El veranillo ya está aquí y el curso político toca a su fin. La canícula baja el ritmo y, quizá por eso, lo más interesante en la prensa de izquierdas del miércoles se recogía en la sección de ‘Cartas al director’ de ‘El País’. Allí, en página par y entre otras misivas, aparecía un discreto Suso de Toro, escritor de cabecera de José Luis Rodríguez Zapatero, para leer la cartilla a quien se dé por aludido.
Porque el gallego estaba muy indignado: “Ahora parece que nadie va a haber apoyado a Rodríguez Zapatero y quien no pueda negarlo va a hacer público que Zapatero le engañó”. Sonaba a advertencia enfadada ante la deserción generalizada de los compañeros de la ‘zeja’ y otros ‘abrazazetapés’ de la Plataforma de Apoyo a Zapatero.
Al menos De Toro es consecuente con su trayectoria y no abandona el barco que se hunde, aunque eso implicase justificaciones, elogios y regañinas: “Con los errores que nos acompañan a todos los seres humanos, ha sido hasta ahora un gran presidente que a partir de un momento encaró un dilema tremendo”. Dolido porque “demasiada gente está extendiendo la alfombra ante la derecha que viene”, el gallego se dejaba llevar por la morriña de otros tiempos, aquellos del Zapaterato feliz: “Algunos creemos que es un presidente valiente, que hizo políticas de las que nos sentimos orgullosos y que tuvo que afrontar lo inafrontable, optando por abandonar su plan de navegación previsto para poder salvar la nave de todos”.
VUELTAS IDEOLÓGICAS
Si es que no puede ser… “La derecha como refugio” titulaba ‘El País’ dos páginas en las que un sumario ya daba toda la clave: “Los partidos socialdemócratas europeos son laminados por votos de castigo a su gestión y por la escasa credibilidad”. Hablando de esa misma, el ex ministro Jesús Caldera valoraba que esa laminación de la socialdemocracia, muy de moda últimamente, se debe a que “no ha defendido con la necesaria firmeza los valores de empatía y solidaridad”. Desde luego, con gentes como Caldera ocupando sillones ministeriales se concluye el porqué de ese “derrumbe de la izquierda europea” que mencionaba el diario de Liberty.
Sin salir de la piel de toro, el debate ideológico también estaba servido en ‘Público’, donde el catedrático Ramón Cotarelo se tomaba muy a mal la primera plana del periódico con el que colabora de un día antes. Ya estaba él para situar a quien hiciera falta en la ortodoxia desde el titular: “En Extremadura gobierna la derecha”. “El hecho es que la divisoria derecha-izquierda existe [sic] es patente y separa al PP del PSOE”. Como el argumento podría echarse por tierra señalando que la orientación económica del actual Gobierno socialista no difiere mucho de la presunta orientación de los populares, Cotarelo se curaba en salud invocando la única diferencia plausible entre ambos: la ingeniería social.
Con más guasa se lo tomaba Juan Carlos Escudier: “Indecisa entre cortarse la [sic] venas o dejárselas largas por la insubordinación de su federación extremeña, la dirección federal de IU es incapaz de deleitarse con el volantazo a la izquierda del PP. Es una lástima que Cayo Lara no sepa disfrutar de estos pequeños placeres”. Desde que lo echaron con cajas destempladas de aquel desalojo en Madrid, Lara está para pocos disfrutes.
EL ‘DESCAMISADO’
También tenía su retranca Juancho Dumall en ‘El Periódico’ a costa de la repentina fiebre contra los bancos del candidato y vicepresidente Alfredo P.: “Rubalcaba fue en los primeros años noventa un destacado miembro de la corriente de los renovadores del partido que pretendían acabar con el guerrismo (y lo consiguieron). Dos décadas después, el candidato Rubalcaba, atosigado por la tozudez de las encuestas adversas, parece dispuesto a recuperar la retórica populista de los descamisados”.
(CASI) TODOS CULPABLES
Sobre el comportamiento de algunos de los asociados y directivos de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Peio H. Riaño, en ‘Público’, lo veía así: “El respeto a sus autores debería haber empujado a la actual junta directiva a diluirse, a apoyar la denuncia del Ministerio Fiscal y a reconocer que, si durante más de una década han permitido las maniobras del director general y consejero de la SDAE, no serán capaces de auditarse y descubrir dónde están los errores. Tal y como ha detallado el juez Ruz, conocían los fallos antes de que llegara la Guardia Civil”.