Para la izquierda, los bulliciosos británicos que roban televisores son en realidad ‘trabajadores indignados’
«Que Ratzinger venga a Madrid no le molesta a nadie… Lo que molesta es que la visita se pague con los impuestos de todos los contribuyentes», nos explica en su breve columna de ‘Público’ Casandra.
Va a ser que no. Y no es que yo no me lo crea; es que no se lo cree quien lo escribe ni uno solo de quienes lo leen. Quitando que se trata de una visita multitudinaria que no recibe un euro en subvenciones directas (hablaremos de las otras), es que la atención no es proporcional al supuesto coste y que los medios que están arriesgando la sobredosis informativa no han sido, precisamente, sensibles a los despilfarros públicos en otras materias.
El Orgullo Gay jamás ha levantado una ceja en la prensa de izquierdas, será por dinero para los nuestros, por mucho que, en proporción, los gastos sean muy superiores, y de lo que nos ha costado a los madrileños la alegre fiesta del 15-M, hasta insinuarlo se consideraría, como poco, de pésimo gusto.
En Twitter el rojerío se ha reído a mandíbula batiente o indignado hasta la furia, según, con las palabras del arzobispo de Toledo y primado de España, Braulio Rodríguez, sugiriendo que es una paletada meterse con una visita papal que llega a Madrid después de haberse producido, sin escándalos perceptibles, en ciudades de muy inferior tradición católica. Pierde el tiempo el prelado, porque no es paletada, sino venerable tradición: el español va siempre detrás de un cura, con un palo o con un cirio.
¡Que vienen los mercados!
Muestra de la paletez patria, un ‘reportaje’ del diario de referencia de nuestra ‘gauche divine’, el de Liberty, titulado «La visita del Papa no sale gratis», bastante sonrojante. Empieza reconociendo que «los organizadores presumen de coste cero para el contribuyente» y que «no hay subvención directa, pero sí rebajas en transporte y cesión de edificios públicos». También nos cuenta que el «que no las haya, no significa que no exista gasto público. Por ejemplo, los inscritos tienen un abono especial para el transporte público (bus, metro y cercanías) que cuesta un 80% menos que el abono para turistas, lo que supone una merma de los ingresos a las arcas públicas de 20 millones de euros».
Qué misterio, cómo habrán contabilizado lo que pierden porque paguen menos personas que no pagarían nada si no vinieran. La aritmética se ha debido volver una ciencia muy creativa desde que la estudié en EGB. Le falta al autor del artículo, en cualquier caso, contabilizar los rayos de sol que absorberán las pieles de los fieles, hurtando una energía que podría alimentar a nuestras placas solares.
El tiburón ha sustituido a la serpiente como mascota informativa de verano en el diario ‘Público’. «Los tiburones atacan Francia» es el titular del billete con el que Marco Schwartz abre la sección que dirige, ‘Opinión’. Es sólo una glosa del alarmante titular de primera, «Y ahora van a por Francia». No es necesario un sujeto: son los mercados (léase con música de peli de terror). Es una pena que no se corresponda en absoluto con la realidad, porque la izquierda mediática está creando una mitología fascinante en torno a este monstruo sin rostro y de mil cabezas.
Déjanos ser tus ojos
Por lo demás, el texto de Schwartz, como todos los suyos, está trufado de fascinantes revelaciones como esta: lo que más atrae a los especuladores de Europa es su división, sin la cual tendrían muchas más dificultades para llevar a cabo sus depredaciones». ¿A que ni lo sospechaban? No se ofenda, querido lector, pero seguro que usted es de los que pensaban que todo esto es algo tan simple como ahorradores reticentes a prestar a Estados endeudados hasta las cejas. ¡Iluso!
Cada vez que su amigo y patrocinador, el empresario Friedrich Engels, ofreció a Karl Marx conocer en persona a obreros de sus fábricas, la luminaria de la clase obrera se negó, inaugurando una venerable tradición en la izquierda: no mirar nunca los hechos, no vayan a distraernos de la ideología.
«No son gamberros sino trabajadores, gente enfadada por los recortes sociales», titula ‘Público’ un artículo sobre los disturbios ‘sociales’ de Inglaterra. No tengo que disuadirles de semejante disparate con mis palabras: basta que los lectores repasen el centenar largo de páginas en Internet con fotografías y vídeos de las alegres algaradas para convencerse de la curiosa reacción de «trabajadores enfadados» eligiendo cuidadosamente televisores de plasma y ropa de marca mientras se coordinan con sus Blackberries de última generación. Hay que ver cómo ha cambiado la famélica legión desde los tiempos de Don Carlos.
Ahora en serio, lo primero que tenemos que contrarrestar de los mensajes de la prensa es esto de los ‘recortes’. Si yo gasto diez y me propongo gastar siete, eso es un recorte. Pero si mi gasto aumenta cada año un 5% y me propongo que el gasto crezca sólo un 3%, eso no es un recorte, pero se le llama así en toda la prensa. Es lo que pasa en Gran Bretaña, que ha moderado el crecimiento del gasto social, o lo que ha sucedido en Estados Unidos, que aumentará su presupuesto pese a la cacareada ‘victoria’ del Tea Party.
En cuanto al ‘enfado’ de los ‘trabajadores’ -hablamos de ‘comunidades’ de inmigrantes en las que una mayoría vive de las prestaciones sociales-, qué extraña forma de demostrarlo, a juicio de las amplias sonrisas de los primeros en desvalijar las tiendas de sus propios vecinos.