Como la izquierda hay que juzgarla siempre por sus intenciones y nunca por sus resultados, no puede existir ningún régimen de izquierdas en el mundo real. Es decir, los regímenes que la izquierda occidental jaleó en sus orígenes y demostraron -todo ellos- ser un infierno de opresión y miseria no eran, en definitiva, verdaderamente de izquierdas, aunque así se llamaran a sí mismos. Pasó con la Unión Soviética, a cuyos nostálgicos no es inhabitual calificar de conservadores, y pasa con ETA, a la que siempre se ha preferido calificar como fascista.
Por eso no es extraño que, muerto ese luchador contra la tiranía comunista checa que fue Václav Havel, El País pueda hacer varias noticias en torno al fallecido dramaturgo sin que la palabra izquierda aparezca en ningún momento, y sin recoger expresiones tan reveladoras de su pensamiento como que «la primera civilización global y deliberadamente atea del mundo está marchando hacia el desastre», porque Occidente «ha perdido su conexión con el infinito y con la eternidad». ¿Provida y humanista cristiano? ¡Quita, quita!
No, El País prefiere arrimar al ascua a su sardina titulando con estas presuntas declaraciones del ex presidente de Checoslovaquia: «Un político debe regir la economía«. Digo presuntas no porque tenga un motivo especial para desconfiar del redactor en este caso, sino porque en el texto aparece sin entrecomillar, a diferencia de otras frases literales del checo. Uno bucea y al final siempre encuentra algo que favorezca la línea de la casa.
Público es más parco, tanto en el titular «Muere Václav Havel, líder de la Revolución de Terciopelo» como en la ausencia de tribunas o columnas alusivas. No debe encontrar mucho que comentar, aunque sí encuentra espacio para alarmas tan mundiales como que «Cientos de personas denuncian la violencia neonazi en Alpedrete». No sé qué es menos noticiable en un diario nacional, si lo de «cientos» de personas, de «violencia neonazi» o lo de Alpedrete, dignísimo pueblo de la sierra madrileña pero felizmente alejado de los grandes circuitos de la actualidad. En cuanto a la «violencia» denunciada, no tengo que decir que arroja el trágico balance de cero muertos y cero heridos. Y algunas pintadas, eso sí.
DIFERENCIAS AL TITULAR PÚBLICO Y EL PAÍS
Tanto la izquierda mediática caviar propiedad de un fondo americano de inversión como la populachera del millonario trotskista Roures coinciden en su primera con (…) Urdangarín. Aunque los titulares, naturalmente, se adaptan a su línea formal. Para El País, «La Corona pidió a Urdangarín que buscase empleo fuera de España», mientras que para Público, «La Casa Real lo sabía». Es más informativo el primero, pero más impactante el segundo.
En El País, Soledad Gallego-Díaz vuelve a machacar con el mito que, como consigna soviética, llevan repitiendo en todas las tribunas desde que empezó la crisis. Lo hace en la tribuna «El reto de saber explicar», en la que discursea sobre el mensaje que los españoles esperamos de Mariano Rajoy en su investidura: «Tampoco sería de recibo que Rajoy lanzara un discurso, tipo Churchill, de «sangre, sudor y lágrimas», como si estuviéramos en guerra, porque no lo estamos. Y si lo estuviéramos, «el enemigo sería precisamente un mercado financiero desreglado que su partido ha defendido ardorosamente». Dos mitos en una frase: el del «desreglado» mercado financiero y la leyenda de que son las finanzas privadas las que, de algún modo, han obligado a los Estados a endeudarse.
No voy a hacer una encendida defensa de los mercados financieros o de su actuación en los últimos años. Acepto acríticamente la vulgata sobre la actuación irresponsable y la criminal avaricia de muchos de sus agentes. No me muevo en esos ambientes: que pregunten a su dueño, Berggruen, que se dedica a eso. Pero decir que están poco regulados son ganas de divertirse barato, e ignorar que los Estados se han endeudado como el Vázquez del 13 de la Rúe del Percebe es ir por la vida con anteojeras. Lo de culpar al acreedor es viejo truco en todos los deudores.
Más patética aún es la aparente ignorancia económica de Manuel Rico en Público, donde abre la sección de Opinión con «Crear pobreza«, a propósito de los tan traídos y llevados minijobs. «Las últimas ideas lanzadas por la patronal dan bastante miedo: mandar al paro a cientos de miles de funcionarios, crear miniempleos con un sueldo de 400 euros al mes y congelar los salarios durante tres años», escribe Rico. «Todas esas medidas tendrían una consecuencia inmediata: reducir el poder adquisitivo de muchos trabajadores, lo que hundiría aún más el consumo. Con una economía de nuevo en recesión, plantearse como objetivo crear pobreza se antoja una soberana estupidez».
Personalmente considero más estupidez suponer que los ‘minijobs’ son algo así como obligatorios y que en un país con cinco millones de parados las facilidades para crear empleo, aunque sea ‘mini’, tiene como objetivo crear pobreza.
WYOMING EQUIPARA A ETA CON LOS RECORTES DE COSPEDAL
Claro que la opinión de Rico es de socrática dignidad comparada con la última columna perpetrada por el Gran Wyoming –A vueltas con lo mismo– criticando a Rosa Díez por criticar, a su vez, que se equipare su formación a Amaiur. Además de defender la indigna tesis de que no mostrarse obsequioso con un grupo con un millar de muertos a sus espaldas que no se ha arrepentido, no ha entregado las armas ni se ha disuelto, es dificultar «la normalización del País Vasco tan reclamada por gran parte de la clase política y la totalidad de la ciudadanía» (con lo que demuestra, además, que no se lee las encuestas del CIS), Monzón pasa a equiparar el asesinato masivo de ETA con los recortes aplicados por Cospedal en Castilla-La Mancha. «Sin ir más lejos, en Castilla-La Mancha se cierran centros de asistencia a mujeres maltratadas. Imagínese, doña Rosa, si la calidad política fuera un criterio para estar sentado ahí, a dónde habría que mandar a algunos». Ya saben, a uno se le muere un hijo y al otro se le pierde el bolígrafo.
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