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Maraña se mosquea con Gallardón por devolver el control de CGPJ a los jueces

El País y Público se rasgan las vestiduras por el Dios de la Justicia, Garzón

Chacón continúa la leña contra los obispos

El Trasgo 26 Ene 2012 - 08:22 CET
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Este es un país curioso. Los autodesignados adalides del progreso parecen tener los ojos en el cogote y hacen su primera de lo que ocurrió en los años cuarenta. Sí, es cierto que la percha, como dicen en el gremio, es actual: el juicio contra Garzón. Pero los propios actos que motivan el juicio, emprendidos por un juez que, como progresista, es impaciente con los formalismos de la justicia burguesa, son ya bastante significativos en este sentido.

Justicia selectiva

Resumiendo mucho, Garzón recibió una querella contra Santiago Carrillo por las sacas de Paracuellos, que nuestro Roy Bean patrio desestimó -correctamente- alegando la Ley de Amnistía del 77. Pero luego emprendió una investigación judicial contra los crímenes del franquismo amparándose en legislación internacional sobre genocidio y crímenes contra la humanidad. Lo que valía para Paco, al parecer, no valía para Paca, pero eso ya nos lo imaginábamos. Quiso empapelar a Pinochet, que había dado paso a una democracia en Chile, y ni se le pasó por la cabeza hacer lo mismo con Fidel, cuyo cadáver momificado sigue rigiendo los destinos de los cubanos. Oh, bueno.

El caso es que desde instancias superiores le dijeron que no le correspondía, que no era su guerra -nunca mejor dicho- y que, en fin, no ha lugar. Pero, nada, ahí siguió por su cuenta, Yo Soy La Justicia, comprobando a ver si era verdad que Franco había muerto. Pasó lo que tenía que pasar, pero como la izquierda tiene bula, se ha armado la de Dios es Cristo.

Público salía ayer con muchos años de retraso. Fíjense en los titulares de las primeras páginas: «Los crímenes del franquismo. El fiscal pide anular el juicio a Garzón» (titular de primera, bajo la foto de una pancarta de manifestantes pro-garzonitas), «El fiscal tacha la instrucción contra Garzón de insólita e insostenible«, «¡Fosas cerradas, heridas abiertas!«, «Cinco símbolos contra la impunidad«, «Localizados los primeros huesos de las 17 rosas andaluzas», «El juicio de la vergüenza» (ya en Opinión) y «La luz de la memoria«. No está mal, ¿verdad?

El País también con el asunto en primera, aunque por debajo de «El FMI sostiene que la recesión arruina los objetivos de déficit». La foto es muy parecida a la de Público y precede a este titular: «El fiscal denuncia el insólito borrón del Supremo con Garzón«. Ambos diarios llevan el asunto en sus páginas opinión, cada cual fiel a su estilo. Marco Schwartz está que se sale en «El juicio de la vergüenza», con ese toque Castelar que le hace tan caro a mi corazón: «El juicio que comenzó ayer en el Tribunal Supremo a Baltasar Garzón quedará registrado para siempre en los anales de la ignominia». ¿Cuántas veces puede uno leer en el moderno periodismo algo como «los anales de la ignominia»?. Mi querido Schwartz sería razón suficiente para que suscribiera el manifiesto de apoyo a Público. Pero quedaría mal.

Contra Montesquieu

Buena parte de este quebradero de cabeza viene de la muerte de Montesquieu, decretada en su día por Alfonso Guerra. La izquierda nunca ha sido muy de desperdigar el poder; bueno, ni siquiera de compartirlo, aunque la división de poderes siempre fue parte esencial del pack de las democracias occidentales. Ahora Gallardón quiere renunciar al buen barón, y aunque no digo yo que los de ‘la zurda’ vayan a titular con el entusiasmo de El Mundo en primera -«El Gobierno devuelve al Poder Judicial la independencia que le quitó el PSOE», hacerlo como lo hace Público -«El Gobierno quita poder a las Cortes para entregárselo a los jueces»- es, no sé, un poco forzado. Seguro que si en vez de ‘dárselo a los jueces’ se lo dieran a su juez, estarían encantados.

Ayer le hablábamos de «La Obispada» convulsa que escribió la izquierda mediática con escasos mimbres, y hoy tendremos que hablar de la última en sumarse a esta kermesse, la candidata Chacón, ahora Carmen de España. Parece ser que dijo que «no daremos un paso atrás ante el PP ni la Iglesia». Del Barça o Médicos sin Fronteras no dijo nada. Llegó a solidarizarse con Soraya Sáenz de Santamaría, designada pregonera de la Semana Santa en Valladolid ante la timidísima protesta de su obispo. «¿En qué siglo se creen que viven? -se ha preguntado-, ¿en qué país se creen que viven para meterse con una mujer por estar casada por lo civil como han hecho con Soraya Sáenz de Santamaría?».

No seré yo quien diga que esta mujer es idiota, aunque para evitarlo tenga que llevar la contraria a la madre de Forrest Gump. Prefiero pensar que, sencillamente, toma por idiotas a sus seguidores. Mi pregunta a la candidata es: ¿en qué país se cree que vive para dar instrucciones a los obispos? ¿En que satrapía soviética va el Gobierno civil a imponer a la Iglesia quién debe participar de forma destacada en sus fiestas religiosas? «No vamos a permitir que nos vuelvan a imponer a todos su moral», ha dicho Chacón. La suya, la moral laica de la progresía, es de obligado cumplimiento y tiene, para respaldarla, guardias y tribunales.

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