Falleció tras haber escrito su último artículo

Perfil: Javier Pradera, el gurú ideológico del Grupo PRISA

Máximo exponente del felipismo mediático

«Entreténemlo y dale conversación, que es uno de los tíos más listos de España», le dijo Juan Luis Cebrián, joven director de El País, a su adjunto, José Luis Martín Prieto en 1976, según relato de este último. Ese «tío tan listo» era un hombre alto de ilustre apellido que iba a convertirse en editorialista del diario más vendido de España.

El Huerfanito

El histórico columnista de ABC, Jaime Campmany, entrañable enemigo de Javier Pradera, se refiría a él siempre con el mote de ‘el Huerfanito’, según Campmany porque Pradera «se dedicó durante toda la postguerra a exhibir la desgracia que suponía haber perdido a su padre y a su tío durante la guerra civil española. Víctor Pradera había sido el líder del derechista partido Tradicionalista (Carlista) durante la Segunda República y se alió al grupo de José Calvo Sotelo en el Bloque Nacional, que se enfrentó al Frente Popular de todas las izquierdas en las elecciones de 1936. Ni Calvo Sotelo ni Pradera saldrían vivos a ese año.

Con esa trayectoria todo parecería indicar que Javier Pradera se convertiría en uno de los principales adeptos a la dictadura del general Franco. Abogado, ganó oposiciones al Cuerpo Jurídico del EJérico del Aire ganando lo que podría haber supuesto un trabajo cómodo por décadas, pero Pradera decidió sacrificar todo aquello por la defensa de uno de sus principales valores: la libertad.

En el PCE

En 1956 el nombre de Javier Pradera saltó en toda la prensa nacional, al ser identificado como cabecilla de la revuelta universitaria de ese año dirigida desde la sombra por el dirigente del PCE ‘Federico Sánchez’ (Jorge Semprún). La noticia fue muy relevante porque los cabecillas de aquella movida tenían ilustres apellidos vinculados con el franquismo como Dionisio Ridruejo, José María Ruiz Gallardón o el propio Pradera. Pero conforme en los años sesenta Semprún era expulsado del PCE por discrepancias con Santiago Carrillo, Pradera se iba alejando del comunismo. Semprún y Pradera han demostrado su amistad y respeto mutuo en sus distintas publicaciones.

En los primeros años de democracia, al crearse el diario El País, Jesús Polanco le convirtió en el editorialista del periódico y en el jefe de la sección de Opinión, logrando los editoriales escritos por Pradera la mayor influencia que ningún otro editorial del resto de periódicos. El director de Diario 16, Pedro J. Ramírez, intentó imitar el ejemplo de El País con Pradera y puso al frente de la sección de Opinión de su diario a otro antiguo militante del PCE y viejo amigo de Pradera cuyos apellidos también alcanzarían gran importancia en el mundo periodístico: Federico Jiménez Losantos.

A pesar de su pasada amistad Pradera y Jiménez Losantos acabarían confrontados por sus alineamientos políticos y es que a partir de los años ochenta Javier Pradera tomaría partido claramente a favor de un político: Felipe González, llegando a ser considerado un invitado habitual de ‘la Bodeguilla’, aquella sala monclovita donde González charlaba con sus afines. Lo cual no significa que político y periodista estuvieran siempre de acuerdo: ‘¡A ver, vosotros que sois tan listos, arreglar los problemas del país!’ le examó González en una ocasión.

El máximo exponente del felipismo mediático

Pradera se lo jugó todo en el referendum de la OTAN en 1986, en el interés de la política europea Felipe González tuvo que cambiar de opinión y pedir el ‘Sí a la OTAN’. A pesar de su antigua militancia comunista, Javier Pradera apoyó la postura felipista y también hizo campaña a favor del ‘Sí’, lo cual generó muchas críticas dentro del propio El País. Pradera resolvió la crisis dando el portazo y abandonando sus cargos en el periódico, casi al mismo tiempo que lo hacía por motivos similares Jiménez Losantos en Diario 16. Sin embargo, mientras el turolense se pasó al «ABC», Pradera reapareció dos años después firmando artículos en El País y a pesar de que se había asegurado que el periodista había firmado que nunca iba a volver a hacerlo en aquella casa. Ahora Pradera pasaba a ser miembro del consejo de Administración del Grupo PRISA coincidiendo con ilustres figuras españolas como Ramón Mendoza o el Duque del Alba.

