Ver el diario Público echando espumarajos por la boca en cada una de sus páginas ante la cercanía de la probable victoria del ‘fascismo’ es divertido, pero no ofrece un contraste llamativo: nadie en su sano juicio compra el diario de Roures para leer noticias. Su función es reforzar los prejuicios marxistas y movilizar a las tropas.
Pero ver El País, siempre tan cuidado y sutil en la manipulación, tan mirado en el negocio de la mentira, tan ‘diario de referencia’, convertido de la noche a la mañana en un panfleto vocinglero, la verdad, no tiene precio. Y, para los amantes de la ironía, ver el periódico propiedad de un fondo de inversión americano vestir la pana y tratar de liderar las masas obreras es igualmente impagable.
La precisión está sobrevalorada y no están los tiempos para andarse con absurdas exactitudes; de ahí que el lector del buque insignia de Prisa se encontrara ayer con este titular, tan de libro de estilo: «Las comunidades reacias al impuesto para ricos pierden cientos de millones». Ahí tienen ustedes. Después de todo, el fondo Liberty, americano, no se va a ver afectado por el impuesto «para ricos», y las amenazas directas son de lo poco que les queda. ¿Quién dijo que la desesperación es aburrida? A mí lleva alegrándome las mañanas de un tiempo a esta parte.
CAMINO DE LA EQUIDAD
Pero si esto les parece un titular demagógico y, lo dicho, desesperado, esperen a llegar a la primera doble de España: es una verdadera fiesta populista. «Los gobiernos que veten el impuesto perderán cientos de millones«, insisten en la primera página. «Los barones del PP, salvo Monago, boicotean el recargo a las fortunas por «electoralistas» va justo debajo, no sea que a los lectores les cueste llegar a la conclusión correcta de la noticia planteada arriba. En la página enfrentada, «Rubalcaba exprimirá la baza del recargo a ricos y bancos«. «¡Ricos y bancos!» ¿No es maravilloso? Y nuestro arrojado candidato, ese joven aspirante que va de nuevo en esta plaza, los va a ‘exprimir’ en nuestro beneficio. Ya no es que sea Robin Hood: es Luis Candelas redivivo.
Debajo, cerrando este díptico publicitario que al PSOE le saldría por un pico si tuviera que pagarlo -aunque, en un sentido, sin duda tendrá que hacerlo-, esta joyita: «Al menos camina hacia la equidad«. Por si queda algún torpe que todavía no lo había pillado. Alfredo Igualdad, deberíamos llamarle, como a Luis Felipe de Orleans, el primo del rey de Francia que se unió a sus enemigos en la Revolución y votó su guillotinamiento -y acabó igual, todo hay que decirlo-. Las analogías abundan entre estos dos personajes, pero tengo unos lectores lo bastante inteligentes como para ahorrármelas.
El titular entrecomillado tiene su gracia, porque forma parte de un juicio emitido por Ignacio Zubiri, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco que, en lo demás, no es demasiado benigno con la medida, reconociendo que no va a solucionar ni de lejos nuestros problemas. Nota para el señor Zubiri: ni lo pretenden. Pero a un nivel muy básico e instintivo, combinar las palabras «ricos», «bancos» y «exprimir» hace verdadera magia.
Y, después de todo, quien entrara ayer a la página web de este panfleto, antaño periódico, podía toparse, dominando la franja superior, un «Rubalcaba Sí. Porque es muy listo». A este nivel ha llegado la riqueza de matices ideológicos de Prisa en defensa de su nuevo señorito, quizá el único que, con una manita generosa desde La Moncloa, puede evitar su quiebra.
El discurso progresista se ha convertido hasta tal punto en doctrina ortodoxa de nuestros tiempos que apenas puede expresarse alguno de sus dogmas sin añadir adjetivos como «innegables» o introducciones del tipo «nadie pone en duda que», de ideas que deberían ponerse en duda más a menudo como, por ejemplo, a todas horas. Así, el pestiño demagógico-fiscal de El País venía acompañado de una tribuna, «¿Existen los ricos?«, en la que José María Ruiz Soroa afirma: «Que quienes menos han sufrido las consecuencias de la crisis hagan una aportación suplementaria de sus recursos a la comunidad; lo reclaman tanto la equidad como la suficiencia. Difícilmente puede nadie negarse en principio a una tan justa, solidaria y razonable demanda».
Veamos. La primera falacia es sugerir que el único modo que tienen los ricos de «aportar sus recursos a la comunidad» es dárselos a los políticos, aunque ni siquiera es el mejor. La segunda es la noción -nunca explícita, pero constantemente sugerida- de que los ricos «reciben» rentas elevadas, pero nunca que las crean. La idea de que, digamos, Bill Gates no se ha limitado a quedarse con un trozo mayor de la tarta común, siempre la misma, sino que con su empresa nos ha hecho a todos -absolutamente a todos- más ricos es algo que los rojos no acaban de captar.
Escolar el Chico, a quien le gusta más una lista que a un tonto un lápiz, dedica la última entrada de su blog a «Seis preguntas sobre los impuestos» que, como los Diez Mandamientos, se encierran en dos: ¿Por qué Rajoy y Rubalcaba están haciendo lo contrario de lo que en su día dijeron? Y ¿por qué si bajar impuestos incentiva el empleo tiene España tan baja presión fiscal y tanto paro? La primera pregunta se contesta sola para quien conozca a los políticos -pista: ganar elecciones-. La segunda es aún más fácil: los bajos impuestos son un factor, pero no el único para crear empleo. Pero nos tememos que sus preguntas, como es habitual, sean retóricas.
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