El Trasgo acaba de experimentar una epifanía y quiere compartirla con sus lectores: he comprendido a la izquierda. De golpe. Ya sé, ya sé. He escrito más veces de las que debería que la izquierda es una rebelión contra la realidad y me he reído del pensamiento mágico que parece dominar la progresía. Pero la exageración es el alma de la parodia, y uno cuenta con que el rival político esté equivocado, no que viva en los mundos de Yuppi.
Que los alevines del 15-M propongan medidas norcoreanas mientras tuitean entusiastas en sus iPhones y Blackberries, que parecen creer que crecen en los árboles y todo es cuestión de repartirlos bien, está en el guión; que un gurú del periodismo como Iñaki Gabilondo, al que escuchaba ya con reverencia cuando aún vivía con mis padres, diga cosas como «continúan las ofrendas en el ara de sacrificios de los mercados» es, a más de terriblemente cursi, completamente absurdo.
VENCIDO Y DESARMADO
Hey, es Iñaki Gabilondo, no un ‘indignado’. No se mueve en metro, ni en el Skoda de Rubalcaba, podría jurarlo. Él tiene que saber que ese coco de los mercados es completamente mítico, que no existe; que los mercados dependen de lo que él y yo y millones de otras personas produzcamos, vendamos y compremos. Que los agentes financieros pueden, naturalmente, abusar y aprovechar y explotar, pero no ir mucho tiempo a la contra, porque quienes, al final, hacemos ‘los mercados’ somos Gabilondo y yo y muchos más. Ni siquiera ‘los ricos’, porque nadie se ha hecho rico vendiendo sólo a los ricos, que el triunfo de McDonald’s es complacer a los que no tienen para comer en El Bulli y la fortuna de Gates viene de haberme vendido su sistema operativo.
Pero aquí lo tienen, en su primera prédica de vuelta de verano, «La democracia se rinde», rezando el responso por nuestro sistema democrático, muerto a manos de, ay, «los mercados». Para el reverendo Gabilondo, los mercados «pedían» la reforma constitucional y se ha acordado que «la economía debe someterse a la política», pronunciado como un sarcasmo atroz. No salgo de mi asombro, pero sus palabras me ayudan a entender muchas cosas. La idea es que, cuando ‘manda la política’, uno puedo decir «¡hágase!», y se hace, ¿será por dinero? Los fondos son siempre inagotables. Por eso es ridícula, digna del sarcasmo de Gabilondo, la noción misma de que «la política se someta a la economía» (que, en realidad, es como decir que la política debe someterse a la ley de la gravedad). «El déficit no es sino una herramienta de la política», nos explica el veterano periodista. «Si el déficit se consagra por encima de la política, la democracia queda vaciada». Traducción: si no hay dinero para hacer lo que los políticos deciden que se haga, se deja a deber; ¿dónde está el problema?
El problema es que si «los mercados» -es decir, millones de ahorradores- desconfían de los Gobiernos -con razón- y deciden no seguir prestándoles más, ¿cómo puede calificarse eso como si «impusieran insolentes su poder», llevando a «la humillación de la política, el vaciado de la democracia». Mi hijo adolescente no es tan elocuente como don Iñaki, pero tiene esa misma tendencia tramposa a pensar que estoy ‘coartando su libertad’ cuando no le doy dinero para su fantástico plan de fin de semana.
‘Público’ anuncia en su primera que este va a ser un «Otoño caliente», y uno no sabe si prevé o advierte, teniendo en cuenta que muchos de sus colaboradores se encargan ya de calentar el panorama. Que el 15-M organice una marcha «desde la sede del PSOE a la del PP» más que al revés da bastante la idea, que parece que salen de casa hacia el campo de batalla. Eso da una idea de lo ‘espontáneo’ de esta indignación de unos jóvenes que, en situación desesperada, echan más la culpa a la oposición que a un partido que gobierna desde hace casi ocho años.
Entre recortes y elecciones a la vuelta de la esquina, no puede dejar de ser caliente. Y a cara de perro. Los recortes que Cospedal ha anunciado en Castilla-La Mancha no son en el diario de Liberty «radicales», sino directamente «duros», no sabemos si más o menos duros que los aplicados por el propio Grupo Prisa en su plantilla en los últimos meses. Y es que no sabemos si los jerarcas del grupo de Janli han pedido o no que les suban los impuestos, pero algo me dice que no van a recortar sus ingresos en beneficios de sus redactores.
‘El País’ también nos cuenta que «Zapatero alaba el protagonismo de Rubalcaba en la negociación», imaginamos que en el fútil intento de convencernos de que no están ya a matar el uno y el otro. Como en la JMJ, aún confían en que leamos y no miremos, no sea que nos engañen nuestros ojos mentirosos.
José Antonio Martín Pallín nos dice desde su tribuna en ‘El País’ («Somos ciudadanos ¡digamos no!») que el referéndum sobre la reforma constitucional «no es de izquierdas ni de derechas, es una forma de expresarnos con libertad». Y lo cierto es que, aparte de la ridícula «reforma», estamos ante un asunto que no es izquierdas ni derechas, sino de realidades. Izquierdas y derechas pueden tener ideas muy distintas sobre qué hacer con el dinero, pero lo que tenemos ahora es que no hay dinero, no para todo, y lo que se discute es por dónde cortar, no si hay que cortar. Aunque Gabilondo parezca ignorarlo, ni toda la voluntad política del mundo hará que haya unicornios para todos.