Dice Dávila que en este país no cabe un tonto más, pero la realidad le contradice de un día para otro. Yo estoy más con P. T. Barnum, quien aseguraba que cada minuto nace un imbécil, y conmigo parece estar el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha descubierto la clave de la crisis: ahorramos demasiado. A mí no me mire, señor Rubalcaba, que yo voy seco. En fin, que el nuevo PSOE espera que los votantes, además de amnésicos, sean idiotas.
Nos lo cuenta en su primera El País -«Rubalcaba alerta sobre el ritmo de los recortes y el exceso de ahorro«-, que cualquier día abrirá con que por el mar corren las liebres y en el monte las sardinas, en la autorizada opinión de don Alfredo.
Se entiende. Por eso la renuencia de los inversores a suscribir deuda española nos ha puesto a todos al borde de la ruina, porque nos sale el dinero por las orejas. ¿No le pasa a usted eso, querido lector, que cuando acumula millones en el banco siente la imperiosa necesidad de pedir prestado? Lo imaginaba.
Pero es que la previsible debacle socialista -eso que el cursi de Gabilondo llama «el viento de la Historia»- les tiene que no les llega la camisa al cuerpo, y se han lanzado de lleno a la economía-ficción. No tienen un minuto para cavilar que la riqueza no es como la energía, que ni se crea ni se destruye. La riqueza hay que crearla, eso lo hacen los emprendedores, y hay que ponérselo medianamente fácil.
LA PRÉDICA DIARIA
La izquierda vive de la rapiña desde hace tanto que ni se plantea otro sistema. Oír la prédica diaria de Gabilondo es asistir a esa rudimentaria cuquería lírica, plagada de viejos lemas, con que la izquierda sustituye la razón. En la de ayer, «La mano tonta», el reverendo concentra todo su esfuerzo intelectual en arramplar con lo que quede por ahí de riqueza. Sostiene Gabilondo que lo prioritario es que Hacienda vaya contra la economía sumergida y las grandes corporaciones, es decir, a procurar que haya menos creación de riqueza y más motivos para invertir en cualquier otra parte, pero lo importante es rebañar antes de que desaparezca.
El provecto comentarista se identifica hasta tal punto con el Estado -¿por qué será?- que habla de conseguir así «el dinero que nos hace falta», como si lo que fuera a Hacienda nos llegara en magníficos servicios a su coste justo o lo que se quedara fuera de sus ávidas garras no aprovechara a la ciudadanía. Habla incluso de que la política «no se atreve a enfrentarse a los mercados», como si estos fueran un monstruo en lugar de ser el instrumento que nos da a todos de comer, empezando por la caterva política.
En Público ya no saben en qué postura sacar a Alfredo en primera para no repetirse demasiado, porque parece abonado, el hombre. «Toque a rebato en el PSOE», titulan, y subtitulan con una frase del candidato que pone los pelos de punta: «No me voy a dejar ganar». Estos, cuando deciden que no se van a dejar ganar, las organizan sonadas. Crucemos los dedos.
Ese diario de cabecera bilingüe, El Periódico de Catalunya, también va con el señorito, pero con otro matiz: «Rubalcaba cuestiona los ajustes de Zapatero». Para quien no lo sepa, los ministros se hacen colegiadamente responsables de las decisiones adoptadas en Consejo de Ministros (o dimiten: pero eso aún no se ha visto), con lo que Rubalcaba ahora cuestiona a Rubalcaba. Y eso es lo único que hace bien.
Hasta Jesús Maraña, director de Público, pone el dedo en la llaga en su billete de ayer, «Ganas de ganar» o ‘quitapenas’: «Cualquier medida que proponga tendrá la misma respuesta fulminante: ¿y por qué no lo hizo desde el Gobierno?».
Los sindicatos, probablemente la institución singular que más ha hecho por perpetuar el paro en España, están a la altura de las circunstancias, nos informa la Cadena SER. No, no es que propongan reducir el número de liberados para aliviar la carga de las empresas o contribuir a la productividad, y tampoco están por disminuir su enorme patrimonio, abandonar las costumbre de ‘reunirse’ en restaurantes de lujo o planear las huelgas en cruceros, no: «IU propone gravar las primas bancarias y los sueldos altos». Estos tíos son impermeables a la realidad, en serio.
OCUPA WALL STREET
Alberto Recarte se ha cansado de decirlo: sólo hay una salida, y es exportar. Pero lo que ahora exporta España es, al parecer, indignación, que se paga fatal. «Vinimos para transmitirles la experiencia adquirida en Madrid» es el titular de una entrevista a una ‘indignada’ patria que ha ido a Nueva York a eso mismo en las jornadas neoyorquinas de Ocupa Wall Street. Como allí son algo más respetuosos con la legalidad que aquí, la broma se ha saldado con 700 detenidos y subiendo. ‘Público’ abunda en noticias sobre ésta y otras indignaciones. ‘Las protestas contra Wall Street suben de tono en Nueva York’, nos informa, relamiéndose. Su esperanza es la revuelta, porque en las urnas lo llevan fatal.
La comparación con el 15-M es inevitable: la protesta del Ocupa Wall Street es tan descerebrada, o más que la de nuestros ‘indignados’ condicionales. Están todos los ingredientes: masas de antisistema -sin oficio ni beneficio, en una abrumadora mayoría-, ‘perroflautaje’, bongos, ideas dispersas y a veces contradictorias, higiene cuestionable, lemas a cual más idiota y, naturalmente, el ‘apoyo moral’ de los sospechosos habituales como Michael Moore o Susan Sarandon, que no se pierden una. Ya saben: los malos son las corporaciones, nunca esa megacorporación que nos quita nuestro dinero a mano armada, gasta como un marinero borracho y puede enviarte a los guardias, un privilegio que Goldman Sachs todavía no ha conseguido.
El País nos lo quiere explicar en «¿El ‘otoño norteamericano’?», pero sin pasarse. Así, nos cuenta que «El 15-M neoyorquino arrancó el pasado 17 de septiembre con una llamada lanzada desde la revista canadiense de cultura alternativa ‘Adbusters’ a ocupar Wall Street». Omite, quizá para no aturdir a su lector, que en la última década la Adbusters Media Foundation ha recibido más de 300.000 dólares del coloso progresista conocido como Tides Foundation, que a su vez se ha lucrado con la inagotable ayuda de ese paladín de causas progres, el financiero George Soros, a través de su Open Society Institute.
No, mejor esto: «Tras la espectacular detención el sábado de otras 700 personas en el puente de Brooklyn, se ha vuelto imposible negar lo obvio: el descontento social que tomó las plazas españolas, las ciudades griegas y las calles israelíes también ha llegado a Estados Unidos». Es decir, como los Estados se han endeudado muy por encima de sus posibilidades, mintiéndonos con toda la boca en el proceso, y cada vez son más los que prefieren vivir de la teta estatal, esto se arregla por el muy eficaz sistema de no lavarse y tocar los bongos mientras se acusa a las ‘corporaciones’ de habernos robado el dinero. La pregunta que me gustaría hacerles a estos ‘proletarios’ de mentirijillas es, naturalmente, ¿qué dinero?
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