La Prensa al uso reprodujo, casi al pie de la letra, los mismos reportajes que el año pasado y el anterior y el anterior
Me deshice del GPS harto de que me llevara la contraria. Lo programaba para una dirección, cambiaba de planes y el pobre no paraba de decirme que diera la vuelta en el cruce siguiente.
Juraría que su voz se volvía suplicante, desesperada, a medida que me distanciaba más y más del destino fijado en sus circuitos.
Sin ánimo de enmendarle la plana a Benedicto XVI, para mí que el problema del pensamiento único no es meramente relativizar lo absoluto, sino también absolutizar lo relativo. El problema del ‘progreso’ consiste en que es la alabanza del mero avanzar, aunque sea hacia el abismo.
Adelante, detrás, un, dos, tres
«El avance de la mujer sufre un frenazo» es lo bastante importante, a juicio de ‘El País’ -el diario de autorreferencia español-, como para entrar en su codiciada primera página, debajo de «Sarkozy anuncia un pacto con Merkel para ‘repensar y refundar’ Europa».
He leído en alto el titular y una compañera de la sección ha preguntado: «El avance, ¿hacia dónde?».
Buena pregunta.
El tema da para una página-sábana en el diario de Liberty, pero podría quedarse en lo que cabe en un billete de metro, porque es el mismo y desesperante quejido de los que han hecho de la queja una lucrativa profesión.
La melodía nos la conocemos, porque llevan tarareándola casi un siglo: todas las diferencias entre hombres y mujeres son ‘constructos culturales’ (y ustedes perdonen el palabro), de modo que si los resultados no son idénticos, algo falla.
Leemos:
«[E]l tiempo que destinan hombres y mujeres al cuidado del hogar y la familia. En 2002, ellas dedicaban, de media, 4,5 horas al día al hogar y los hombres 2,06 horas. En 2010, pese a su impulso en el mercado laboral, la mujer dedicaba 4,25 horas frente a las 2,28 horas del hombre, según datos del INE recogidos por el CES».
Veamos. Cualquier hombre puede tener tantos hijos como las estrellas del cielo y las arenas del mar sin siquiera saberlo, mientras que una mujer tiene a cada hijo nueve meses dentro de sí.
Eso tiene algunas consecuencias biológicas obvias. O que lo serían, si no viviéramos en el mundo de fantasía ideado por la progresía dominante.
La autora del reportaje no insinúa en ningún momento que quizá, tal vez, a lo mejor, es posible que las mujeres opten libremente por dar prioridad a su familia sobre su trabajo en mayor proporción que los varones.
Eso sería un pecado de leso feminismo por el que ‘El País’ no pasaría y que sería convenientemente anatemizado por todos los biempensantes. Lo evidente, como en la pesadilla de Orwell, está vedado.
Esta es la ideología fanática que la ex ministra Carmen Alborch proponía declarar Patrimonio de la Humanidad. Personalmente, prefiero la fiebre amarilla. Pero hay gustos para todo.
La cosa responde, asimismo, a algo que este Trasgo no se cansará de repetir: la izquierda se niega a reconocer que son el poder, que son el sistema. El Cervantes va a un tal Nicanor Parra.
Enrique García-Máiquez dice en este su periódico que «premiar a Nicanor Parra era cuestión de extraordinaria y urgente necesidad», y lo que opine García-Máiquez de poesía para mí va a misa.
Pero leer en ‘Cultura’ de ‘El País’ que «El Cervantes bendice la antipoesía» me chirría, como el antetítulo «El reconocimiento de un heterodoxo».
Siguen sin querer admitir que hoy lo ‘heterodoxo’ es la ortoxia y la ‘antipoesía’, la única poesía que gana premios y honores. De no ser así, García-Máiquez ya sería Premio Cervantes.
Retorciendo números
El otro día, por ejemplo, fue el Día Mundial de la lucha contra el Sida, y la Prensa al uso reprodujo, casi al pie de la letra, los mismos reportajes que el año pasado y el anterior y el anterior. Y no porque no haya noticias, e incluso buena noticias, sino porque estas contradicen de plano la narrativa progre.
El Papa es el mayor genocida por no bendecir el condón, de modo que luego no se puede añadir que los países africanos donde se está reduciendo la tasa de contagio es precisamente donde mayor es el número y la influencia de los católicos. La verdad, como siempre, es opcional.
Y todo así. Antes de ayer exultaba con los datos del CIS sobre el tan traído y llevado comunicado de ETA anunciando el fin de la banda armada.
Ustedes recordarán cómo la izquierda mediática lanzó un ataque preventivo, bayoneta en ristre, contra los comentaristas de la caverna que confesasen no haber celebrado con ‘champagne’ la buena nueva.
Quienes torcían el gesto y desconfiaban eran un hatajo de fascistas gruñones y, por supuesto, minoritarios.
Hoy, gracias al CIS, sabemos que son mayoría los españoles que no se creen el dichoso comunicado, como son los más quienes opinan que a los ex ETA, ni agua.
Bueno, pues ‘Público’ ha encontrado el modo de que no se le caiga la cara de vergüenza titulando:
«La mayoría de los españoles reconoce el papel del PSOE en el fin de ETA».
Sin comentarios.