El nazional-socialismo y sus crímenes son tan brutales que, más allá de los Pirineos suele tenerse mucho cuidado en no frivolizar con la cuestión
Hay días que los espacios opinativos en la prensa de papel son de una monotonía que aburre profundamente al menos amigo de la variedad. Es lo que pasa este 21 de septiembre de 2012.
La inmensa mayoría de los artículos tratan sobre la reunión entre Rajoy y Mas. Por cierto, que en una columna nos encontramos una de esa manida comparaciones con Hitler y los nazis, pero no se refiere a ninguno de esos políticos ni tiene que ver con el encuentro.
No, se trata de un programa televisivo. Pero ya lo contaremos después de hablar de cosas importantes. Algunos otros temas se tratan en los artículos de la jornada, así que arrancaremos con uno de ellos.
Se trata, ni más ni menos, del lanzamiento de una cuchillo (dialéctico) de una periodista o un periódico, o puede que al director del mismo.
En las páginas de El Periódico de Catalunya Julia Otero se erige en maestra del periodismo y se dedica a dar lecciones al resto de la profesión, aunque no explica si las críticas se las aplica a sí mismas.
Dimisión del periodismo critica en general, no apunta a nadie… excepto en el primer párrafo. Nada más arrancar enseña a titular a Pedrojota Ramírez y el resto de periodistas de El Mundo:
La lengua es inocente, pero los hablantes, no. Cuando un periódico se toma la molestia de escoger una palabra como «acarrear» («los sindicalistas acarreados en autobuses») para referirse a las decenas de miles de personas que viajaron a Madrid el 15-S, está eligiendo el verbo más insultante. Se acarrean cosas o animales, nunca seres humanos. La opinión, carente a menudo del más mínimo respeto y, por tanto, escasa de actitud democrática, anda revuelta con la información de modo que el periodismo cava su tumba a marchas forzadas.
Puestos a dar clases de ética periodista, podría la señora Otero informar a sus lectores que no ha sido ella la primera en darse cuenta y comentar lo de «acarrear» y el periódico de Pedrojota.
Sobre esto mismo se habló en El Intermedio de laSexta, el programa del Gran Wyoming. El resto del artículo da poco de sí, se limita a recordar que no se dan cifras concretas de manifestantes ni del seguimiento de huelgas, sino meros datos ofrecidos por unos y otros sin contrastar.
Otero da las lecciones que cualquier estudiante de periodismo ya sabe incluso antes de ingresar en la facultad.
Y dado que hablamos de periodismo, saltemos a Madrid para tratar un artículo que versa con algo que tiene que ver con esta profesión: la libertad de expresión.
En realidad trata de la libertad en general y su defensa. Hermann Tertsch publica en el ABC el artículo Libertades más sólidas que el fanatismo. Habla sobre la violencia islamista desatada con la excusa de un video y unas caricaturas, y de la reacción de distintos gobiernos occidentales:
Resulta que los norteamericanos están más acosados hoy que bajo Bush. Mal negocio para esta Casa Blanca. Ha demostrado tal confusión de principios que, cuando aún humeaba el consulado de Bengasi y apenas rescatados los cadáveres, parecía centrar toda su preocupación en el vídeo y no en los salvajes que mataron a su gente.
Publicar hoy las caricaturas no es un acto de provocación, sino la reivindicación clara de que nuestras leyes y libertades no dependen de la benevolencia o del castigo de unos fanáticos, con una proyección totalitaria de su religión.
El mundo musulmán ha de saber que sus creyentes pacíficos nos merecen mucho respeto y ninguno sus hordas fanáticas. Pero que ni unos ni los otros tienen poder de veto sobre nuestras leyes y libertades. Deben convencerse de que nuestras libertades son tan sólidas como sus creencias. Debiéramos ser suficientes para que el mensaje sea evidente.
Todavía en el periódico madrileño de Vocento entramos el tema que domina las columnas, la reunión en La Moncloa. Nos quedamos con dos artículo en concreto, dado que en ABC aparecen más sobre e tema.
El primero de ellos es obra de Carlos Herrera y se titula Amagar y no dar. Coincide con muchos otros columnistas en que no ha habido sorpresas:
Uno iba a reclamar un imposible y el otro ha negado la mayor dentro de un escenario razonablemente cordial y sin grandes ni sorprendentes titulares. El catalán no es ningún iluso y no ha obtenido la fotografía de un enfrentamiento, como tal vez hubiera creído conveniente. Hubiera sido un error del gobierno central vestirse de Don Pelayo y despachar destempladamente la reivindicación inasumible del presidente de la Generalitat catalana.
