Ernesto Jiménez Caballero, catedrático, escritor y embajador, escribió un libro surrealista titulado ‘Yo, inspector de alcantarillas’, en 1928. Juan José Millás se nos ha revelado como inspector de letrinas de barracón en la columna que publica en el diario El País titulada Otra de lengua. Según él, la lengua huele, y no nos referimos a la lengua de vaca frita, sino al idioma. Millás sigue empeñado en embestir el informa de la Real Academia sobre las diferencias entre género y sexo.
«En todo caso, y desde mi modesta perspectiva de usuario y víctima de la lengua, estoy en condiciones de asegurar que durante el franquismo, por ejemplo, la lengua era franquista, franquista y beata, olía a cuartel y a sacristía y a cirio y a letrina de barracón castrense.»
Su ingenio sí que es de barracón castrense. Recuerda a otro filólogo aficionado, el exjesuita Xavier Arzallus, diputado en las Cortes que elaboraron la Constitución, que dijo en 1997 una cosa tan ingeniosa como ésta:
«Os voy a hablar en la lengua de Franco»
Entonces, Miguel García Posada, ya fallecido, escribió lo siguiente en El País:
«Decir que el castellano es Franco es lo mismo que negarle al vasco su entidad de lengua o considerarla lengua no española, lo que, salvo algunos ultramontanos, ya ningún derechista proclama, aunque pueda quizás pensarlo.»
¡Qué manera de empeñarse en quedar en ridículo, Juanjo!
¿No será que Millás, rapsoda de Zapatero cuando éste estaba en la cima de su gloria, está empeñado en convertirse en hombre-de-cuota-que-se-hace-feminista? Todo por el cocido.
Regresemos a la realidad cotidiana. Muchos columnistas se ocupan del terrorista Mohamed Merah, pero vamos a centrarnos en esa parte de España que es Cataluña. Allí empiezan a estar muy preocupados por el crecimiento de la comunidad musulmana; por eso varios tribunos sigan con interés el proceso al imán de Terrassa, el que aconseja pegar a las mujeres ¡y dejarlas sin sexo!
En la columna ‘Los amigos del imán’, Pilar Rahola constata que
«Cataluña se está convirtiendo en el centro de peregrinaje del salafismo europeo. Sin embargo, la práctica totalidad de los discursos de odio se hacen con total impunidad.»
Y Francesc-Marc Álvaro, en ‘El imán ‘moderado’ escribe:
«Una hipótesis inquietante es que alguien haya pensado -quizás- que este tipo era el mal menor porque -con toda seguridad- debe de haber imanes peores, todavía más abiertamente machistas, más reaccionarios y más bárbaros, si eso es posible. En este sentido, este clérigo sería moderado, en comparación con algún colega suyo más fanático y menos dotado para el disimulo.»
Bueno, esta promoción de la inmigración árabe y musulmana la ha hecho la Administración catalana de manera consciente, para tener masa humana a la que sumergir en la lengua catalana, y así poder prescindir de los ecuatorianos y colombianos que hablan español.
Ya lo dijo Artur Mas hace unos años: no le importaría tener una nieta musulmana si hablaba catalán. ¿Cómo se dice «Alá es grande» en catalán?