Una de las expresiones que más me divierten de esa forma de misantropía conocida como izquierda es la de las contradicciones internas del capitalismo. Y no porque algunas variantes históricas del capitalismo no hayan tenido, como todo lo humano, sus contradicciones, sino porque la izquierda es una pura contradicción con patas. Digámoslo de una vez: todos amamos el capitalismo, la inmensa bendición que para el mundo ha sido y sigue siendo el libre mercado. Ha abolido el hambre allí donde ha sido adoptado, elevado la esperanza de vida y creado oportunidades antes inimaginables para cualquiera. Incluso los paniaguados del sistema, perdón, quiero decir los indignados de Nueva York, han encontrado la solución a su manifa en lo privado, dado que lo público estaba por disolverlos a porrazos. Su permanencia en el Parque Zuccotti, a tiro de piedra de todas partes, se debe a que este espacio es privado, ya que los parques públicos se cierran a las diez de la noche. La propia izquierda mediática, nuestra vieja amiga, es testimonio de todo esto que digo. Sus popes son emprendedores dedicados a vender un producto que ataca la libertad misma que les da de comer. Por favor, si Roures es un empresario multimillonario y Prisa es propiedad de un fondo de inversión norteamericano… Es una farsa carcajeante. Pero se traicionan constantemente.
STEVE JOBS HASTA EN LA SOPA
Prueba A: Steve Jobs. La Prensa roja babea con el difunto fundador de Apple, que viene a ser como si El Alcázar del posfranquismo ensalzara a Pol Pot. Pero la revolución necesita para coordinarse las innovaciones del capitalismo y su facilidad para ponerlas al alcance de todos. «Se busca nuevo Jobs», suspira Público, con el subtítulo: «El fundador de Apple será difícil de reemplazar por su carisma y su olfato tecnológico, estético y comercial. Ahora existen pocos innovadores de garaje. Y menos que existirán, Maraña, mientras vuestro bienamado Estado siga poniendo palos en las ruedas de los emprendedores y los intelectuales sigan haciendo sospechoso el nombre de empresario. La idea de que Jobs es mero producto de sus genes y su educación, y que lo mismo puede montar Apple en Estados Unidos que en España no se sostiene ni cinco segundos.
La opulencia que ha traído el mercado es lo que permite que filósofos como Toni Negri encuentren su nicho y digan en Público cosas como esta: «Está claro que el funcionamiento del mercado ha caído. En los años ochenta se pensaba que el sistema capitalista de mercado era el único camino, pero el sistema neoliberal está revelando su verdadera cara, la de la tragedia misma para el propio mercado» —Habrá violencia, enfrentamientos y conflicto–. Negri es un hombre de izquierdas, es decir, partidarios de esos regímenes que demostraron con carretadas de miseria y opresión que lo que de ningún modo funciona es el no-mercado al que, por cierto, deberían llamar por su nombre: imposición. Pero me estoy desviando de lo importante que, para el rojerío patrio, es una cuestión menos elevada y más urgente: los garbanzos. O, dicho de otra manera, que viene el PP y se nos acaba la bicoca.
RUBALCABA Y LAS PROMESAS
«Rajoy cierra el cónclave del PP sin una sola propuesta«, reza El País en la noticia que abre el diario. No sé qué tiene más mala intención, si la idea en sí, el hecho de sugerir que en el PP nombran Papa o incluir a modo de acompañamiento esta otra noticia: «Rubalcaba plantea adelgazar todas las administraciones públicas». Alfredo sigue jugando a la amnesia con verdadera desesperación. Total, no va a tener que cumplir ninguna de sus promesas, con lo que puede permitirse prometer unicornios para todos.
CUMPLIR LOS PROGRAMAS
No es que esperásemos que El País o Público fueran a abrir con las encuestas que pronostican la saga-fuga del partido aún en el Gobierno. Público insiste en su primera, dedicada al «Pillaje en las cajas», en que Rajoy evita compromisos concretos, por debajo de «Un político, un sueldo«, propone Rubalcaba. También El Periódico de Catalunya saca a primera que «El PP cierra su convención en un ambiente de euforia pero sin enseñar el programa electoral». No entiendo esa obsesión por las medidas concretas, como si los partidos cumplieran siempre los programas, las condiciones no obligaran de continuo a medidas impensadas o fueran las políticas detalladas las que decidieran el voto. Ahora que lo pienso, esta prensa no mostró otra cosa que un entusiasmo quinceañero por un candidato americano, Barack Obama, cuyo mensaje se reducía a algo tan concreto como esperanza y cambio.
DESDE LEJOS SE HUELE EL PÁNICO
El pánico se huele en la hoja impresa. No hay nada, por ridículo que sea, que no intenten para echar un poco de basurita que palíe el triunfo de la derecha, ya sea la empleada del hogar tagalohablante que busca Lucía Figar -tema inconmensurablemente más importante que las reuniones del ministro de Fomento en gasolineras con empresarios imputados-, o el hecho de que IU difunda un vídeo contra el «ataque» de Aguirre a la marea verde. No he tenido tiempo de verlo, pero apuesto a que no comentan las bondades del mercado que les ha permitido comprar camisetas antiEsperanza a dos euros y revenderlas a sus ingenuos partidarios por cinco.
A mí, qué quieren que les diga, me conmueven estos empresarios marxistas, estos diputados comunistas que dan un empujoncito a la economía financiera invirtiendo 300.000 euros en fondos, estos rojelios que organizan un conferencia con el feroz anticapitalista Toni Negri y la retransmiten urbi et orbi mediante Twitter, esa red social creada por el Gobierno cubano -alerta, ironía-. Al final, saben bien de dónde les vienen los garbanzos y están reaccionando al descenso en picado en la demanda de lo que venden: utopía y botín público.
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