Es lo que suele pasar. El vencedor se concede un día para el regodeo -descarado o sutil, según su estilo- y pasa página, mientras que el perdedor sigue dándole vueltas a su derrota.
Público todavía dan en grande lo relativo al nuevo liderazgo socialista: «Rubalcaba no desvela si será candidato«, y en páginas interiores se despacha a gusto. El País, en cambio, se limita a un discretísimo recuadro, «Rubalcaba impone que el PSOE tenga un discurso único en toda Europa«.
Ninguno de los dos abre, sin embargo, con el disputado asunto, sino con lo que es primera en la mayoría de los diarios: la muerte de Tàpies.
LA MÍSTICA LAICISTA
Obviando lo luctuoso -que no sorprendente- del suceso, admito que me encanta la reacción de la progresía ante este tipo de acontecimientos que revelan la reverente religiosidad del pensamiento único, tan laicista él. La piedad de la que se despepitan cuando se dirige a su objeto obvio, Dios, tiembla en los timbres más ridículamente místicos cuando se refieren a alguno de sus idolillos, cuanto más incomprensibles, mejor.
Tàpies ni me gusta ni me parece bueno. Se me puede responder que no lo entiendo, a lo que sólo puedo replicar que durante milenios el arte ha sido autoexplicativo, y que para eso estaba, y que si una persona educada puede extraer más significado de la Venus de Botticelli, no es menos cierto que al último patán le parece una pintura majestuosa. Shakespeare era tan popular que logró hacerse rico siglos antes de la SGAE y El Quijote fue un superventas que arrasó en vida de su autor. Tiziano, Goya y Velázquez fueron pintores de reyes. Había mucho que entender en ellos, pero mucho más que apreciar sin intermediarios.
Pero repasemos los arcanos, que dan para unas risas. «Muere Tàpies. La esencia del compromiso». Oh, vaya, y yo que pensaba que era un pintor, y no algo tan transcendente como la «esencia» (¿habrán aprendido Filosofía en dos tardes, como su señorito Economía?) del «compromiso». Pero esperen a El País, ni un punto menos lírico si menos hiperbólico: «Muere Tàpies, el poeta de la materia«.
LOS ALTARES DE LA PROGRESÍA
Claro que esta tendencia a subir a los altares a los dioses designados por los popes de la cultura es de progresía amplia, no enmarcable en la izquierda. Ahí está la portada de ABC, un verdadero Tàpies y el titular «Tàpies, adiós al gran renovador del arte español«. Amén, hermanos. Por favor, no dejen de recordarme este despliegue la próxima vez (¿mañana?) que nos señalen lo muy laico que es este país.
Pero, ¿qué digo? Sólo tengo que darle la vuelta al papel de Roures y encontrar al azote de creyentes, Ignacio Escolar, y su previsible columna «La coherencia episcopal-liberal».
«Los mismos obispos que defienden la asignatura de religión pero consideran que Ciudadanía es adoctrinante claman ahora contra la cultura del subsidio. En serio. Lo dice la misma Iglesia española que recibe cada año unos 10.000 millones de euros de las arcas públicas, un 1% del PIB, alrededor de 200 euros anuales por habitante, sea o no creyente. El arzobispo de Granada, el locuaz Javier Martínez, ha dedicado su última homilía a predicar contra esa enfermedad social: que tantos jóvenes quieran ser funcionarios. Hay que cambiar la mentalidad de ser un pueblo subsidiado, que siempre busca la solución en que me solucionen otros el problema, dice el prelado sin inmutarse».
Estoy con Nacho. Que se le deje de dar dinero a la Iglesia. Y a todo lo que no sean los servicios imprescindibles del Estado, que me extraña no verle protestar con la medida de declarar de «utilidad pública» -con todos los chollos concomitantes- a la Fed. Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. ¿O es que en eso no puedo opinar, Escolar?
UNA PROPUESTA PARA NACHO
La verdad es que si el Estado dejara nuestro dinero en nuestro bolsillo para dedicarlos a las causas que nos interesan, Nacho no tendría motivo de queja y los católicos, menos. No llegaré al extremo de pedir que el Estado devuelva todo lo que le ha robado a la Iglesia, o que asuma los muchísimos servicios que esta presta a los más necesitados, que hoy tengo el día tonto e indulgente.
Culmina Nacho:
«Tampoco es novedad que los apóstoles del emprendimento, los ángeles castigadores de los vagos subsidiados, sean gente con un puesto fijo pagado por el Estado. Es lo normal en un país con líderes liberales como Aznar, Rajoy o Aguirre, que empezaron en política como funcionarios, después de aprobar unas oposiciones».
Y vuelve a acertar. Lo que necesita España son más empresarios, como los hermanos Escolar, que lo único raro es que cuando Nacho, audaz capitán de empresa, siempre se refiera a los empresarios en tercera persona. Hipotecas de la modestia, imagino, que honran al fundador de BitBan.
Lea La Gaceta