Es imposible conciliarlos. Son las dos Españas y no hay manera de que describan ni parecido los mismos hechos. Cualquiera que estos días viva cerca de un culé acérrimo o de un forofo madridista sabrá de qué hablo. Da igual que el suceso tenga más de 12 millones de testigos y que todo haya quedado grabado: no es el mismo partido para unos que para otros.
No es nada nuevo: estamos hechos así. Somos tribales, y en lo tocante a la tribu toda la capacidad racional se poner al servicio de la tribu.
La izquierda se preciaba de haber acabado con esto. Lo suyo era lo racional, lo científico. Las premisas de validez universal. Pero la cosa no funcionó ni un primer momento, cuando la ‘ciencia’ marxista se fraguó en las más burdas manipulaciones de la historia ideológica, y desde entonces ha ido a peor.
DERECHA JACTANCIOSA
Todo esto viene a cuento de algo que ya hemos señalado aquí, que todas las diatribas de la izquierda están impregnadas de indignación moral y aun moralista de un tinte marcadamente puritano. Así, aunque cada vez que la realidad parece darles la razón o ganan un punto poco les falta para encender fuegos artificiales, ahora que la decisión del Gobierno de sumarse a las tesis ‘peperas’ en cuanto a Bildu acusan al PP de ‘jactarse’.
Yo no sé el PP, pero en mi caso no podría hablarse de jactancia sino de positivo regodeo. ¿Por qué no, ante unos medios que un día antes les llamaban «extrema derecha» y «radicales» a cuenta sólo de esa postura? Algo parecido sucedió con el hundimiento de la Unión Soviética: para la izquierda, la noticia no era que el comunismo había demostrado ser una pesadilla de opresión y miseria afortunadamente inviable, sino que la derecha sacaba pecho. Lo discreto hubiera sido olvidar el experimento comunista y pelillos a la mar, que es lo que ha hecho la propia izquierda.
Los de derecha son otra especie, infrahumanos capaces de lo peor. En «Bildu y el deber de la Sala del 61» –Bildu y el deber de la Sala del 61-, Marco Schwartz, director de Opinión de Público que se ha distinguido por no dar una desde que le leo, «la Sala del 61 tiene el deber de actuar con extremo celo jurídico ante la trascendencia del caso y no dejarse influir por quienes, con estridencia y escaso respeto a la independencia judicial, pretenden hacerse pasar por los baluartes exclusivos de la democracia». Eso sólo puede ser cinismo o ceguera.
Supongo, caritativamente, que lo segundo, que de verdad cuando habla de «escaso respeto a la independencia judicial» no advierte que es exactamente lo que su periódico despliega cada vez que una sentencia o imputación les molesta, lo que está haciendo el propio Schwartz dándole lecciones al tribunal en ese mismo artículo. Por lo demás, evocar una trama derechista dominando la Justicia va ya contra la propia evidencia. Quien se sienta en La Moncloa elige a la mayoría del CGPJ y domina el Parlamento, don Marco, es el PSOE, no se deje engañar.
DE BUENOS Y MALOS
Pero es que, si siempre fueron bastante calvinistas, ahora están positivamente inquisitoriales. Manuel Saco es campeón en esto, y dice tranquilamente que «en el Partido Popular tienen tantos crímenes en sus armarios…», lo que sería una frase probablemente afortunada si hubiera empezado «en los grandes partidos…» –No vamos a pelear por unos peditos de nada-. Lo otro, don Manuel, es creer en el ‘Ratoncito Pérez’ y ser, además, un ateo harto inconsecuente.
Más delirante es la tribuna de Vicenç Navarro, «Causas políticas de la recesión», que entra en un terreno «que ni los ángeles osan hollar», a saber, izquierda y economía –Causas políticas de la recesión-. La idea es que la recesión ha venido porque se ha dado demasiada cuerda a la derecha, manda narices. En un panorama en el que en los países de la OCDE el peso del Estado sobre el PIB roza la mitad, toda esta cháchara sobre el ‘liberalismo salvaje’ debería entenderse como una broma.
Señor Navarro, no hable como si no pudiéramos comparar fácilmente políticas de derechas y políticas de izquierdas en el desarrollo económico, que tampoco quiero una victoria tan fácil. Navarro empieza con un dato del que hace un mundo, con ser falso: que lo que tienen en común los PIGS es que todos vienen de regímenes dictatoriales de derechas. ¡Ajá! Lástima que a la locomotora económica de Europa, Alemania, le pasa lo mismo, así como a Italia e incluso Francia. Ignora, en cambio, lo maravillosamente que les fue económicamente a los países que vivieron en el paraíso proletario. Mejor no.