Hoy, día de San Valentín en que los hombres evocamos con amor la excelencia de nuestras compañeras, quiero recordar la celebración del cumpleaños de un sexagenario amigo. Se sentó a mi lado una mujer muy guapa, culta, inteligente sin llegar a lo cursi y más lista que un demonio. Madre de familia, de las que se ocupan de casa e hijos, es femenina, que no feminista, trabaja de ocho a seis y le preocupa la realidad de la mujer en el mundo actual.
Hablamos de política, de las mujeres que se dedican a ella y de la forma de hacer de las féminas, no distinta de la masculina. Nos fijamos también en las características «pintorescas» de algunas de ellas y de otras circunstancias en función de los grupos en los que se encuadran: Socialista y popular.
Empezamos por las mujeres socialistas y recordamos sin mucha nostalgia a algunas de «las ministras de cuota», añejas y ya amortizadas del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Y una de sus actuaciones más célebres y menos celebradas: la «Sesión de pasarela» que protagonizaron para merecer su aparición en una revista de moda, con la que, ¡Toma nísperos!, que diría el cachondo, «Pedir la igualdad de sexos».
De la mano de tres maquilladores, con el consejo de cinco estilistas y tapadas por trajes de al menos 5.000 euros, las ocho mujeres, ingresaron por méritos propios en las páginas que la Revista Vogue publicó en España un mes de septiembre de no hace muchos años: La ex vicepresidenta del gobierno María Teresa Fernández de la Vega y las ex ministras Elena Salgado (entonces de Sanidad y luego Vicepresidenta de Economía), Elena Espinosa (Agricultura), Carmen Calvo (Cultura), María Antonia Trujillo (Vivienda), Magdalena Álvarez (Fomento), María Jesús Sansegundo (Educación) y Cristina Narbona (Medio Ambiente).
Después recordamos a dos jóvenes, hermosísimas y celebradas ministras socialistas posteriores: Leire Pajín (Sanidad) y Bibiana Aido (De Igualdad).
De la primera, no llegamos a detectar si en pleno uso de toda su capacidad intelectual o sólo en parte, supimos que en un momento de inspiración «pintoresca» aconsejó a la ciudadanía que estuviera atenta al próximo acontecimiento histórico y sideral que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en Estados Unidos y Zapatero presidiendo la UE.
De la segunda, tuvimos un recuerdo entrañable del primer muñeco de sus juegos que, según ella, cantaba «La Internacional»; y evocamos cómo, echando su cuarto, o media de cuarto, a espadas en temas económicos, opinó que «Si Lehman Brothers hubiera sido Lehman Sisters todo habría sido distinto».
No entramos a considerar sus asertos nada «pintorescos» sobre los fetos humanos, que ella decía que sólo eran seres vivos, pero no humanos, porque a mi compañera de mesa, que es madre, confesó que le repugnan afirmaciones tan… (ella dijo estúpidas y no poco pintorescas) en boca de una mujer, aunque la mujer sea ministra, e incluso ministra socialista «de cuota» que, creo, debe ser una clase de ministra de entidad e importancia distinta a las demás.
Después nos fijamos en algunas de las mujeres que se dedican a la política actual en las filas populares o próximas: Las ministras Sáenz de Santamaría (Vicepresidenta), Mato (Sanidad, a pesar del apellido), Pastor (Fomento) y Báñez (Empleo). Las Presidentas de Comunidades Autónomas: María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha), Luisa Fernanda Rudí (Aragón), Esperanza Aguirre (Madrid) y Yolanda Barcina (Navarra y perteneciente a Unión del Pueblo Navarro).
Y algunas alcaldesas notables: Teófila Martínez (Cádiz), Ana Alós (Huesca), Carmen Bayod (Albacete). Rosa Romero (Ciudad Real), Rosa Valdeón (Zamora), Sonia Castedo (Alicante), Rita Barberá (Valencia), Elena Nevado (Cáceres), Ana Botella (Madrid), Concepción Gamarra (Logroño).
Por último, mi compañera de mesa aludió a lo que ella llamaba las «Chicas del ABC», que no son las mujeres que forman parte de la nómina del diario madrileño que edita Vocento en la capital de España, sino tres mujeres que han coincidido, sin concurrencias siderales «pajinianas» advertidas, en los puestos claves de la política madrileña; y que merecen el calificativo por las iniciales de sus respectivos apellidos:
A, de Aguirre. Esperanza Aguirre, que ocupó la cartera de Educación y Ciencia, presidió el Senado y ahora ocupa la Presidencia de la Comunidad Autónoma desde hace ocho años.
B, de Botella. Ana María Botella Serrano, que, tras unos años como concejala y Segunda Teniente de Alcalde y otros asesorando al Presidente Aznar (su marido), accedió a la alcaldía de la Capital en sustitución del alcalde Gallardón, nombrado Ministro de Justicia.
Y C, de Cifuentes. Cristina Cifuentes Cuencas, nombrada Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid en enero de este año.
Casi al final de la comida y ya a los postres, mi compañera de mesa recordó a algunas otras mujeres que mandan en Madrid, que están tan capacitadas como los hombres para atender compromisos importantes y que ocupan los puestos de Jefa de Comisaría (Elena Palacios) o Jefa de Bomberos de la Comunidad de Madrid (Pilar Hernán).
Podía ser hora de sacar conclusiones. Pero no parecía oportuno, porque no había conclusión alguna que sacar. Y es que nos pareció que lo importante no es que las mujeres que se ocupan de la política, sean socialistas o populares, que tanto dan unas u otras, sean mejores o peores que los hombres, porque no lo son.
Lo importante es que las mujeres de nuestro tiempo, afortunadamente para todos y en beneficio de todos, se ocupan de las res publica, y que las distinciones de sexo, si a alguien se le ocurren, únicamente merecen citarse por hechos «pintorescos» (Las ministras socialista de cuota), ó por simples coincidencias ocasionales (Las chicas del ABC).