Una viñeta de Público.es del pasado sábado 25 de febrero de 2012 -el día del cierre de la edición en papel- se afanaba en asegurar que los ‘asesinos’ de su edición impresa eran la banca, la patronal, la Iglesia y la derecha. Público moría con las botas puestas.
Lo más correcto, sin perder nunca de vista la crisis publicitaria que tan duro ha pegado en el entorno mediático, es hablar de que han sido varios los motivos, en plural, los que han provocado el final de la edición impresa del rotativo surgido en septiembre de 2007.
1. Los caprichos salen caros:
El diario Público, según reconocen en privado fuentes cercanas a Jaume Roures, fue un capricho de, única y exclusivamente, el empresario catalán, en su afán por tener mayor presencia en Madrid. Muchos críticos con el PSOE siempre tacharon al diario de información general de Mediapubli como un antojo de José Luis Rodríguez Zapatero. Falso. Lo que le interesó controlar al ex presidente del Gobierno fue el espectro televisivo, no la prensa de papel. Tal y como ha reconocido el productor:
Público fue un proyecto personal, nunca ha sido un periódico de Mediapro.
Por tanto, corresponde a Roures la responsabilidad de apostar por un soporte ya caduco cuyas cuentas de resultados demostraron, ejercicio tras ejercicio, la inviabilidad del proyecto.
2. Una estructura demasiado costosa:
En Público no era ningún secreto los altos sueldos que se pagaban a sus directivos en un contexto de crisis económica. Tal y como se puede ver en El blog salmón, la media salarial de la Dirección era de 132.000 euros, lo que multiplicado por los nueve directivos que había en nomina daba un gasto anual en este aspecto de 1.190.000 euros [ver captura adjunta].
Además, las compras a otras empresas y consumos, según la anterior información, alcanzaban la friolera de 36.881.669 euros. Demasiado gastos que no eran compensados con los ingresos.
3. El fracaso del marxismo ‘rococó’:
Los responsables de Público han tenido que aceptar, desde el nacimiento del periódico, que más a la izquierda del diario El País, no hay nada – o casi nada-. Los 24.000 ejemplares de ventas en quiosco sólo significan una base fiel a sus postulados demasiado pequeña.
Esta escasa venta se maquillaba, sobre todo en los años boyantes del zapaterismo, con convenios y acuerdos con diferentes instituciones públicas u organizaciones afines que aumentaban sustancialmente la difusión pero que no reportaban ingresos a las arcas del rotativo. Era, seguramente, el diario generalista de tirada nacional con menos ventas respecto a los datos comparados de su difusión de ejemplares.
Al no levantar las ventas, el diario acabó entrando, pese al despido de varios trabajadores–Público, herido de muerte: inicia un ERE que afectará a 39 trabajadores–, en un concurso voluntario de acreedores. Ante la incontestable verdad de los datos, Jaume Roures consideró que su capricho, en estos casi cinco años de andadura, la mayoría del tiempo coincidiendo con la segunda legislatura de Zapatero, había llegado a su fin.
Público, opinaba el magnate catalán, estaba ya amortizado: «Esto era un proyecto de cinco años», le habían escuchado decir sus íntimos. Sin embargo, varios intermediarios provenientes de los poderes fácticos de la izquierda española, entre los que se encontraban el abogado chileno Gonzalo Boye o emisarios de IU, le convencieron de la necesidad de encontrar inversor para garantizarse que un periódico en España que comulgaba con su ideología continuara existiendo–Roures tenía decidido cerrar ‘Público’ pero IU le convenció de ofrecérselo a Chávez–.
El resultado fue dantesco. A pesar de que Roures y su socio Tatxo Benet habían retirado sus avales personales con los que se aseguraba hasta entonces que los acreedores bancarios garantizasen la pervivencia de Público en el quiosco durante una temporada más -«básicamente, el dinero que habíamos puesto se había acabado», declararía posteriormente a modo de explicación de lo sucedido desde Hollywood-, el empresario acabó luego negociando la entrada del Gobierno venezolano en el capital de Mediapubli tras su entrada en concurso de acreedores a través de una sociedad interpuesta: un medio de comunicación latinoamericano afín a la ideología de ambos–Roures negocia con Chávez para que aporte nueve millones de euros necesarios para la viabilidad de ‘Público’–.
4. La falta de acierto editorial:
Cuando se anunció que Ignacio Escolar se convertía en el hombre elegido para ser el primer director del periódico de Roures, mucha gente opinó, no faltos de razón, que Escolar hubiera sido la persona indicada para hacer una web potente, pero nunca para coger el timón que supone manejar un periódico de papel que tenga influencia. Como muestra, ahí estará la portada dedicada a un videojuego, titulada ‘El best seller del futuro’, en honor al lanzamiento de Grand Theft Auto.
Tiempo después trascendería, por boca, que no obra, y gracia del periodista Carlos Carnicero, que Luis Fernández, por aquel entonces en Televisión Española, había ofrecido al ex periodista de la SER la dirección del emergente diario antes que a Escolar, cosa que finalmente rechazó–Carlos Carnicero: «Yo no sabía que Público era un proyecto de TVE»–. Un extremo que Escolar hijo luego desmintió.
El caso es que la inestabilidad que ha vivido el diario no ha sido lo más aconsejable para un proyecto que echa a andar en las siempres turbulentas aguas del periodismo.
Hasta tres directores se han llegado a contabilizar en estos escasos casi cinco años de existencia: una vez que Escolar cayó en desgracia, llegó Félix Monteira, que se marchó junto a Zapatero a la Secretaría de Estado de Comunicación para dejar al mando a Jesús Maraña, que jamás supo enderezar una nave a la deriva. No lo decimos sólo nosotros, que luego hay suspicacias. Así se expresaba Iñigo Sáenz de Ugarte en su perfil de Twitter tras conocerse el cierre del periódico el 24 de febrero de 2012:
Uno de los problemas básicos de Público desde su fundación fueron las interferencias constantes de Roures.
A los tres directores [Escolar, Monteira, Maraña] hay que unir el abracadabrante fichaje de Ekáizer, que provocó fuertes conflictos con el director y todo el staff.
5. ¿Será el último caso de cierre?
La edición impresa de Público ya es historia y, de momento -no olvidemos que aún debe aclararse la situación actual de Mediapubli, que continúa en concurso de acreedores y ahora mismo debe gestionar las condiciones de salida de la mayoría de afectados- sólo la version online recuerda aquel proyecto que comenzó regular (Rajoy nunca se fue, a pesar de asegurar lo contrario desde sus páginas a modo de exclusiva) y terminó peor.
El esfuerzo -titánico, nos aseguran- de los trabajadores no fue suficiciente y el pasado viernes 24 de febrero de 2012, tras confirmarse la caída, los mismos se plantaron y se dijeron a ellos mismos que hasta aquí habíamos llegado. No hubo número de despedida.
Desde la alfombra roja de Hollywood, Jaume Roures culpaba una vez más a la crisis global y se consolaba repitiéndose que ellos no serían los únicos en caer. Sabe el dueño de Mediapro que el momento que vive la prensa escrita es incierto. No en vano, Pedrojota Ramírez ya las ha visto venir y pidió, frente a diversas personalidades del Gobierno Rajoy, que no les dejen solos. Por lo menos a El Mundo—Pedrojota mendiga subvenciones: «No soy partidario de las ayudas pero no tenemos otra salida»–.