Enric González ya no existe para los directivos de Prisa. No es solo que el popular corresponsal haya decidido poner tierra de por medio y abandonar El País por su cuenta aprovechando el brutal ERE puesto en marcha, tampoco que el propio González le haya dedicado una serie de ‘cariñosas’ palabras a Juan Luis Cebrián que le habrán sentado como un tiro al mandamás del grupo–Enric González: «Prefiero pensar que Cebrián está enfermo y que la cura de su enfermedad no puede pagarse con dinero»–, sino que, directamente, los que sientan en la poltrona del rotativo no quieren que se le mencione nunca más.
Imágen: Blog de caricaturas de J. Ramírez
Ocurrió este domingo 28 de octubre de 2012. El historiador Santos Juliá firmaba una columna de opinión en El País–Desigualdad como antesala de ruina–denunciando las terribles consecuencias que tendrá la crisis. A Juliá se le ocurrió recordar al corresponsal barcelonés para apoyar su artículo de opinión con un inocente «como diría Enric González…» Pues bien, Moreno y Cebrián cogieron la tijera de recortar y eliminaron del texto original que salió en el formato impreso estas cuatro palabras. Como si nunca hubiera existido. En la web [ver imágen] los lectores podían acceder al texto original, hasta que finalmente fue retocado también.
LOS TRABAJADORES DE EL PAIS ENTREGAN UNA CARTA A LOS LECTORES
Y mientras, ese mismo día los trabajadores del periódico que dirige Javier Moreno salieron a la calle para entregar, desde algunos puntos de venta de prensa, a los lectores del diario una carta donde dan su particular visión de la situación, que reproducimos íntegramente a continuación:
Estimado lector de EL PAÍS,
Los trabajadores de EL PAÍS nos vemos obligados a entregarle esta carta para explicarle el conflicto que estamos viviendo y los planes que tiene la empresa para este diario.
El presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián, nos anunció el 5 de octubre su decisión de despedir a 149 trabajadores -un tercio de la plantilla-, indemnizándoles con el mínimo que establece la reforma laboral. Además, pretende rebajar un 15% el salario de los que se queden. Con esta drástica reducción, y sin modelo de diario futuro, difícilmente se pueden mantener la calidad y los valores fundacionales del diario: una información seria y rigurosa basada en la defensa de los derechos humanos y la democracia.
La empresa justifica los despidos en la disminución de ingresos, no en pérdidas. EL PAÍS ha tenido 1,8 millones de beneficios en los seis primeros meses de 2012. Cuando Cebrián nos anunció el ERE, los trabajadores propusimos asumir posibles pérdidas reduciendo nuestros salarios, siempre que la negociación se hiciera sin despidos encima de la mesa. Por tres veces le pedimos que no pusiese en marcha el ERE sin antes estudiar con el Comité de Empresa medidas alternativas. Y por tres veces rechazó esta posibilidad.
Al anunciarnos el ERE se nos dijo que tenemos una estructura de costes inviable, que hemos vivido demasiado bien y que somos viejos. Nos lo decía Cebrián, un señor de 68 años que cobró 13 millones de euros en 2011 (35.600 euros diarios). La dirección de Prisa trata de hacer creer a la opinión pública que el problema son nuestros sueldos, no los de los directivos. El coste medio de los 54 miembros de la dirección de EL PAÍS que están fuera del convenio colectivo es de 209.000 euros.
El salario de los trabajadores, muy inferior al de los directivos, es producto de más de 30 años generando beneficios (unos 800 millones desde el año 2000) y fruto de un marco de relaciones laborales que reconocía la contribución de la plantilla al periódico.
El director, ni corto ni perezoso, decidió no quedarse de brazos cruzados ante dicha acción y respondió a la plantilla con otra misiva donde les acusaba de «socavar» la calidad del diario que dirige:
«Trasladar el conflicto al exterior deteriorando la credibilidad del diario y de quienes son responsables del mismo contribuye a perjudicar aún más la complicada situación que sufre actualmente nuestra profesión y desde luego entorpece la buena voluntad negociadora de las partes»