Estaba por empezar este Trasgo expresándole mi más sentido pésame a los chicos de Roures y La Sexta por la muerte del Amado Líder, Kim Jong-il. A El País no, que ya me dirán qué valores iba a negociar su dueño, Berggruen, en Pyongyang.
Pero en Público hay madera norcoreana. Jesús Maraña o Ignacio Escolar podrían disputarse el Ministerio de Propaganda, y no me digan que Vicenç Navarro no haría un magnífico ministro de Economía (de la miseria). Ya, ya sé que no se darían por aludidos, que los suyo es siempre el socialismo irreal, porque el real siempre ha dado muy mal en las fotos. La izquierda ha logrado endilgar a la derecha incluso a socialistas como Hitler o Mussolini, pero no intenten que ellos se identifiquen con ningún régimen real de izquierdas, por mucho que lo hayan aplaudido en sus comienzos.
EL BIEN Y EL MAL
En «Lo que faltaba«, Almudena Grandes ejemplifica maravillosamente lo que digo. Su columna de El País empieza con estas ominosas palabras: «Sólo faltaba la ultraderecha, y ya está aquí». No, no se pregunte dónde, que lo explica: «En la última semana, Turín, Lieja y Florencia han consolidado la tendencia [iniciada por Breivik]».
A ver, Turín, sí; Florencia, sí. Pero, ¿Lieja? ¿No fue allí donde se lió a tiros un inmigrante musulmán? ¿Eso es «extrema derecha»? Claro, hombre: «Nordine Amrani ni siquiera era ario y, sin embargo, compartía varias de estas características que la estampa de Breivik, disparando al azar sobre los militantes de las juventudes socialistas de Noruega, ejemplifica de manera admirable».
Para que nos entendamos: izquierda y derecha no son ideologías, formas rivales de concebir la sociedad, sino simplemente otra forma de designar el bien y el mal. Amrani mató, y eso es malo, ergo lo suyo era «extrema derecha». QED.
Ayer era uno de esos días que el Trasgo lleva mal, porque las noticias que traían los diarios no eran la noticia, a saber, la investidura de Rajoy. Ninguno de los dos diarios de izquierdas, sin embargo, abre su edición con Rajoy. Ambos le dan el titular a Urdangarín, como debe ser. (…) Manuel Rico, subdirector de Público, se relame arrinconando a la Casa Real en su billete, «Preguntas para palacio» (…).
LA INVESTIDURA
Se han pasado desde antes de la victoria reprochándole, a un tiempo, no tener programa y tenerlo oculto, no ser capaz de cumplir con las estrictas condiciones de Bruselas y, a la vez, preparar medidas intolerablemente duras.
En estas condiciones, se entenderá que las opiniones de hoy estén escritas desde hace tiempo, con independencia del discurso de don Mariano. No tiene modo de hacerlo bien, salvo que se le hubiera ocurrido ceder el Gobierno al PSOE. «Puro poder», titula Sonia Ballesteros su comentario al discurso en Cadena SER. Lo de Zapatero era talante; esto, «puro poder». Se me ocurre responder con algo que rima, pero mejor lo dejo pasar.
Como contraste a este inquietante despliegue de despotismo popular, el candidato rival y ya jefe de la oposición ha sido seráfico para la cadena amiga: «Rubalcaba sólo arranca de Rajoy la concreción de que no tocará la edad de jubilación». Sólo, pero ha conseguido «arrancársela». Mi héroe. Consulto la versión web de los diarios para recoger también su perspectiva del discurso, aunque podría decirla sin mirar. «Rajoy suprimirá prejubilaciones, puentes y oferta pública de empleo«, titula, previsiblemente, Público. Le hubiera gustado añadir que restaura el Tribunal de la Santa Inquisición, pero tendrá que esperar. El País se muestra sorprendentemente (o no) más favorable: «Rajoy subirá pensiones, recortará 16.500 millones y quitará puentes«. ¡Ay, Janli, quién te ha visto y quién te ve!
Que conste que El País ya lo sabía todo desde antes de ayer, que por algo es el diario de referencia. Lo saca en su primera: «Rajoy lanzará un discurso duro para justificar sus recortes».
LA IMPOSTURA
Y Público, por aquello de «piensa mal y acertarás», también se lanza a la piscina en su primera página: «Rajoy pedirá hoy el voto sin detallar los recortes que planea». Este es el periodismo del futuro: le contamos hoy lo que va a pasar mañana.
Tampoco a Juan José Téllez le gustaba un día antes lo que fuera a decir ayer el señor Rajoy. Su columna del manuscrito rouresí, «Sesión de impostura«, concluye: «Bambi se marcha intentando convencer a la derecha de que no era tan malo y a nosotros nos quedan, por lo bajo, cuatro años con don Cicuta. Lo peor de todo es que cuando la unanimidad de las Cortes le saque a hombros, tendremos que desearle que le vaya bonito. Si fracasa en sacarnos de la estacada, nuestro próximo presidente será ese tal Murphy. Pero me temo que su célebre ley y las de Rajoy puedan parecerse como gotas de agua». Eso se llama, creo, «voto de confianza».
No, si donde esté Corea del Norte…
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