Las pocas horas de diferencia entre una muerte y otra muestran algo más que simples coincidencias
Era una de la sgrandes del reporterismo, una periodista que pasaba ya de los 55 años, había quedado tuerta en combate y escribía como los ángeles.
En su último reportaje, enviado pocas horas antes de morir desde la ciudad rebelde de Homs, Marie Colvin, periodista estadunidense radicada en Londres desde hace más de tres década, describía la muerte en Homs de un niño herido por la explosión de un obús:
«Hoy he visto morir a un bebé. Absolutamente terrible», contó Marie Colvin, por teléfono a la televisión BBC.
La norteamericana inició su carrera en 1984 en París como jefa de la agencia de prensa United Press International, antes de sumarse al Sunday Times como corresponsal en Oriente Medio en 1986.
Hoy, los homenajes a su valentía son unánimes. «Durante su carrera, asumió riesgos para conseguir sus objetivos, incluso al precio de una grave herida en Sri Lanka», donde perdió un ojo en un ataque con granadas en 2001, destacó el redactor jefe del Sunday Times, John Witherow, quien expresó su «enorme conmoción» por la desaparición de la periodista.
«Ella creía que cubrir un conflicto podía reducir los excesos de los regímenes brutales, al atraer la atención de la comunidad internacional».
«Nada parecía disuadirla. Era más que una corresponsal de guerra. Era una mujer con una enorme alegría vital, llena de humor, rodeada de amigos que siempre temieron las consecuencias de su valentía».
Para Rupert Murdoch, propietario del Sunday Times, Marie Colvin «arriesgó varias veces su vida porque estaba decidida a mostrar la maldad de los tiranos y el sufrimiento de las víctimas».
«Su herida en el ojo no le impidió viajar a misiones aún más peligrosas».
En la St Bride’s de Londres, llamada la iglesia de los periodistas, ya había hoy fotos y un mensaje de homenaje a Marie Colvin y Rémi Ochlik.
Habían sido colocados junto a la fotografía de otro periodista que murió ejerciendo su labor, Daniel Pearl, del Wall Street Journal, fallecido en Pakistán en 2002.
En noviembre de 2010, Marie Colvin había tomado la palabra en St Bride’s para explicar que era perfectamente consciente de los riesgos que asumía.
«Nuestra misión es informar sobre los horrores de la guerra con exactitud y sin prejuicios».
«Siempre debemos interrogarnos si el reportaje merece asumir tanto riesgo. ¿Qué es valentía y qué es bravuconería?».
«Nunca ha sido tan peligroso ser corresponsal de guerra, porque el periodista en zonas de combate se ha convertido en un blanco principal».
UN JOVEN Y VALIENTE FRANCÉS
Este miércoles 22 de febrero de 2012, en el barrio de Baba Amro (Homs, Siria) y como consecuencia de los bombardeos efectuados por el ejército sirio, también cayó el el fotógrafo francés Remi Ochlik.
Con apenas 26 años, era ya un ‘veterano’ de la corresponsalía de guerra sobre todo en países de Oriente Próximo.
Un testigo ha declarado por teléfono que unos proyectiles impactaron contra la casa en la que se encontraban los periodistas y, mientras huían, fueron alcanzados por un cohete.
CUIDAD PELIGROSA PARA INFORMADORES
No son los primeros corresponsales o ciudadanos ‘armados’ con cámaras de video que mueren en Homs.
El enero de 2012, el periodista de la televisión francesa Gilles Jacquier perdió la vida cuando visitaba la ciudad en uno de los viajes organizados por el gobierno. En diciembre de 2011 fue el turno de otro periodista ciudadano, Basil al Sayeed, primo de Rami al Sayeed, un video-periodista ciudadano que fallecería meses después, en los bombardeos del martes 21 de febrero de 2012.
Pero las pocas horas de diferencia entre una muerte y otra muestran algo más que una de esas coincidencias a las que somos tan afectos los medios de comunicación al buscar historias que publicar. Nadie mejor que ellos dos para explicarlo:
«El bombardeo, solo este martes, comenzó a las 06:30. Yo conté hasta 14 proyectiles cayendo sobre áreas civiles en 30 segundos. Hay una pequeña clínica, si es que se la puede llamar clínica, con decenas de personas llegando sin parar. Nadie aquí puede entender cómo la comunidad internacional puede dejar que esto ocurra. Hay 28.000 personas que no pueden salir de Baba Amr, de Homs. Están sitiados, están aquí porque no pueden salir», informó Colvin a la BBC.
«En pocas horas no habrá un lugar llamado Baba Amr», escribió a sus amigos Al Sayeed.