Enrique Dans ‘advierte’: o damos a los ‘indignados’ todo lo que piden, o Madrid será Tottenham
Dicen que si sólo tienes un martillo, todos los problemas se te vuelven clavos. En el caso de la izquierda, el ‘martillo’ es una ideología que se da de bofetadas con la realidad; pero, cuando la teoría no coincide con los hechos, tanto peor para los hechos.
No tengo la menor duda de que, en tiempos en que los grandes grupos monopolizaban la información, los disturbios de Londres nos hubieran llegado debidamente ‘interpretados’ por nuestro mandarinato ideológico.
Naturalmente, lo siguen intentando, pero ya cualquiera puede ver con sus propios ojos incontables vídeos, fotografías y declaraciones colgadas en Internet. Nunca la mentira ha tenido las patas más cortas.
Me gusta pasear con la izquierda por las calles de Tottenham y enterarme de su boca de que nada es lo que parece. Leo en Twitter a Gaspar Llamazares, líder de Izquierda Unida:
«Tottenham es símbolo del efecto letal de los recortes sobre los más débiles. Si continúa el golpe de mercado, se pagará en conflicto social»
Mientras veo a jóvenes llevándose pantallas de plasma y zapatillas deportivas de marca (dos artículos de primera necesidad, como todo el mundo sabe), un ‘indignado’ de color no especialmente inteligente posando sonriente en las redes sociales junto a su botín, otro ayudando a levantarse a un joven derribado en el suelo para poder robarle mejor… Y en sus caras, lo siento, no leo rabia, sino puro gozo.
¿Por qué no? Lo explican muy bien unas chicas bebiendo vino robado tras una atareada noche de compras con un descuento del 100% entrevistadas por Radio 4 de la BBC:
«Ha sido la locura, ha sido divertido… enseñar a los ricos que podemos hacer lo que queramos… Es culpa del Gobierno. Sí, los conservativos esos, como se llamen. No sé»
Pura dialéctica hegeliana, la de estas víctimas de los recortes.
Enrique Dans, estrellita de la red y ‘muso’ in pectore del 15-M, nos abronca convenientemente en Tecnología, represión y revueltas: cómo se llegó al «estilo inglés», con el desprecio que sin duda merecemos, a quienes tenemos la desfachatez de contar lo que vemos antes de que nos lo interpreten nuestros mandarines:
«Ver en ellas simplemente alborotadores es de una cortedad de miras que sólo puede ser ignorante o malintencionada. Las protestas londinenses se encuadran claramente en un contexto de más de un año de manifestaciones, huelgas y revueltas de todo tipo ante los recortes en los presupuestos de educación y de las universidades, en un «ascensor social» definitivamente estropeado, y en un creciente uso de la fuerza policial para reprimirlas. La correlación entre los disturbios y el mapa de pobreza y exclusión social es evidente».
En el largo texto (no lo es tanto, pero se hace), Dans nos amenaza con escasa sutileza: demos a los ‘indignados’ todo lo que pidan o quemarán Madrid como si fuera Tottenham. «La bolsa o la vida» siempre me ha parecido una elección de lo más democrática.
No digo que no haya una causa política para las revueltas o que no guarden relación con las políticas sociales; pero afirmo que la relación es exactamente la contraria.
Que no las han producido tanto los ‘recortes’ como tres décadas de inmigración desatada e incluso secretamente fomentada desde el Gobierno, servicios sociales paternalistas que han subvencionado los peores patrones de ruptura social y familiar y una cultura de dependencia, una ‘justicia’ que trata a los delincuentes como ‘víctimas’ de las condiciones sociales y unas fuerzas policiales aterradas por la vigilancia de los medios políticamente correctos.
De hecho, este estallido me ha sorprendido tanto como que saltara por los aires un niño jugando incansable con cerillas encima de un depósito de gasolina.
Termina la entrevista de las chicas en Radio 4 preguntándoles si creen que seguirán los desórdenes una noche más:
«Sí, esperamos que sí»
Oh, vaya, otras que no han leído a Enrique Dans.
Ni ‘Público’, para el que la noticia es que «La Policía toma Londres», no que los alborotadores la hayan tomado cuatro noches consecutivas, como ‘El País’ del 12 de septiembre de 2001, titulando, no con el terrible atentado, sino con la posible respuesta norteamericana. No mires lo que pasa; sobre todo, no lo mires antes de que te digamos cómo mirarlo.
En «Londres y los campos minados», Marco Schwartz, que parece haberse quedado este verano como ‘lumbrera de guardia’ en el diario de Roures, nos alecciona:
«En todos los casos, los disturbios se desatan en barriadas marginales a raíz de algún incidente que hace sentirse a sus habitantes más humillados por el poder de lo que ya se sienten»
Hagamos una cosa: durante media hora, no le pido más, olvídese de la ideología y mire, quizá por primera vez, lo que pasa, las caras, las actitudes. No es una masa humillada y oprimida rompiendo sus cadenas. Son jóvenes que están disfrutando muy evidentemente con la destrucción de su propio barrio, robando y humillando a sus propios vecinos.
Yo mismo podría improvisar interesantes teorías, como que se trata de una innovadora forma de deshacerse del exceso de oferta, o un medio radical de hacer frente a los problemas personales de deuda adquiriendo sin tarjeta ni efectivo, o de incentivar la renovación de inventario. No serían mucho más idiotas de las que propone la izquierda.
En ‘El País’ me dan otra clave bajo el titular «El triunfo del resentimiento»:
«El personaje de Belén Esteban simboliza la victoria de una engañosa sentimentalidad capitalista que promueve un consumismo de emociones banalizadas, de mercadillo, de usar y tirar. Un populismo de corte fascistoide».
Oh, claro, cómo no había caído.