Herrera elogia la estrategia de Rajoy, por su prudencia y por llamar a Rubalcaba después del encuentro, pero se muestra más crítico con Mas. Concluye:
Artur Más sabía a lo que iba a Madrid y también lo que se iba a encontrar. De alguna manera, jugaba de farol, y a estas alturas no basta con estructurar el habitual discurso manoseado y cansino de la «oportunidad histórica perdida para satisfacer las reivindicaciones catalanas» y tal y tal. Hace falta algo más y no va a ser fácil encontrarlo al objeto de satisfacer a quienes se movilizaron el 11-S motivados por el deseo secesionista o por el enfado ante la situación penosa de las finanzas catalanas, que de todo había. Da la sensación de que, al final, como tantas veces, la cosa se quedará en la eterna indefinición a la que los políticos catalanes han sometido a su propia población. Amagar y nunca acabar de dar, frustrar permanentemente a unos y otros, hinchar el verbo y luego despistar al electorado con medias tintas. Qué cansancio.
El segundo de los artículos sobre este tema en el ABC llega de la mano de Ignacio Camacho, El soufflé. ¿Qué Saturno devoraba a sus hijos? Hay algunos que corren el riesgo de llegar incluso más allá:
EL problema de convertirse en un problema es acabar devorado por el problema mismo. Eso es lo que le puede suceder a Artur Mas, que da en estos momentos la impresión de ser un hombre consciente de haber ido demasiado lejos demasiado pronto; tanto que ha perdido la brújula para regresar y ya no tiene más remedio que seguir avanzando hacia ninguna parte.
Llama a la unidad, cómo si alguien creyera que esto es posible, de las dos líderes de los dos grandes partidos o, lo que es lo mismo, del presidente del Gobierno y el líder de la oposición:
El soufflé soberanista -expresión de Maragall- se desinflaría de golpe si Rajoy y Rubalcaba se entrevistasen en la Moncloa, compareciesen juntos y en nombre de una inmensa mayoría de españoles cerrasen con firmeza el paso a cualquier tentación aventurerista. Es improbable que eso ocurra porque huele a campaña electoral y porque Rubalcaba tiene un problema de liderazgo en su facción catalana, que no sabe cómo encontrar su sitio frente a la crecida del bucle de la independencia.
La conclusión deja en buen lugar, incluso contra su voluntad, al inquilino de La Moncloa.
La gestión de ese grave problema necesita aguante, frialdad y fineza. Tal vez los defectos más pronunciados del talante de Rajoy se conviertan en virtudes cardinales contra la sugestión de la destemplanza.
Como ocurre muchas veces, en El País esconden alguna opinión sobre un tema de actualidad bajo el epígrafe de ‘Análisis‘. Esto resulta cansino, ¿acaso creen que de esa manera resulta más digna o menos subjetiva? Sus motivos tendrán.
Pero no nos desviemos. En opinador con traje de analista del día es Francesc Valls. Aunque no se especifica es de suponer que se trata del mismo Francesc Valls que es el máximo responsable de El País en Cataluña.
En El guión ya estaba escrito sentencia que hubo quién fracaso en la reunión. No, no fracasó Rajoy, tampoco Mas, ni tan siquiera los dos al mismo tiempo. ¿Entonces, quién? ¿El jardinero de La Moncloa o el conductor de la Generalitat? Tampoco:
La política fracasó ayer.
Y acto seguido se señala el culpable, que no es otro que el presidente del Gobierno, intolerante ante un potencialmente flexible Mas:
Mariano Rajoy mantuvo sus anunciadas posiciones. No se abrió siquiera a analizar la propuesta que en nombre del Parlamento de Cataluña le presentaba Artur Mas.
Siempre quedará la duda de si el presidente de la Generalitat, tal como aseguró tras la reunión, hubiera aceptado cualquier indicio de acuerdo para rebajar su órdago.
Le augura además grandes éxitos futuros a Mas, que no deben resultar del gusto del PSC:
No ha podido ser. Mas no es Ibarretxe y tras las elecciones volverá a la carga con una previsible mayoría reforzada y el respaldo de una marea independentista que ve hoy en el presidente de la Generalitat a su líder, aunque no pronuncie la palabra mágica. El decorado no puede ser más dantesco. Es un pulso por la soberanía entre dos Ejecutivos tocados por la crisis y a la espera del rescate.
Y ya puestos a hablar de independentismos, ahora El País y el socialista Odón Elorza se lanzan a hablar de Las vías de la consulta sobre la independencia. No es que el ex alcalde de San Sebastián se haya puesto a hablar de Cataluña. Para nada, habla del País Vasco. Entren y lean si quieren, no es un prodigio de las letras. Básicamente, viene a mostrarse en contra de la independencia pero a favor de ‘más autogobierno’ y culpa a Rajoy de ser el mejor amigo de PNV y Bildu.
