Cada jornada informativa podría resumirse con dos o tres expresiones, aunque es inevitable que a menudo se repitan. De la de ayer me quedaría con “ilusión” y “visibilidad”.
La primera es una verdadera plaga. Todos los políticos –siempre en campaña, y ahora más que nunca– hablan de “recuperar la ilusión”. En ese engendro que todos debemos alabar al unísono que es la Fiesta del Orgullo Gay, la ‘ilusión’ estaba también por todas partes, unida, eso sí, al miedo de que venga la derecha, que aunque a los ediles peperos se les quede la boca seca casando homosexuales, sus organizaciones tienen de ‘transversales’ lo que yo te diga. Por último, están los ‘artistas’ e ‘intelectuales’ que se han puesto a ‘reconstruir’ la izquierda; esos llevan la palabra en el propio título de su manifiesto, ‘Una ilusión compartida’.
“Ilusión” tiene, al menos, dos significados, y ambos me espantan en política. Según el primero, “ilusión” es lo que te hace creer que la bolita está en el cubilete de la izquierda en la mesa del trilero, es decir, engaño. De ahí “ilusionista”, que es la vocación por defecto de nuestra clase política.
Se supone que el significado bueno es el segundo, pero a mí me gusta aún menos, porque no es más que el estado anímico perfecto para que te la metan doblada. Hasta personas que me merecen la más profunda admiración hablan de “recuperar la ilusión” en la vida política, pero tengo para mí que lo que más necesitamos es librarnos definitivamente de ella y darnos unos cuantos baños de realidad. Un Estado fascista necesita ‘ilusión’; en una democracia, que cada cual se ilusione con lo que le apetezca. La buena gestión no tiene que ser ilusionante, y la vida la hacemos nosotros, no nuestros gobernantes. Casi lo único que me gusta de Rajoy es lo que más se le critica: que no ilusiona. No cambies nunca, Mariano.
VER Y SER VISTO
“Visibilidad” –y el espantoso neologismo derivado, “visibilizar”– es muy gay, si se me permite el comentario. Lo ‘gay’ guarda cierto vínculo derivado y secundario con lo homosexual, pero concluir que son sinónimos podría resultar ofensivo para muchos homosexuales que se avergüenzan de estas tapaderas del posmarxismo y se niegan a concluir que sus tendencias sexuales definen su ‘identidad’. “Reivindicar” empieza a ser un verbo intransitivo, una actitud ante la vida. Los gays son ciudadanos iguales en derechos y libertades a cualquier otro, con lo que no tiene mucho sentido que sigan poniendo gesto de revolucionarios. De ahí que lo que ahora piden es algo tan inasible como la dichosa ‘visibilidad’, como si en nuestros días fueran todos con la capa de ‘Harry Potter’ (ahora me ves, ahora no me ves). Son en torno al 2,5% de la población y parece que fueran la mitad. ¿Más visibilidad? Uf.
Visibilidad tiene, por ejemplo, Alfredo Pepunto, alias Rubalcaba, en su periódico, ‘El País’ –Rubalcaba promete 8.000 millones a las comunidades para sanidad en 2012-. Cinco páginas cinco, además de una foto de primera que costaría un dineral como cartel electoral. Pero ¿para qué están los amigos? El hombre de todos los guisos socialistas –al menos, de los que huelen mal–, nuestro incombustible ‘Alfredo’ es, dice el diario de Liberty, “el político más experimentado del Gobierno, superviviente de todo tipo de crisis, derrotas y victorias, es ahora el candidato del PSOE a la presidencia. Este es su retrato íntimo. Como hombre y político”. Ya saben: esta es su vida. Ahora hagan cálculos a cuánto sale la página de ‘El País’. “Rubalcaba se encara con los bancos por conceder hipotecas de riesgo”. Mi héroe.
Y es que a lo propio siempre se le da el lugar de honor, ¿no? Bueno, no siempre. Como ejemplo de cuasi invisibilidad tenemos, sin salir del diario del régimen, una encuesta encargada por ‘El País’ a Metroscopia. Encontrarla ha sido casi como encontrar a ‘Wally’, y ya imagino al director del papel preguntando a gritos quién ha sido el imbécil que ha hecho ese encargo. Y eso que tiene datos noticiables, como que el PP está 14,3 puntos por encima del PSOE en intención de voto (¡Quinto párrafo! ¿Y estos son los que dan lecciones de periodismo?). ‘El País’ titula que “El 50% quiere elecciones anticipadas”, que no está mal después de pasarse días diciendo que esa es la ‘obsesión’ de Rajoy, pero el diario prefiere destacar en sumario “La mayoría, en contra de ceder albergues a la visita del Papa” en lugar de la ventaja del PP. Y eso me lleva a una cuarta expresión, válida para hoy y para la prensa de izquierda desde hace ya lo suyo: “disonancia cognitiva”.
La disonancia cognitiva es cuando mantenemos dos conocimientos incompatibles en distintos foros sin apreciarlo. El manifiesto ‘Una ilusión compartida’ rebosa. Leo: “Mientras los mercados financieros imponen el desmantelamiento del Estado de bienestar en busca de unos beneficios desmesurados, un Gobierno socialista ha sido incapaz de imaginar otra receta que la de aceptar las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones laborales”. Tengo el absoluto convencimiento de que al Estado de bienestar le quedan dos telediarios, pero no porque ‘los mercados financieros’ impongan su desmantelamiento ‘en busca de unos beneficios desmesurados’, sino porque siempre fue un sistema piramidal, y ahora la pirámide se ha dado la vuelta. No ver esto, no hacer números, no arriesgarse a sencillas sumas, restas y divisiones, quizá no merezca tanto el nombre pedantesco de “disonancia cognitiva”, sino el más común de ceguera. La izquierda nunca ha entendido que la riqueza, antes de repartirla, hay que crearla. De no hacerlo así, el resultado es el que tenemos a la vista cada vez que los rojos están en el poder el tiempo suficiente: un reparto de la pobreza. Y ni siquiera equitativo.
