Del capitalismo puede decirse como de la vejez: sí, tiene muchos inconvenientes, pero uno lo prefiere a su alternativa. Pensaba en esto leyendo en Público que «Los indignados reclaman una huelga general contra el capitalismo«.
Ya, ya sé que esto es una anécdota, que los indignados sólo siguen esporádicamente en el candelero porque la izquierda mediática tiene interés en que así sea aunque se reúnan menos personas que en muchos cumpleaños y que su papel de representantes del pueblo quedó bastante en ridículo tras unas elecciones que dieron la mayoría a su bestia negra, el Partido Popular. Pero lo de organizar una huelga general contra el capitalismo me ha parecido un disparate, además de regocijante, significativo.
Es significativo porque el mensaje que está filtrando la izquierda mediática es que la crisis que vivimos es, precisamente, una crisis del capitalismo -nada que ver con un Estados que se ha endeudado muy por encima de sus posibilidades, no-, y porque lo que ha perdido el PSOE no lo ha ganado sólo el PP, sino también una Izquierda Unida que parecía archivada en el basurero de la Historia.
En la peculiar convocatoria, Rafael Flores, miembro de la asamblea de trabajadores de Vallecas, ha exigido al futuro Gobierno que cambie de rumbo y que no haga políticas en favor de la empresa, de los mercados y, sobre todo, de lo que dice la Merkel, informa Público. Quién contrata a los parados sin empresas ni mercados es algo que no dice Flores. Imaginamos que el Gobierno, ahora que le sobra el dinero.
Aunque no parecen ir por ahí las ideas de Rajoy, cuya declaración «España no está para fiestas» abre la edición de ayer del otro diario progresista. Por cierto que la idea de que alguna vez triunfe esta tesis debe dar sudores fríos a los dueños de El País. El buque insignia puede coquetear con los antisistema porque eso queda chic, pero nada más, porque ellos son el sistema. Y se lo creen.
El otro día regañaban a Angela Merkel porque no daba una a derechas con esto de los eurobonos y ayer le leía la cartilla a su filial política, el PSOE. Después de todo, que el órgano de Prensa de un fondo americano de inversión actúe como patrón de un partido socialista no es más extraño que ver a un Gobierno socialista despidiéndose con el indulto de un banquero.
«La gestión y la forma de gobernar del presidente José Luis Rodríguez Zapatero ha colocado al Partido Socialista al borde de la catástrofe», dice el editorial — ¿Nadie es responsable? — como si Prisa no tuviera nada, pero nada que ver con el triunfo y la continuidad del nefasto personaje. «Porque no ha sido únicamente la crisis económica lo que ha provocado el descalabro electoral de los socialistas; ha sido la conjunción de la crisis con una forma de gobernar que, frívola en tiempos de bonanza, se convirtió en temeraria para el país y para el propio Partido Socialista cuando comenzaron las dificultades.
Responsabilizando por entero a la crisis económica, Rodríguez Zapatero demostró que sigue siendo tan reacio a reconocer errores como cuando, ayudado por la fase expansiva del ciclo, confundió deliberadamente las ocurrencias populistas con las medidas socialdemócratas o cuando creyó que la crisis se solventaría con políticas de imagen». ¿Quién les ha escrito el editorial, María Dolores de Cospedal?
El destino del PSOE también absorbe a los chicos de Roures, que abren su diario con otra frase, esta de Zapatero: «Es la hora de los militantes». Se conoce que en el PSOE los militantes tiene una hora cada ocho años. Manuel Rico, subdirector, le dedica el billete con que abre la sección de Opinión, «Escuchar a las bases«. Empieza, como es de rigor, con el palo: «La primera reacción de la cúpula del PSOE a la hecatombe electoral del 20-N fue decepcionante. Ni atisbo de autocrítica en el discurso de Zapatero la noche del domingo y un coro de voces en los días siguientes que parecían destinadas a cerrar el debate sucesorio antes incluso de convocar el 38 Congreso».
A quien también le ha parecido fatá, fatá la reacción socialista en la noche electoral es a esa gloria del socialismo español, el hermano de miemmano, Alfonso Guerra, que se ha despachado a gusto en la cadena amiga. A don Alfonso le preocupa, aún más que el descalabro electoral, que la noche electoral la dirección no diera cuentas, según declaró en la Cadena SER.
Guerra, que me perdone, suena bastante al Abuelo Cebolleta reconviniendo a «estos jóvenes» que no saben hacer la «o» con un canuto. La SER, quizá para no ir contra el lema implícito de Prisa -«insustancial, pero aburrido»-, titula con una sosada tan jugosas declaraciones. Me parece más divertido, modestamente, el elegido por esta casa: «Esto de jovencitos al poder y las mujeres primero, no es una buena técnica». Debe referirse a Rubalcaba. En cualquier caso, le retrata. En vez de «declaró Guerra» habría que escribir ‘masculló’.
Y no es que el rojerío periodístico olvide que su primordial misión es darle palos al PP antes incluso de que pise poder. Ahí están estos sabrosos titulares de Público, uno detrás de otro: «Tres años y medio prometiendo milagros» (no como lo del pleno empleo de Zapatero) y «El Gobierno que nos espera», que me ha sonado a cuando mi madre me decía «verás la que te espera cuando llegues a casa». Sí, van por ahí. El primero empieza con estas palabras: «Rajoy asegura ahora que no tiene una varita mágica», lo que debe significar que antes presumía de tener los poderes de un Harry Potter.
La izquierda no se entera, de verdad, lo digo sin acritú. Ahí está Ignacio Ramonet, entrevistado en Público («¿Qué pasará cuando los sacrificios no acaben con la crisis?»), que nos asegura que, para solventar la crisis, «hay que volver a planteamientos keynesianos». ¿Volver? ¿Cuándo hemos tenido otros? ¿De dónde ha salido la impagable deuda de los Estados, sino del keynesianismo ortodoxo convertido en la fiesta sin final de nuestros gobernantes?
Pero para demostrarnos que estas menudencias no distraen a la izquierda de lo verdaderamente importante, Público nos informa de que «El Instituto Andaluz de la Mujer alerta del sexismo de Crepúsculo», denuncia que por sí misma justifica sobradamente el presupuesto, cargos e influencia que pueda tener esta imprescindible agencia; mientras que en El País, Milagros Pérez Oliva («¿Mujeres vestidas, hombres desnudos?») pone el dedo en la llaga del problema crucial de nuestro país: «Un texto sobre once candidatos a ser ministro aplica criterios diferentes en el caso de las mujeres». Atiende, Angela, y déjate de eurobonos y otras zarandajas.
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