El que durante 20 años liderara completamente el Partido Comunista de España publica una tribuna de opinión en el diario El País el día 20 de febrero de 2012 para unirse en la campaña de la izquierda mediática en defensa del juez Baltasar Garzón, condenado por prevaricación por ordenar que se espiaran conversaciones de abogados.
El artículo de Carrillo, titulado «¿Volvemos a los tiempos del miedo?«, asegura, entre otras cosas, que Garzón ha sido víctima de una persecución, así como que se pretende impedir que la izquierda critique al Tribunal Supremo, a peser de que esto último se ha hecho reiteradamente, incluso con manifestaciones ante la sede del citado órgano judicial:
En el caso del juez Garzón, se ha hecho un montaje sumamente aparatoso, tres juicios seguidos con cargos de lo más diverso, dando la impresión de que si no se le hundía en el primero lo sería en el segundo o en el tercero, no había escapatoria.
Consumado lo que tiene todas las apariencias de un error judicial, de una especie de caso Dreyfus a la española, comienza a levantarse una campaña en la que participan autoridades políticas y judiciales que pretenden cerrar la boca ahora a los que exponen dudas o críticas a esa sentencia.
Se dice que estamos arruinando el crédito y la autoridad de uno de los poderes del Estado y que esto es un ataque a la Democracia como si se tratase de hacernos callar, de intimidarnos.
Santiago Carrillo es de las figuras que goza con más prestigio de la clase política española, comparable con Adolfo Suárez, Manuel Fraga y Felipe González, los cuatro hombres de la Transición española.
Carrillo, que vivió en primera fila la Guerra Civil española, logró convencer a las filas comunistas en los años setenta de que debían apostar por la reconciliación con los antiguos franquistas, como Suárez o Fraga. Lo que en aquel momento le valió la enemistad de los duros del PCE (Líster, Eduardo García) entonces coordinados con la Unión Soviética, que le acusaban de desviacionista.
En 1985 fue expulsado del PCE acusado por el sector mayoritario (Gerardo Iglesias, Julio Anguita y Francisco Frutos) de haber pretendido mantener un liderazgo de ordeno y mando. Tras fracasar liderando un nuevo partido, tras la caída del muro de Berlín se retiró de la política en posiciones próximas al PSOE.
En el artículo en defensa en El País también carga contra la nueva reforma laboral
El Gobierno lanza una nueva reforma laboral que solo va a aumentar las rentas del capital para satisfacción de los bancos y a debilitar el poder sindical. Se engaña deliberadamente a los ciudadanos cuando se dice que a la larga eso creará empleo.
Cualquier persona sensata sabe que una mayor rebaja de los sueldos reduce la demanda y eso provoca más paro. Pero se trata de crear la idea de que esto es una fatalidad contra la que a los ciudadanos no les queda más remedio que resignarse, lo que genera más miedo entre los que se sienten débiles.
CARRILLO Y LAS SOMBRAS DE LA GUERRA
A pesar de que Santiago Carrillo es una figura cuyo recuerdo aún causa rechazo en el PCE y en los sectores más izquierdistas, el anciano ex político también mantiene aún la animadversión de grandes sectores de la derecha, que personifica en él todos los crímenes del bando de la izquierda durante la Guerra Civil española. (Por ello fue tan histórico el abrazo de Fraga a Carrillo en el club siglo XXI durante la Transición)
Resulta especialmente notable que sea él quien salga en defensa de Garzón, dado que una de las causas contra Garzón (la de ‘Manos Limpias’) se inició por la negativa del juez a juzgar los crímenes del bando de la izquierda en la contienda, mientras defendía su derecho a juzgar los del bando de la derecha.
En los primeros años de la guerra el joven Carrillo era Consejero del Orden Público de la Junta de defensa del ‘Madrid rojo’, por las fechas en las que producían fuertes matanzas, especialmente contra sacerdotes. Por ello impacta que en su artículo de El País, el político lance algún dardo dialéctico a la Iglesia:
Sobre ese estado de ánimo, el Gobierno piensa que será más fácil imponer medidas como las que la Iglesia dicte, las reglas de moral del Estado, aunque eso anule derechos humanos importantes.
Un artículo que no dejará indiferente a los detractores del político.