Aunque fuera únicamente columnista y no periodista, Javier Pradera se mantuvo como ‘gurú ideológico’ del periódico y uno de los principales líderes de opinión del momento, con artículos mordaces e ingeniosos, hasta el punto de que se llegó a asegurar que era Pradera quién marcaba la agenda del PSOE. El propio Rodríguez Ibarra denunciaría públicamente que los Comités Federales parecían seguir las indicaciones que ese día había marcado en su columna Pradera. El nombramiento de Jorge Semprún como ministro por parte de González, también fue considerado por algunos fruto de la influencia del periodista. Aunque Pradera centraba sus críticas en dirigentes del PP como Francisco Álvarez Cascos, los críticos al felipismo en el PSOE como Enrique Múgica, Peces Barba o, por encima de ningún otro, Alfonso Guerra, fueron fruto de sus críticas. Otro político al que Pradera fustigó en los noventa fue al líder de Izquierda Unida, Julio Anguita. El político llegó a acusar públicamente a Pradera de no ser un periodista, sino «un recadero de Felipe González».

Al servicio de PRISA

Tras la llegada del PP al poder se produjo una de las mayores guerras mediáticas, al mezclarse la entrada de la televisión digital (Vía Digital de Telefónica vs Canal Satélite Digital de PRISA) con el oscuro ‘caso Sogecable’ en el que el juez Gómez de Liaño intentó sentar en el banquillo al presidente del Grupo PRISA, Jesús Polanco. Javier Pradera salió entonces en defensa de su patrón, y cargó las tintas contra todos los que le acusaban, en especial contra los periodistas de El Mundo: García Trevijano, Casimiro García Abadillo (al que llegó a acusar de xenófobo por meterse con el juez argentino Bacigalupo), el comunista Javier Ortiz y, naturalmente Pedro Jota Ramírez. Ortiz le contestó en una ocasión con la frase: ‘la cantidad de dinero que se ahorraría Polanco si supiera escribir’. También desde «Hoy por Hoy» Pradera lanzó importantes dardos Pedro Jota y su grupo, a los que trataba de ligar con los escándalos de Mario Conde, De la Rosa y Villalonga.

Retirada paulativa

Tras la mayoría absoluta del PP en 2000 Pradera dimitió como miembro del consejo de PRISA y aunque mantuvo sus colaboraciones de El País y la Ser, y con ello su influencia. Fue él quién denunció tras el 11-M que Aznar había presionado a El País para que dijera en su titular que el atentado había sido obra de ETA y no de Al Qaeda. El propio ministro portavoz en funciones, Eduardo Zaplana, se dirigiría a la SER para replicar la información.

Con la llegada de Rodríguez Zapatero al poder, vino el cambio generacional con la llegada de Javier Moreno a la dirección de El País, en mayo de 2006, entró la nueva generación de PRISA. Félix Monteira o Ernesto Ekaizer abandonaban el periódico, Haro Tecglen había fallecido un año antes. Pradera quedaba en segundo plano, publicando artículos semanales, y apenas intervenía alguna vez en CNN Plus con Antonio San José o José María Calleja.

Una de sus últimas polémicas se produjo en 2009 con motivo de la condena al director de la SER, Daniel Anido por una demanda del PP por «revelación de secretos», Javier Pradera intervino nuevamente en defensa de sus compañeros de PRISA, motivando una respuesta del portavoz del PP, Juan José Güemes.

Su última aparición en televisión fue con motivo de la muerte de su gran amigo Jorge Semprún el pasado junio. Seis meses después Javier Pradera ha dicho adiós tras publicar su último artículo para El País, «Al borde del abismo«. El fin de Pradera pone de manifiesto un fin de etapa generacional en periodismo, en un momento en el que los grandes columnistas de referencia, aquellos cuyas plumas podían derribar a políticos, han ido siendo reemplazados por los tertuliano vehementes, situación fruto de una profesión en constante evolución.

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Autor

Juan F. Lamata Molina

Apasionado por la historia en general y la de los partidos políticos y los medios de comunicación en particular.

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