Hablar de la imparcialidad de RTVE viene a ser como discutir sobre la virginidad de Mesalina
También es mala suerte, que en el Mes Joven de la República nos cuelen la Boda, así, con mayúsculas, cuyo interés mediático parece contradecir la idea de los chicos de la tricolor, según la cual la augusta tradición está moribunda por falta de interés popular.
Desde luego, no es lo que parecía esta mañana en la redacción (un redactor, aprovechando que la ley de la Pajín todavía no ha entrado en vigor, lo ha calificado de “una Madrid-Barça para ellas”, el muy neanderthal), ni los medios más entusiastas de la República han dejado de dar todo y más sobre la ceremonia en sus páginas web.
‘El País’ y ‘Público’ han salido al paso de esta aparente contradicción con sendos ‘blogs’ que han cubierto el enlace en forma convenientemente irreverente.
En ‘El País’ Delia Rodríguez firma “La boda, para cabreados”, cuya excusa es que “esta es una pequeña lista de imprescindibles si estás siguiendo la boda… pero cabreado.
Que como bien sabemos las que nos tragamos películas de miedo enteritas con el cuello girado diciendo no-quieroverlo, una cosa no quita la otra”. Claro, Delia, que la incoherencia es una virtud.
En ‘Público’ son un tanto más canallas, como corresponde a la cosa alternativa y contracultural, y su “El bodorrio en directo” con ese tono de cloaca pretendidamente gracioso tan del gusto actual.
Ejemplo:
“Por cierto, que dice mi sobrino que el hermano de Cata tiene pinta de acabar bailando la conga agarrado a la cintura de William esta noche”.
Para escribir eso, más coherente lo de ‘The Guardian’, que presenta en su web un botón para republicanos: lo pulsas y desaparecen todas las noticias sobre la megaboda.
CLÁSICOS POPULARES
De hecho, el diario de Roures aprovecha la ocasión para dormir a las ovejas con clásicos populares del republicanismo más rancio como “Los déspotas están invitados”, algo que realmente no les quita el sueño cuando les ven a foros de más influencia como su querida ONU.
Los déspotas, queridos amigos de ‘Público’, estarán siempre con nosotros, y si se portan bien les invitamos, seamos monarquía o república.
Como es de rigor en una cabecera que va por la vida de ‘diario de referencia’, ‘El País’ se marca un editorial al efecto, “Buckingham, de boda”, en el que se manejan los más tristes tópicos obligatorios: que si la monarquía es irracional, pero “decorativa”, que si los cuatro reyes de la baraja, que si “la condición para que algunos [reyes] más se salvaran ha sido la mesocratización de la realeza”… Ya conocen el tipo.
Por otra parte, la ‘Página Cuarta’ la dedica a “¿Un rey Guillermo y una reina Catalina?” , de Timothy Garton Ash, que a pesar de la interrogación del titular es una defensa histórica de la institución.
Como ya son muchos los lectores que me han criticado mi descarado idilio con ‘Público’, estoy en plena campaña para abrir la mano e incluir otros medios en esta su sección. La ventaja de ser, como colaborador de La Gaceta, “ultramontano” (Sopena dixit) y tener a la derecha la pared es que uno puede encontrar tufo peligrosamente progre incluso en ‘La Razón’ y una deplorable inclinación izquierdista en ‘ABC’.
La polémica sobre la imparcialidad de Televisión Española –que viene a ser como discutir sobre la virginidad de Mesalinatiene a la prensa izquierdista muy divertida. ‘El País’ dedica su ‘El Acento’, con el titular de “Embarrar el campo” a este tema, con fragmentos tan carcajeantes como este:
“Radiotelevisión Española es ahora lo contrario de un medio manipulado por el poder”.
La pregunta es: ¿vale la pena dar de lado la religión por irracional para caer en fideísmos tan idiotas como este?
Si hubiera un Gobierno decidido a no usar la Corporación para arrimar el agua a su molino, lo tendría muy fácil: la privatizaría. No hay temor a que el español quede sin tele en el siglo XXI.
Dejen de tomarnos por imbéciles. Podría responder con detallados informes sobre menciones al ‘caso Faisán’ frente al Gürtel o presencia y sesgo de los distintos líderes, pero ya lo han hecho otros medios (‘El Confidencial Digital’, por ejemplo), pero no es nuestra función. Preferimos apelar al sentido común, si queda.
O a la obviedad de que medios tan descaradamente escorados a la izquierda como ‘Público’ o ‘El País’ no son los más creíbles a la hora de juzgar imparcialidades ajenas. ‘La Vanguardia’, ese prestigioso diario conservador catalán en castellano, ha caído de un tiempo a esta parte en la enfermedad de ‘españolito el último’, y corre a hacerse perdonar su pasado sensato.
Se solaza en titulares como “De no practicante a ateo”, donde se complace en comunicarnos los últimos días de la superstición cristiana, o “Aviso, la religión mata”, una crónica de ese fanático apóstol del ateísmo descerebrado que es Íñigo Ramírez de Haro.
En ella, hace despliegue de esa particular tolerancia que caracteriza a la progresía al afirmar que “la religión debería estar prohibida hasta los 18 años”.
Cómo les gusta prohibir a estos amigos de la libertad. Es un poco difícil hacerles ver que la religión es inescapable, que un niño no aguanta hasta los 18 sin preguntar qué sentido tiene todo o de dónde sale el mundo, y que cualquier respuesta a estas preguntas es siempre religiosa, aunque sea en el sentido de afirmar dogmáticamente que no hay sentido y que somos fruto del azar.