En El Mundo también hay mucho escrito sobre el encuentro en la sede del Gobierno español. Seleccionamos tres artículos concretos, muy distintos entre sí. Arrancamos con Perdonavidas y sacamantecas, de Federico Jiménez Losantos. El turolense se muestra inclemente con el registrador de la propiedad metido a gobernante:
Memos que Artur Mas se lo ha puesto imposible a Mariano Rajoy, porque el presidente del Gobierno tenía unas ganas locas de rendirse ante el separatista catalán. Hubo un síntoma inequívoco de muñeca blanda y derrotero incierto: la bandera de Cataluña que apareció en la Moncloa para recibir al deslustrado huésped y que El País, órgano de la capitulación de España, se apresuró a colgar en su versión digital. Desde que el Bobo Solemne la utilizó para recibir a Ibarreche con rango de Jefe de Estado o de Gobierno, la Moncloa se ha acostumbrado a tratar a las autonomías con ínfulas como si fueran Francia, Alemania o Inglaterra.
Reparte también contra el catalán:
Lo que me pasma es el discurso, entre perdonavidas y sacamantecas, del bwana Mas a las colonias españolas del Tercer Mundo. Ayer insistió: «Cataluña ha hecho esfuerzos inmensos y muy sinceros en estos 30 años para ir hacia una España más europea, de cultura más democrática, que hubiera construido su Estado del Bienestar, con capacidad productiva y de generación de riqueza».
Lanza una petición final a los independentistas:
Olviden a unos palurdos incapaces de entender la democracia de la dictadura nacionalista. No pidan más dinero, convoquen elecciones con la independencia como único programa y endavant! Ojalá ganen y se larguen de verdad. Dentro de 10 años de hostil vecindad, hablaríamos. O no.
Santiago González arranca su columna En la cumbre con una aprobación, no creemos que llegue a elogio, al presidente del Gobierno por una frase:
No estuvo mal la advertencia de Rajoy a Mas desde el Congreso: «Haré guardar la Constitución si fuera necesario».
Pero ahí queda lo positivo. Considera que esa respuesta es necesaria, pero no suficiente:
Se me ocurren algunos gestos que quizá habrían resultado más pertinentes. Por ejemplo: aplazar la reunión. Rajoy es un especialista en dilatar su agenda y no le hubiera costado nada demorar tres semanas el encuentro y, de paso, tratar el rescate catalán con la misma calma con que se toma el nuestro. También habría sido un detalle que hubiese invitado a la cumbre a Alberto Ruiz-Gallardón: «Mira, Artur, he invitado al ministro de Justicia, que, como sabes, es el notario mayor del Reino, con el fin de que te puedas sentir más en tu ambiente».O bien seguir el ejemplo de los clásicos. Cuando Aznar recibió a Ibarretxe y el iluminado Juan Josué entró al asunto afirmándose en la irrenunciabilidad de su quimera, el entonces presidente respondió: «Pues muy bien. En ese caso ya hemos terminado la reunión». Sobraban 119 minutos.
Termina describiendo la ‘independencia asimétrica‘ que, según él, defiende Más:
Pues más o menos como la emancipación de los niños con madre consentidora: yo me independizo de ti, pero tú no te independizas de mí. Un suponer: el mercado español seguirá siendo un espacio privilegiado para las exportaciones catalanas, el Barça jugará en la Liga española y España avalará la entrada del nuevo estado en la Unión Europea. Ah, y se quedará con la deuda, para que la nova nació se estrene sin hipotecas. Como le dijo el joven Vito Corleone a Don Roberto en El Padrino II: «Ah, y el perro se queda».
Salvador Sostres, fiel a su estilo provocador, titula Un burdel de lujo. Se muestra duro, muy duro, con Mas:
Si esto fuera en serio, Artur Mas tendría previstos sus movimientos, porque sólo un ingenuo -o un idiota- podía pensar que Mariano Rajoy iba a ceder ayer lo más mínimo. Pero la improvisación es total, porque no hay plan, porque todo es de tercera regional y de un amateurismo lamentable.
Todas las encuestas sugieren que ERC ganaría entre ocho y 10 escaños y que CiU podría perder hasta siete: cuando radicalizas el discurso, los que se benefician son los radicales. A fin de cuentas, dos de los eslóganes más celebrados de la manifestación de la Diada fueron: Per què crides independendència si votes Convergència y Ni pacte fiscal ni hòsties.
