Que un tipo obeso pretenda que no está tan gordo como dicen puede dar lugar a una entretenida y edificante discusión. Es cuando afirma que tiene un grave problema de anorexia y está en los huesos que su interlocutor se queda sin palabras. Que la izquierda miente compulsivamente es casi la razón de ser de esta sección; pero sólo en momentos de desesperación se atreve a decir cosas que hasta el más descerebrado vería contradictorias.
Especialmente contradictorio estuvo ayer Iñaki Gabilondo en su homilía de la SER, «Grandeza y redaños». Visto que la gran baza del PSOE ante el 20-N no ha tenido el resultado apetecido -sin novedad en la intención de voto-, los mamporreros del Partido Socialista le buscan las vueltas.
La tesis de Iñaki parece ser que «la derecha de la derecha» (ultras, extrema derecha… ¿para qué se molestan, si ya sabemos que para ellos la derecha sólo deja de ser radical cuando les da la razón?) es la única que no se alegra del fin de ETA, porque siempre ha sostenido que ETA y la izquierda ‘abertzale’ son la misma cosa. Y, claro, ahora ven que «ETA lo deja y la izquierda ‘abertzale’ se muestra toda rozagante, incluso crecida en sus expectativas».
Sí, ya sé que es un poco absurdo. Y he dicho ‘parece’ porque, aunque lo dice con total claridad en la primera parte, no deja de contradecirse en la segunda: «La izquierda abertzale no ha sido democrática nunca»… «acostumbrada a vivir con el apoyo del matonismo». Vaya, así descrito sí parecen dos partes de una misma cosa, Iñaki, tienes que esmerarte.
Que ETA cambie de estrategia -¿disolución? Ni una palabra- no sólo no es contradictorio con el triunfalismo de su rama ‘legal’; es lo esperable. Si hay triunfalismo es porque han triunfado, porque están en las instituciones, porque ya hablan de referéndum, porque pronto hablarán de presos y otras condiciones.
RÉDITO ELECTORAL
Manuel Rico, subdirector del diario de Roures, comenta en su billete «Idiotas»: «Tomar a los ciudadanos por idiotas es, por ejemplo, asegurar ahora que no hay que hablar de ETA para no hacerle la campaña a la izquierda abertzale cuando uno pertenece a un partido que lleva hablando de ETA sin parar e intentando sacar rédito electoral del terrorismo exactamente desde el 11 de marzo de 2004».
Y ahora es cuando siento que Rico me toma por idiota. Lo de «sacar rédito electoral del terrorismo» es algo que la izquierda, por vergüenza torera, haría mejor en no comentar, después de aguantar dos legislaturas de un partido socialista que llegó a La Moncloa explotando incesantemente un atentado con cientos de muertos.
Almudena Grandes, la escritora que hace gracietas con la violación de monjas, sostiene en su columna de El País, «Naturalmente«: «Menos mal que no soy votante del PP. De lo contrario, en este momento no sabría a quién voy a votar en realidad». Es curioso que lo comentes, Almudena, porque estaba pensando lo mismo con respecto al votante del PSOE. ¿A quién estará votando, al Rubalcaba oscuro de los GAL, al señor Pérez que puso su firma en el mayor recorte del Estado del bienestar de nuestra historia, o al afable Alfredo Punto Hood, que va a quitarle el dinero a los ricos para repartirlo entre todos los demás? Qué misterio.
ETA siempre ha sido un problema para la derecha y un problema de la izquierda, y aquí las preposiciones son esenciales. Para la ciudadanía y para la derecha, ETA era un azote y un desafío. Para la izquierda, eran unos descarriados que ponían de manifiesto la vena antidemocrática del rojerío, que la revolución nunca llega por las urnas.
Y no es que no quieran desprenderse de esa asociación, cayendo en nuevos y carcajeantes disparates: «La historia transmitida y el panorama internacional convertido en noticia han abonado la creencia de que la violencia es necesaria para conseguir determinados objetivos. Vemos que no es así», comenta Carmen Magallón, directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz, en una tribuna de Público, «Justicia, memoria y reconciliación tras la violencia».
¿Vemos que no es así? Es gracioso leer esto en el diario de un trotskista (¿Trotsky llegó al poder en unas elecciones? No lo recuerdo…). Para el propio Marx la violencia es la partera de la historia, y cualquiera que medite hasta dónde han llegado las concesiones a los nacionalistas podrá concluir por su cuenta si la violencia es o no necesaria para alcanzar determinados objetivos.
NEOLOGISMO
¿He dicho ultra? Otro neologismo más divertido en la izquierda es el de neo, como en neoliberal. Conozco a verdaderas turbas de liberales, conservadores, libertarios y tradicionalistas, pero aún estoy por conocer a un neoliberal, quizá porque sólo existen en la literatura izquierdista. «Nacionalismo neoliberal» es el titular del editorial de El País, en el que glosa las medidas de contención del gasto que está aplicando Artur Mas en Cataluña y que son, naturalmente, neoliberales.
En realidad son desesperadas, sencillamente, y cuanto antes El País y cualquier medio de comunicación responsable dejen cinco minutos de hacer ideología para informar tendrán que contar a la gente que debemos hasta la manera de andar y que estamos al borde de la ruina.
No es que no haya Gobiernos neoliberales; es que ni siquiera los hay liberales. A los gobernantes les gusta más manejar fondos públicos que a un tonto una tiza, y si tienen que recurrir al sector privado es porque, en palabras de Margaret Thatcher, el socialismo dura hasta que se acaba el dinero… de los demás.
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