Pero no, no lo era. La progrez no puede entender la súbita crisis, lo que es muy propio porque se basa en lo que llevan décadas negando.
No coincide el rojerío con sus prioridades. Para ‘El País’ -como para su dueño, Berggruen- lo importante es Europa: «Merkel y Sarkozy quieren un núcleo duro con fiscalidad común en la UE»; mientras que para ‘Público’, que debe ver la Tercera al alcance de la mano, va con el ‘escándalo Urdangarín’ –«La Familia Real se recorta» (noticia que tienen que desmentir en su página web)- y ‘El Periódico de Catalunya’, ‘fent pais’, abre con «El Sabadell da el salto». No les censuro. No es fácil dar noticias cuando la noticia nos la tienen que dar hoy y así vemos si hay acuerdo entre Merkel y Sarkozy o «esto explota y hay enfrentamientos en toda Europa», como ha amenazado el presidente de la República Francesa.
EL CASO DE LA CRISIS
La progrez no puede entender la súbita crisis, lo que es muy propio porque se basa en lo que llevan décadas negando, pero lo peor es que tampoco está dispuesta a que quienes la veíamos venir la entendamos. Es lo que ocurre con Ángeles Caso, que en su columna de ‘Público’, «Los sabios», nos asegura que «nadie la vio venir: ni los economistas que sostienen que la economía es una ciencia de leyes inmutables, ni los banqueros que ofrecían hipotecas con cuotas de 600 euros a gente que ganaba 1.000, ni los responsables de los organismos financieros que miraban hacia otro lado mientras se entretejían telas de araña insostenibles, ni por supuesto los gobernantes, mucho más interesados en el voto de hoy que en la decencia del mañana».
Eso te pasa, Ángeles, por leer sólo a los tuyos. Claro que se vio venir; es más, estaba cantada. Y, mira, si quieres «leyes inmutables» te diré una: ingresar 100 y gastar 200 acaba dando disgustos. Y otra, por el mismo precio: las deudas se acaban pagando. Pero no, es más fácil volver a poner ‘Inside Job’ en la pantalla y salir con el tranquilizador pensamiento de que nos han robado todo.
LA FÓRMULA GABILONDO
Es la misma amargura perpleja de Iñaki Gabilondo en su prédica de la Cadena SER «A la espera de las órdenes de Bruselas». Me parece especialmente aleccionador oír a Iñaki. Crecí con él siempre en pantalla, la imagen y la voz de la progresía infalible, sumo sacerdote de la Santa Transición. Nada de todo esto tenía que pasar si lo que nos decía Iñaki era cierto. Pero no, no lo era.
Estamos a la espera de lo que nos diga Rajoy, no cuenta Gabilondo, que a su vez está a la espera de lo que le diga la UE, que lo está de lo que digan Merkel y Sarkozy, que lo están de lo que decidan los mercados, que por último esperan qué tienen que decir las agencias de ‘rating’. ¿Y por qué te paras aquí, Iñaki? ¿Las agencias de calificación de solvencia escrutan, quizá, las entrañas de las aves o los posos del té?
Iñaki para aquí porque tendría que decir que las dichosas agencias miden la capacidad de los deudores -los Estados, en este caso- para hacer frente a sus obligaciones, y esta es más bien endeble. Y eso, a su vez -le estamos cogiendo el truco a la ‘fórmula Gabilondo’- llevaría a preguntarse por qué los Estados se han estado endeudando como ‘ludópatos’ lo que, horror, podría desembocar en un escenario de pesadilla, a saber: entender el origen de la crisis de deuda, justamente lo que tratamos de evitar a toda costa.
Y, cómo no, incurre en la hipérbole habitual, que un día de estos nos va a costar un disgusto, al escandalizarse de que nuestras sociedades, que se han opuesto siempre a las dictaduras (corramos un tupido velo sobre esta referencia, por caridad) «están aceptando con toda naturalidad una dictadura colosal, la dictadura de un poder virtual». La dictadura -lo han adivinado- de los mercados.
A ver cómo lo explico. El Gobierno más legítimo, puro y benévolo del mundo tiene un poder que nunca va más allá de las leyes de la naturaleza y debe, para hacer que se hagan las cosas, tener dinero. Si se endeuda y sus deudores se obstinan en no seguir prestándoles dinero, eso no significa la dictadura de estos -que, por lo demás, no tienen otra voluntad común que la muy comprensible de cobrar-, sino que el Gobierno respete su compromiso. Por lo demás, ni tú te lo crees; si estuvieras en una «dictadura colosal», Iñaki, no podrías estar diciendo lo que dices (ni ganando lo que ganas).
EN LA CULTURA DE LA POBREZA
Supongo que quien tiene la respuesta es Jorge Riechmann, un poeta a quien entrevista ‘Público’ bajo estas declaraciones como titular: «Hay que reivindicar la cultura de la pobreza». Oh, bueno, en eso estamos, Jorge.
No entraré a juzgarle como poeta en tanto mi crítico de poesía favorito, Enrique García-Máiquez, no se pronuncie; diré sólo que los versos que aquí se citan me conmueven tanto como la lectura del Tratado de Lisboa. Llámenme filisteo. Cito: «Una democracia que no se basa / en el autogobierno a todos los niveles / es un enorme fraude / un sistema productivo que funciona / como si los recursos naturales fueran inagotables / y la Tierra infinita / es una enorme estupidez».
Ahora, yo estoy de acuerdo con Riechmann, al menos en los primeros versos; a eso del «autogobierno a todos los niveles» me apunto, sobre todo al nivel personal. Lo sorprendente es que el hombre se dice comunista, y milita en Izquierda Anticapitalista, que no sé qué margen me dejaría para «autogobernarme» en cuestiones como la fiscal, por ejemplo. Sospecho que preferirían el ‘enorme fraude’.
Tiene publicado, sin embargo, un libro cuyo título me atrae poderosamente: ‘El día que dejé de leer ‘El País’.
Aunque sólo como un anhelo, que ya sé que está fuera de mi alcance. Y ahora mismo me meto con «Nuevo poder del euro», el editorial en el que el diario de Liberty sigue tratando el asunto que le tiene sin vivir en sí. Concluye: «Se puede argüir que la urgencia de la crisis justifica el dictado de Francia y Alemania.
Pero cuando desaparezca la coartada de la crisis quedará en evidencia el traslado de poder desde los Gobiernos nacionales (votados) hacia el eje franco-alemán, sin que en este proceso hayan tenido relevancia algunas instituciones como la Comisión o el Parlamento. Esta desviación atípica de poder forma parte de la salvación del euro, porque implica una designación implícita del árbitro que regulará la estabilidad de la moneda». ¿Entienden por qué prefiero volver a ‘Público’?