No le perdona ni la puesta en escena:
La única novedad es el patetismo de Mas y de su equipo. Un patetismo que, como mínimo en las formas, Jordi Pujol no tenía. Si los jefes de Estado que son recibidos en La Moncloa dan su rueda de prensa en el mismo palacio, Mas, pretendiendo ser más que Rajoy, fue menos que cualquier líder mundial atendiendo a los medios de comunicación en la delegación de la Generalitat en Madrid, que no dispone ni del espacio ni de las instalaciones para dar una rueda de prensa en condiciones. La peor vulgaridad es la del provinciano acomplejado.
El final del texto ya suena a regodeo:
Vendrán días de incertidumbre y de rumores. Luego, como siempre, lo filtrarán a La Vanguardia y dirán que es una exclusiva. Es así como Mas y sus periodistas afines tratan a los catalanes, un poco como los dos amigos a los que les toca la lotería:
– ¿Y qué haremos con el dinero?
– ¡Comprar un burdel de lujo!
– ¿Y si nos va mal?
– ¡Pues lo abrimos al público!
¿Recuerdan ustedes que más arriba les comentaba lo de la comparación con los nazis? Pues vayamos a ello. Corre a cargo de Emlia Landaluce y su columna Hitler también tuvo éxito.
Está hablando, no se lo pierdan, del nuevo ‘talent show’ de Telecinco: La voz. Arranca con este párrafo:
¿Es criticable el éxito? En caso negativo, La voz, el programa que el miércoles estrenó Telecinco, sería digno de figurar en los anales de la historia de la Televisión. La cadena logró congregar a 4,6 millones de espectadores (30,6% de share) y ser líder indiscutible de la jornada. Pero la cuota de pantalla no implica que un programa sea bueno. El partido de Hitler logró el apoyo del 37,27% de los alemanes si bien su programa era nefasto. La tiranía de la mayoría, diría Stuart Mill.
A este humilde lector de columnas nunca ha dejado de sorprenderle la facilidad con que en España se compara cualquier cosa con el nazismo. Créanme ustedes que en otros países europeos esto no ocurre.
El nazional-socialismo y sus crímenes son tan brutales que, más allá de los Pirineos suele tenerse mucho cuidado en no frivolizar con la cuestión. No sabemos si La voz es un buen programa o no, y poco nos importa, pero lo de Landaluce generaría mucha indignación en lugares como Francia o Alemania.
Para cerrar nuestro repaso diario tomemos el Puente Aéreo y volvamos a Barcelona.
En concreto a La Vanguardia, donde Pilar Rahola escribe El muro. Se lanza a denunciar agravios de siglos por parte de aquellos a los que algunos catalanes llaman ‘mesetarios’:
El muro que España levantó ante cualquier idea de Estado que no fuera la una, grande y uniforme, se alzó desde el minuto uno en que Castilla se sintió imperio. Y Catalunya lleva toda su historia compartida dándose de bruces contra ese muro. Y no para entrar dentro, precisamente, sino para poder quedarse con identidad propia, o salir con viento fresco. Pero es tan pétrea su concepción que ni contigo ni sin ti tienen los males de Catalunya remedio, y aquí estamos otra vez, dándonos de bruces con el muro.
La relación de España y Catalunya es básicamente esto, un permanente intento de los catalanes por escalar un muro que nunca tiene final. Es como la condena de Sísifo y la piedra.
Resulta curioso que para ella quienes quieren separar no son los que aspiran a la idependencia de Cataluña, sino los que se oponen a la misma:
Y como el arte de separar se conjuga en castizo, los separadores le han dicho al molt honorable que no se mueve nada, porque en el corazón del reino lo único que aman de Catalunya es su bolsillo. Es decir, a pagar y a callar, o nos dan en el cogote con el libro gordo de la Constitución, mientras el guardián de las esencias nos mira de reojo desde la Zarzuela.
Concluye:
Todo está por decidir, pero algo está claro: no volveremos a darnos de bruces con el muro. Que se lo queden, que lo levanten más alto, que cuelguen sus blasones en él, pero que busquen a otros para financiarlo. Catalunya se marcha. ¿Hacia dónde? Hacia sí misma, allí donde puede ser catalana y europea sin que la desprecien mientras le vacían la cartera.
Qué quieren que les diga. En más de un artículo de este 21 de septiembre se decía que en la reunión de Rajoy y Mas el guión estaba escrito.
También parece estarlo en lo que se refiere a las columnas publicadas sobre el tema. Prácticamente todos los autores han dicho lo que se podía prever que dijeran.