La muerte del ajusticiado reabre el debate sobre la funcionalidad de un sistema penal que apoya el 64% de los norteamericanos
Cinco reporteros presenciaron la ejecución de Troy Davis el pasado miércoles, sentenciado por asesinato del oficial de policía Mark MacPhail en Estados Unidos.
Los periodistas testigos fueron:
- Rhonda Cook, una veterana reportera de sucesos del Atlanta Journal-Constitution
- Joann Merrigan, periodista d ela emisora de televisión afiliada a la NBC en Savannah
- Greg Bluestein, reportero de la agencia Associated Press
- Jim Mustian del Columbus Ledger-Enquirer
- Jon Lewis, reportero de WSB Radio
Julie Moos, de Poynter, se ha encargado de recopilar parte de las crónicas publicadas por los testigos:
La veterana reportera del Atlanta Journal Constitution, Rhonda Cook, ha estado presente en otras 11 ejecuciones.
«Los testigos de los medios son una parte de estos procesos, así como los agentes que acompañan al recluso hasta la clamara de la muerte o los oficiales que atan al condenado a la camilla».
El reportero Greg Bluestein, de Associated Prees, publicó que no le tomó mucho tiempo notar que la ejecución de Davis era distinta a otras que ha presenciado:
«Mientras conducía hacia la prisión, podía ver una multitud de personas que se manifestaban y a un grupo de, por lo menos, 50 periodistas».
Así describió la escena:
Cuatro reporteros además de mi presenciaron la ejecución. Esperamos por más de cuatro horas en una habitación sombría de la prisión.
Charlamos un poco y especulamos acerca de si la Corte Suprema podría intervenir. Por momentos, nos quedamos en silencio.
Alrededor de las 10:30 p.m., un guardia entró y dijo: «¿Estáis listos?»
Jim Mustian, periodista del Columbus Ledger-Enquirer escribió en su crónica:
Grabadora, iPhone, bolígrafo, libreta, teléfono, cartera, llaves, credenciales de prensa, ninguno de esos objetos podían estar a mi disposición mientras veía morir a Davis.
Incluso para un periodista, la muerte es muchas veces distante. Pocas veces presencias un triple homicidio cuando ocurre, o sientes las llamas de un incendio fatal.
Incluso durante la cobertura de casos con pena capital, el castigo se mantiene abstracto, en los documentos de sentencia de la corte.
No esta noche.
Quizá nunca podremos saber con absoluta certeza cada detalle de lo que pasó en el parking del Burger King en Savannah el 19 de agosto de 1989.
Yo tenía tres años de edad y no estaba allí. Las personas que sí estuvieron han cambiado su testimonio.
Pero puedo decir sin equivocarme que nunca olvidaré los eventos del 21 de septiembre de 2011.
LAS PALABRAS DE TROY
El propio Davis proclamó su inocencia hasta el final. Sereno -o todo lo sereno que se puede estar cuando se está amarrado a una camilla sabiendo que los verdugos van a acabar con tu vida-, el preso de raza negra de 42 años giró su cabeza hacia el hijo y el hermano de Mark McPhail -policía de raza blanca de paisano al que Davis asesinó en 1989, según el veredicto de un juez y jurado en 1991- y dijo:
«Yo no lo hice, yo no tenía un arma. Siento mucho su pérdida pero yo no maté a su padre, hijo o hermano».
«Soy inocente».
Davis murió a las 11.08, quince minutos después de que se iniciara el salvaje método de inyectarle la muerte en vena. Davis no ingirió su última cena por deseo propio.
Tampoco aceptó que se le aplicara un calmante para enfrentarse a la muerte. Pero sí realizó una última petición a sus familiares, amigos y abogados:
«Seguid investigando, excavando, trabajando hasta que se pruebe mi inocencia».
LAS PRUEBAS Y LAS VÍCTIMAS
Davis, de 42 años y raza negra, fue condenado en 1991 por el homicidio en 1989 del policía Mark MacPhail, en Savannah. Las pruebas balísticas usadas en su contra son hoy de dudosa credibilidad, y siete de los nueve individuos que testificaron en su contra acabaron cambiando sus declaraciones.
El caso suscitó una intensa movilización internacional y solicitudes de clemencia de personalidades desde Carter al papa Benedicto XVI, además de un millón de firmantes de peticiones alrededor del planeta.
Pero ni los llamamientos del exterior ni las protestas de los grupos de derechos civiles y las vigilias de opositores a la pena capital en EEUU lograron convencer a los tribunales de Georgia o conmover al Tribunal Supremo del país.
Poco antes de la medianoche del 21 de septeimbre de 2011 en la prisión Diagnostic de Jackson, en Georgia, los verdugos ataron a Davis a una camilla y le inyectaron una mezcla letal.
Cuatro horas antes en Huntsville, Texas, verdugos habían puesto fin a la vida de Lawrence Brewer, un blanco de 44 años, miembro de un grupo racista condenado por el asesinato en 1988 de James Byrd, un hombre negro de 49 años.
Según una encuesta de la firma Gallup, el apoyo público a la pena de muerte para los homicidas y asesinos ha disminuido en EEUU del 76 % en 1991 al 65 % el año pasado. La oposición a la pena capital ha aumentado del 18 % al 31 % en el mismo período.