font-family: Arial; color: #000000; background-color: transparent; font-weight: normal; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline;">Público nos informa en su primera de que “El asesor del Rey no ató corto a Urdangarín”, y de la muerte de Fraga, “El fundador del PP y exministro de Franco fallece a los 89 años”. ‘El País’ suaviza la referencia y elude a Franco: “Muere Manuel Fraga, un líder de la dictadura a la democracia”. Quizá porque eso les obligaría en el Dios quiera que lejano obituario de Juan Luis Cebrián a titular: “El fundador de El País y último jefe de Informativos de la RTVE franquista fallece a los X años”.
Generosidad Valenciana
Se pregunta en la red social Twitter Escolar El Chico, don Ignacio: “¿Conocen ustedes algún otro país europeo donde el exministro de propaganda de un dictador sea padre de la democracia? Spain is different”. La verdad es que Nacho no tiene mucha suerte con sus comparaciones. Él que tan beligerante es con la nueva Dama de Hierro, Angela Merkel, podía recordar su pasado de ‘ojito derecho’ del dictador Honecker. Claro que a lo mejor en el diccionario de Nacho, Honecker era un demócrata y el muro lo era “de contención del fascismo”, como rezaba la propaganda.
Claro que Merkel no fue exactamente madre de la democracia alemana, ni siquiera madrastra. Pero esa es la gran ventaja, Nacho, que al morir el dictador no tuvimos que hacer una de esas bonitas revoluciones, con sus purgas y sus represalias y todas esas cosas que a la izquierda le gustan tanto, pero que dejan manchas de las que no se van fácilmente. También tenemos tan campante al carnicero de Paracuellos. Ventajas e inconvenientes de una transición pacífica.
Nacho, en su blog, vuelve a Valencia, que es donde está últimamente más a gusto. Su último comentario lleva el titular “Las mentiras de lujo son baratas”. Cuenta Escolar: “Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, julio de 2009: ‘Jamás en mi vida he recibido ningún regalo de El Bigotes. (…) No voy a dejar pasar así como así que se utilice mi nombre”. La misma alcaldesa, dos años y medio más tarde: “Un bolso de Louis Vuitton es un regalo habitual, pero hay regalos más caros (…) Todos los políticos y todos los funcionarios de este país reciben regalos en Navidad. Basta ya de hipocresías”. Ya. Claro.
No es el único regalo valenciano asaz caro. Jorge Alarte, secretario general del PSPV, calificó en su día como “absolutamente vergonzoso” que RTVV “derroche” 360.000 euros en una página web cuando el ente público “no le paga a nadie”. “Parece un favor a un amiguete”, manifestó Alarte, según leo en la web Micarrito’s Space. ¿Y quiénes fueron los proveedores para el desarrollo del sistema de gestión de contenidos de tal dispendio digital? BitBan Technologies –fundada por Ignacio Escolar y su hermano Héctor– por 83.000 euros sin IVA y Electro toro SL, que hizo el diseño de la web por 40.000 euros. Oh, vaya, Nacho.
El juego de los contrarios
Así, Nacho habla de lo que sabe, mientras que Iñaki Gabilondo lo hace de lo que ignora profundamente. En ese sentido, prefiero al pope de la progresía transicionita y su desconcierto, porque es un verdadero retrato robot de la izquierda en cada una de sus prédicas en la SER. En la última, “Un vulgar chantaje”, empieza con ese error falsamente ingenuo tan de la izquierda de dar a las cosas el nombre contrario al que le corresponde: “El pensamiento políticamente correcto en el momento actual dice que las agencias de ‘rating’ nos están llevando por la senda correcta”.
¿Perdón?
Lo políticamente correcto es un invento netamente izquierdista, es lo que defiende El País o, por ponernos internacionales, Le Monde o The New York Times. Y, desde luego, no va por ahí, sino más bien al contrario: las agencias de ‘raitin’ (por usar la pronunciación gabilondesca) son, desde hace tiempo, el coco.
Dice Iñaki que tan rosada opinión de estas empresas es “una verdadera puerilidad”, aunque lo pueril es el concepto que tiene de ellas Gabilondo.
Sostiene nuestro veterano mandarín que “estamos siendo víctimas de un indecente chantaje” por parte de estas agencias, aunque no sustancia su terrible denuncia, es decir, no nos cuenta qué ganan las agencias haciendo bien su trabajo. Reprocha a estas firmas que prodigaran sus triple A “cuando nos estábamos suicidando”, aunque ni de él ni de los suyos leí jamás crítica alguna por este concepto.
En general, Gabilondo habla de los mercados y las agencias como si fueran siniestros personajes de un teatrillo simplón, unos hombres trajeados de negro que no hacen más que exigirnos cosas para forrarse a costa de nuestros sacrificios.
Propongo esta fantástica alternativa: las agencias de calificación de solvencia son lo que dicen ser e indican a los inversores la fiabilidad de los deudores, es decir, si van a ser capaces o no de devolver lo prestado. Es muy probable –casi seguro– que fueron hasta hace poco excesivamente optimistas en sus calificaciones, pero tampoco surgieron voces advirtiendo lo contrario, con lo que se trata de un error muy generalizado.
Pero tampoco hace falta ser un lince para ver el monto de la deuda pública –no sólo la española: la de Estados Unidos supera por primera vez toda su economía– y deducir que el acreedor lo tiene crudo. ¿No le parece razonable? No, claro: mucho más divertido la teoría del ‘vil chantaje’. Pues nada, pasemos de ‘exigencias’, sigamos gastando como marineros borrachos y que nos preste Rita la Cantaora.
Ya están fornicando
El obispo de Córdoba no es partidario de la fornicación. El obispo es católico, y la doctrina de esta extraña secta oriental ha mostrado una constante oposición a la referida actividad, por lo que la cosa no debería causar más que bostezos. Pero en Público la cosa se ha tomado como si hubiese anunciado la canonización de Adolfo Hitler. Así, en ‘Católica y apostólica España’, Juan José Téllez nos asegura que “cuando un obispo predica contra la escuela española y contra los medios informativos por promover la fornicación, uno no pueda quedarse democráticamente tranquilo y pensar simplemente que sus predicas sólo incumben a sus feligreses”. Ya lo sabe, monseñor: ahora por su culpa Téllez no está tranquilo.
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