Sé que lo que voy a decir decepcionará a muchos lectores, pero debajo de este exterior duro y sarcástico soy un sentimental. Uno tendría que tener un corazón de piedra para leer todos los días las mismas firmas y, aunque defiendan modelos diametralmente opuestos a los nuestros, no cogerles cariño. Por eso quiero dedicar el Trasgo de hoy a mis compañeros de Público, que están pasando un momento difícil.
Ayer por la mañana me llegaba la noticia por Twitter, y enseguida en la página web del diario de Roures: «La editora de Público solicita concurso voluntario de acreedores«. Para que digan que ser periodista no es una profesión de riesgo.
Nunca he ocultado en esta página cierta simpatía por el más rojo de los diarios españoles, aunque sólo fuera porque es refrescante leer una honesta ‘furia roja’ después de solazarme con la ‘progresía caviar’ de El País, con ese izquierdismo de loft neoyorquino y presencia en los mercados que pone una vela a Marcuse y otra a Wall Street. Y que, por cierto, hace unos días consiguió milagrosamente’ renegociar su mastodóntica deuda.
Me gusta batirme el cobre con los rojazos de Roures, y espero seguir haciéndolo mucho tiempo y que esto sea un bache. Pero mis condolencias no van a servirle mucho a mis compañeros del diario rival, y el mejor homenaje que puedo hacerles es tomar en serio lo que dicen y ponerles a caer de un burro. Además, acabo de releer lo que llevo y esto apesta a culebrón venezolano.
Me importan un rábano, debo decir, que se ‘apague una voz’ y demás tópicos al uso. Lamento que cierre Público y lo siento por los profesionales que puedan quedar en la calle.
Luego está, lo confieso, la razón egoísta para lamentar un eventual cierre de mi íntimo enemigo. Esto se llama ‘Un paseo por la izquierda’, y sería impropio que quedar como ‘Un paseo por Prisa’. No dan para tanto. Aunque Dávila me reprendía por mi obsesión con Público, ahí había que ir para encontrar rojerío ‘pata negra’.
INEFABLE IÑAKI
Ni siquiera me consuela que Iñaki Gabilondo haya vuelto de sus bien merecidas vacaciones con una de sus prédicas más paradigmáticamente erradas en la Cadena SER. Se llama «Vender la moto para comprar gasolina«, y debo agradecerle, como casi siempre, que encapsule en un sermoncillo de pocos minutos la esencia misma del error, en un alarde de concisión.
Sostiene ahora que los tontos que se convirtieron en prototipo de cuantos tontos han sido al comprar la moto para comprar gasolina «son ahora los que presiden el pensamiento que está ahora mismo en vigor en Europa: vendamos la moto de nuestra capacidad de avanzar hacia el futuro para comprar la gasolina con que pagar la deuda».
Observen el contraste entre la concretísima actividad de ‘pagar la deuda’ y lo vago y etéreo del primer término: ‘avanzar hacia el futuro’, como si se pudiera avanzar en el tiempo en algún otro sentido.
Pero me interesa más la concepción de fondo, el error de base. Para Iñaki, pagar lo que se debe es como ‘vender la moto’. Uno compadece a quienes tengan que prestarle dinero a la hora de pedirle su devolución: «¿Qué quieres, que abandone mi capacidad de avanzar hacia el futuro?».
Iñaki no parece entender -o no quiere admitir- que quienes han frustrado esa ‘capacidad’ no son unos inversores que han confiado en la palabra de los Estados prestándoles su dinero, sino esos mismos Estados por gastar como marineros borrachos un dinero que no tenían y endeudarse hasta las cejas con el futuro de nuestros hijos como único aval.
BREVE EXPLICACIÓN
Dice Iñaki que aquí se lamentan del paro, pero es de boquilla: «Los parados, a la cola. Lo primero es atender a los acreedores y atender a los bancos. Lo primero es pagar la deuda, y si usted se muere pagando es asunto suyo». Hombre, Gabilondo, no se me ponga usted dramático, que el que se muera el deudor le aseguro que no interesa en absoluto al acreedor.
Uf, veamos. Es importante pagar a los bancos porque, si no lo hacemos, no nos siguen prestando. Y eso es importante porque queremos seguir gastando como si no hubiera mañana. Y queremos gastar como locos porque la política democrática se ha convertido en el arte de que cada vez más vivan de cada vez menos, al tiempo que se hincha el poder y la longa manus del Gobierno.
Y a los que dicen que la austeridad no crea empleo, respuesta fácil: ni lo pretende. La austeridad sirve para limpiar deudas y poder empezar a crear riqueza, que es lo que crea empleos estables.
Y me despido con la primera de hoy de Público, tan cañero como corresponde: «El Gobierno amenaza con una agenda ‘muy agresiva’… Y Rajoy sigue sin dar la cara». Resistid, camaradas; no es el momento de abandonar las barricadas, que esto quedará muy soso.