La caridad tiene una fama atroz en nuestros días. Apesta a derechona. Hiede a raíces cristianas (¡lagarto, lagarto!). Las prestaciones sociales, el Estado del Bienestar, son otra cosa. Son justicia social.
Claro que con la caridad uno sabe bien quién la da, que la da libre y voluntariamente, y el que la recibe sabe que la mejor respuesta es emplearla bien. La prestación social, en cambio, es que el Poder le quita dinero a Paco, se queda con una parte y le da el resto al beneficiario que, al verlo como algo debido, lejos de agradecerlo, le parece siempre poco.
MEJOR A PUNTA DE PISTOLA
Vienen estas rápidas reflexiones a cuento de la primera de El País de ayer, donde me topo con la tercera entrega de su análisis de los nimileuristas, esos jóvenes cuya aparición preparó el Gobierno Zapatero con tanta dedicación y mimo. «Los nuevos pobres no se esconden», reza el titular, y añade el subtítulo: «Muchos jóvenes acuden al auxilio social pero rechazan la caridad y el victimismo». Bueno, si quieren verlo así… Si les parece mejor aceptar «el auxilio social» porque el contribuyente no tiene modo de negarse, que la caridad que se da voluntariamente, la verdad, no le veo el mérito. En cuanto a que «rechazan el victimismo», será que no han leído la definición, porque el otro día me tragué un buen número de testimonios de estos chicos y como víctimas se presentaban casi todos. En fin.
En fin, que Gramsci ha ganado y las palabras significan lo que la progresía quiere que signifiquen. La Prensa de izquierdas lleva décadas en operación de derribo de la misma civilización que le ha dado a luz, pero ellos son los moderados, los razonables, los tolerantes. Nosotros, la caverna. Hasta en la inocente (políticamente) sección de Deportes. Roger Torelló escribe en Mundo Deportivo sobre «El acoso sin derribo de la caverna» y, naturalmente, habla de esta Casa. «Otro de los ejemplos de que en la caverna mediática vale todo con el objetivo de destabilizar al Barça se produjo hace sólo unas semanas. El programa Punto Pelota se olvidó de la ética periodística con el fin de intentar conseguir información acerca de la renovación de Pep Guardiola». Joé, es que somos malvados y enredadores hasta en fútbol.
Otra palabra es paranoia, una enfermedad terrible en psicopatía clínica y un sustantivo elástico como un chicle en retórica política. «11-M: basta ya de paranoia«. El País, normalmente tan mesurado en sus arteras manipulaciones, pierde los nervios ante la sola idea de que se investigue el mayor atentado de nuestra historia. Ya se juzgó. Caso cerrado. No hay cerebro, ni ayudas, ni tramas. Nada que ver aquí: sigan circulando, no me formen grupos.
No entro en el fondo de la cosa, que ni es mi papel ni mi tema. Pero, desde fuera, me deja perplejo ver una reacción tan violenta ante la posibilidad misma de que se investigue. Y es que toda teoría de la conspiración es una «tesis repugnante», como dice Pilar Manjón y recoge el diario de Liberty.
Por el contrario, pensar que las penurias económicas de Grecia no se deben a un evidentísimo exceso de gasto en un país pobre sino a las maquinaciones de arteros agentes del mercado es perfectamente razonable y pasa por opinión respetada en los mejores diarios.
Es como en el segundo editorial del diario de referencia, para el que Sarkozy, en su lucha por retener la Presidencia, está recuperando un mensaje impresentable, «un discurso más propio de movimientos populistas y xenófobos que de un presidente de la República». En cambio, su rival socialista, que reparte disparates sin cuento, bueno, es otra cosa. Casi presidencial, diría yo.
LA INFABILIDAD PRISAICA
Pero donde la izquierda pierde indefectiblemente el oremus, por civilizada y moderadísima que quiera presentarse, es con la Iglesia. Oh, ahí le sale siempre El Frailazo que llevan dentro. «Autoritarismo y delación» es un texto típico, por lo sumamente estúpido incluso para quien, aborreciendo a la Iglesia, quiera mirar las cosas con alguna objetividad y seguir los argumentos con cierta justicia. Se queja el autor o la autora de que el obispo de Palencia, Esteban Escudero, haya advertido, ante el anuncio de una conferencia del teólogo Juan José Tamayo, de que este no es católico en sus ideas: «El obispo de Palencia, Esteban Escudero, parece dominado por ese reflejo totalitario que lleva a ciertos tipos de autoridad a inmiscuirse en asuntos que no son de su incumbencia».
¿Le sorprende que alguien considere que la doctrina católica no sea incumbencia de los obispos católicos? A mí también, pero es que ambos llevamos mucho retraso. Aquí el único que decide -y lo hace a menudo- quién es y quién no es «auténticamente» cristiano es el Grupo Prisa, que para eso lleva décadas tirando de infalibilidad y hablando ex cathedra. ¿Tengo que decir que el libro que promociona Tamayo se titula Otra teología es posible? Pues eso, que se monte otra iglesia y nos deje un poquito en paz.
Lea La Gaceta