«Nunca entendimos muy bien por qué la socialdemocracia no había salido favorecida por una crisis ocasionada por el pensamiento antagonista», se exaspera Iñaki Gabilondo en su prédica diaria en Cadena SER, «Cómplices«. A ver si va a ser, Iñaki, que la crisis no vino ocasionada por «el pensamiento antagonista» (el omnipresente coco del neoliberalismo), sino por ese compadreo del poder nodriza y las grandes finanzas conocido por socialdemocracia. No sé, apunto.
Es desconcertante ver cómo el hombre prefiere sus pequeñas teorías a la realidad y se aferra a ellas con tanto empeño que, cuando la realidad las contradice, prefiere renunciar a la realidad y seguir con la ideología. La crisis de la izquierda marxista no se produjo con la caída del Muro, sino mucho antes, cuando el comportamiento de la sociedad empezó a contradecir clamorosamente todas las profecías del señor Karl, cuando el proletariado fue subsumiéndose en la clase media y prosperando justo allí donde los mercados eran más libres. Pero los socialistas enragés no cambiaron de modelo, sino que manipularon la realidad y se buscaron otras clases oprimidas (razas, sexos, orientaciones sexuales).
LOS EXCESOS GRIEGOS
Al modelo socialdemócrata le sucede otro tanto. Sarkozy leyó el responso del capitalismo tras la caída de Lehman, pero lo que había caído no era exactamente el mercado, y en unas economías controladas casi a la mitad directamente por los Estados es difícil pretender que los ‘financieros’ van por libre. Sin embargo, podía presentarse como una consecuencia del ‘capitalismo salvaje’. ¿Por qué, entonces -preguntamos con Gabilondo- no se vio favorecida la socialdemocracia?
Una pista: la crisis que vino inmediatamente después fue una crisis de deuda. Grecia, la que ahora se plantea rechazar el enésimo rescate y declararse de una vez en quiebra. ¿Tendrá, Iñaki, algo que ver la ‘socialdemocracia’ con todo esto? ¿Has leído sobre los excesos del Estado del bienestar heleno?
Pero preferimos, dónde va a parar, nuestros pequeño esquema. Sigue Iñaki: «De una crisis que había puesto de manifiesto que la política estaba sometida a los grandes mercados no salió una alianza política-sociedad para neutralizar ese poder». ¿Poder? En los mercados hay miles de operadores, no una cábala de personajes con un intereses comunes. Eso es de cómic, Gabilondo, una visión infantil indigna de un periodista tan veterano. «Tenemos que unirnos contra ese poder que nos está imponiendo las reglas». Oh.
Nacho Escolar también pontifica desde su cátedra ideológica de Público y la web: «Bajar impuestos es suicida». Nada de inconveniente, ni siquiera nocivo: directamente suicida.
«Mariano Rajoy propone rebajar los impuestos para salir de la crisis. ¿Más aún? Algunos datos para entender el debate. España es, junto a Irlanda, el país de la Europa occidental con menor presión fiscal: el 31,5% en 2010 frente a la media de la UE, que ronda el 40%», dice Escolar el Chico, y añade que es «un porcentaje engañoso» —Terror en los mercados–. Lo es, Nacho, entre otras cosas porque nuestra economía no es la alemana o la francesa.
La cosa es así: hemos gastado más de lo que hemos producido. Hay que producir más. La que produce es la sociedad (el mercado, ay), no el Estado, de modo que bajar los impuestos permitirá a los agentes productivos disponer de más fondos para crear riqueza. Sencillo, ¿verdad? Pues no, lo que hay que hacer es subir los impuestos para que estemos todos a la cuarta pregunta y la riqueza quede en manos de ese agente que ha demostrado ser tan, tan sabio con los caudales: el Gobierno.
De tanto pasear por la izquierda uno acaba cogiendo cariño a las personas, y siempre me he resistido a creer a muchos de mis colegas cuando insisten en que en el núcleo del pensamiento de izquierdas está el odio. La realidad -otra vez la maldita realidad- me lo está poniendo difícil. Porque difícil es detectar argumentos, por ejemplo, en la columna de Público de una Luna Miguel («Being Mariano Rajoy«), y si bastante odio explícito:
«Twitter se puso una de las caretas más escalofriantes -no sé si por lo ridículo del rostro o lo amenazante del gesto- que pueden existir en este mundo. Las hay más feas, seguro, pensé, pero esta da tanto miedo, me dije: qué asco, me dije: es peor que el rostro muerto de Gadafi, que el rostro cómico de Aznar, que el rostro de un payaso de esos de las pelis de miedo, me dije: qué impresión ver su rostro cual carátula de la película Being John Malkovich».
Creo que adivinan de quién habla. Y lo aclara:
«Admiro mucho a El Puto Amo y a todos los Twitteros que dieron pie a esta iniciativa y Odio mucho al equipo de Mariano Rajoy».
Gracias, todo aclarado.
El diario global, ya saben, el del financiero Berggruen, editorializa con lo que ya dijimos sería una de las grandes consignas de la izquierda: «Programa dudoso’» Debo aclarar que las dudas de El País no las concita ese cuento de hadas que se ha sacado Rubalcaba no de su larga experiencia, sino de un enloquecido corta y pega de ignotos manuales revolucionarios. «El programa popular parece más diseñado para alcanzar el triunfo electoral a lomos del desgaste del Gobierno que para motivar a su electorado con propuestas concretas». El de Rubalcaba, hay que reconocerlo, está diseñado para la derrota
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