O lo tomas o lo dejas. Carlos Dávila (Madrid, 1948), director de La Gaceta, del grupo Intereconomía, es alérgico a las medias tintas y el pasteleo le provoca sarpullidos. Su estilo frontal y al límite le hace coleccionar tantos enemigos como seguidores incondicionales.
Periodista de raza, voraz devorador de periódicos e indómito del campo bravo de la meseta madrileña como el toro de Intereconomía, prefiere embestir primero antes que pedir permiso a la burocracia de lo políticamente correcto.
«Si hay algo que me ponga más de los nervios, que engrosa más la carótida, es esto de lo políticamente correcto»
En las antípodas del periodismo «infestado por la izquierda radical y bodoque de Zapatero», Dávila deja cuenta en sus ‘Diarios de un insurgente’ [La Esfera de los Libros] del arte de la insurrección y de cómo el periodismo puede antentar contra el pensamiento único.
Estos ‘Diarios’ rememoran el nacimiento de Intereconomía tras la defenestración de Vidal Quadras a manos de Aznar y posteriormente de La Gaceta:
«Es el milagro de un grupo de supervivientes de la primera indigencia, al cual nos hemos venido sumando paracaidistas posteriores de todas las ganaderías. Siempre le estaremos agradecidos a Aznar»
Los comienzos fueron duros:
«Hay que ver cómo empezó El Gato al agua. Se trabajaba en un estudio ínfimo de la Agencia EFE y a la tertulia nadie quería asistir. ‘¿Qué es eso de la Intereocnomía TV?’, se preguntaban, ‘¿es la televisión del Opus?’, casi gritaban.
Dávila se niega a revelar el nombre de los editores que se pasaron meses en Madrid maniobrando en la oscuridad para boicotear el lanzamiento de La Gaceta:
«Hubo uno, no voy a decir su nombre, que no conforme con ir a los bancos a pedir que no nos den dinero, se fue a Génova a contarle al propio Rajoy los inconvenientes que presentaba nuestra salida»
En un momento de la entrevista con el presentador de ‘Diálogos al límite’ en su despacho de la planta primera de Castellana 37, un grupo de ‘indignados’ se acercan a gritar ‘¡Televisión, manipulación!’.
Dávila ni mueve una ceja: «Parece que tenemos visitas». No hizo falta que intervinieran los de seguridad: huyeron despavoridos al ver a un fotógrafo de La Gaceta.
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