. Salvo, naturalmente, cuando las actas afirman algo que deja bien al Gobierno. Entonces son el Evangelio.
Si es que son en todo igual, estos chicos. Cuando los suyos hacen lo mismito que hacen los otros, no es para nada lo mismo porque, como con ‘Humpty Dumpty’, las palabras significan lo que ellos quieren que signifiquen. Así, podemos leer en El País una noticia que me ha hecho volver rápidamente a la cabecera para comprobar que no se había traspapelado un diario satírico: «Obama fija una doctrina de seguridad en las antípodas de los ‘neocon», algo que, extrañamente, tiene contentísimos a los ‘neocon’ de aquellos pagos, que no deben de haberse enterado. Cuando dos personas toman medidas idénticas y nos dicen que sus políticas son diametralmente opuestas, hay para asombrarse o preguntarse si nos están tomando el pelo.
Y sí. Libia no es Irak -está algo más al oeste-, pero la intervención es calcada a las guerras de Bush, y tienen encantados a los mismos colectivos. Dice El País, en su defensa, que Obama «aboga por el multiculturalismo y el uso limitado de la fuerza». El multiculturalismo es un modelo de política interior más que exterior -donde no hay modo de obviarlo, por lo demás-, y no lo defiende Obama más de lo que lo defendió Bush -«El islam es una religión de paz», George W.-. En cuanto al uso limitado de la fuerza, recuerda tanto al ‘shock and awe’ y al ‘paseo militar’ de «llegamos, vencemos y nos vamos» con que se nos vendió la aventura iraquí. Pero, eh, este es de los nuestros, y esa es la única distinción que importa.
Originalmente publicada en La Gaceta