Los socialistas, bajo la experta y sibilina batuta de Rubalcaba, están dispuestos a todo, incluso a mezclar las protesta contra la Reforma Laboral con la memoria de las víctimas del 11-M, para tensar el ambiente y calentar las calles con todo tipo de manifestaciones y altercados, según cuenta La Gaceta en su editorial del 1 de marzo de 2012 –El peor PSOE-.
Después de ocho años en el Gobierno de España, el PSOE ha tardado sólo ocho semanas en lanzarse a la calle para protestar contra las medidas y recortes que el nuevo Gobierno del PP está aplicando para frenar la sangría económica que Zapatero y su Ejecutivo propiciaron y dejaron como herencia.
Miles de estudiantes, convocados por asociaciones socialistas y de izquierda próximas al PSOE, se manifestaron en más de 25 ciudades españolas contra los recortes de los servicios públicos y educativos. Según algunos de los convocantes, entre ellos los responsables de enseñanza de UGT, «se están aplicando políticas restrictivas y ello traerá un deterioro de la calidad y la equidad de este servicio público». Tras largos años viendo cómo el Gobierno socialista conducía a la ruina económica y social a España, los que ahora se dan prisa por salir a la calle a protestar no movieron en aquel entonces un solo dedo para defender la calidad de esa enseñanza que ahora tanto les preocupa y que lleva años siendo pisoteada.
Alfredo Pérez Rubalcaba dijo hace unas semanas, tras entrevistarse con Rajoy en el Palacio de La Moncloa, que el PSOE haría una oposición constructiva. No aclaró lo que él entiende por constructiva, pero por lo visto hasta la fecha su idea está más cerca de crear alborotos callejeros y romper la paz social que en aportar ideas que mejoren la reforma laboral o colaborar con el Gobierno en sacar al país del profundo agujero que, precisamente, Rubalcaba ayudó a cavar durante su larga etapa de vicepresidente con Zapatero. Hasta el portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Alfonso Alonso, ha pedido públicamente moderación y cordura al principal grupo de la oposición: «El PSOE debe volver al Parlamento, porque en la calle dando voces no se solucionan los problemas», dijo.
La izquierda en general y el PSOE en particular, movidos por una especie de rencor de clase y muy dolidos por la aplastante derrota en las urnas, están dispuestos a recurrir a cualquier excusa, por disparatada que esta sea, para golpear el ánimo del Gobierno y de la opinión pública. Con ese funesto objetivo UGT y CC OO, los sindicatos que tanto mimaron a Zapatero y que siguen al servicio del PSOE, han decidido mezclar la memoria del 11-M con la reforma laboral y convocar toda una serie de manifestaciones para el domingo 11 de marzo. Quieren aprovechar el aniversario de la masacre para protestar contra el Gobierno, y de paso, dicen, servirá también para homenajear a las víctimas del mayor atentado de la historia de España. ¿Qué tendrá que ver la reforma laboral con el 11-M?
Nada. Pero da lo mismo. El PSOE se encuentra más cómodo ejerciendo de oposición desleal que gobernando. Lo suyo, más que crear riqueza, es crear broncas callejeras que desgasten al Gobierno de turno. Hubo un tiempo no lejano que esta estrategia poco ética les funcionó: Prestige, «No a la guerra», 11-M… y ahora creen que tomando de nuevo la calle podrán mejorar su imagen, hoy gravemente deteriorada. Los mismos sindicatos han amenazado también con una huelga general para el 29 de marzo.
Pero no hay que olvidar que detrás de esta gran movida de alborotos callejeros se esconde también otra necesidad más acuciante: los resultados electorales de Andalucía. Las elecciones autonómicas se celebrarán el 25 de marzo, 15 días después de que los sindicatos y el PSOE hayan tomado las calles y la memoria de las víctimas del 11-M. El PSOE, según las encuestas, está a punto de perder el poder andaluz que ejerce desde hace más de 30 años. Tensar el ambiente -como ya reconoció el propio Zapatero a Iñaki Gabilondo tras una entrevista televisiva- es una estrategia que los socialistas suelen aplicar siempre que hay elecciones a la vista. Pérez Rubalcaba ya ha demostrado en más de una infausta ocasión que para él el fin justifica los medios, y que todo vale con tal de conquistar o mantener el poder, incluso pisotear la memoria de las víctimas del 11-M.