El PSOE mantiene los mismos votos andaluces que sacó el 20-N y la pregunta se la hacen todos los columnistas y opinadores del planeta hispano: ¿qué tiene que pasar para que los andaluces dejen de votar al PSOE siquiera por un rato? Bueno, todos salvo Iñaki Gabilondo, que aprovecha la ocasión para dar una lección de historia a sus seguidores.
Gabilondo levita en su comentario: constata que José Antonio Griñán ha tenido un triple éxito (atrasar las elecciones andaluzas, mantener la presidencia de la Junta y triunfar sobre Pérez Rubalcaba); cita por primera vez en años a Pedrojota para reprocharle sus descripciones sobre el «estercolero» que es Andalucía; y ajusta cuentas con Jaime Mayor Oreja, al que recuerda su derrota en 2001 en el País Vasco, con los tertulianos de Madrid, con el Gobierno del PP entero y hasta con los Reyes Católicos que reconquistaron Granada.
Santiago González trata de contestar en El Mundo la pregunta del titular:
¿Qué tiene que pasar para que los andaluces -y las andaluzas, claro-, se consideren incompatibles con los escándalos de Mercasevilla, los ERE, el tráfico de influencias, Invercaria, Matsa y la prodigalidad en el reparto de las subvenciones? Es un misterio. Cabe la posibilidad de que haya todavía una masa de votantes que no ha perdido la esperanza de verse beneficiado en esa versión moderna de la multiplicación de los panes y los peces que ha sido el milagro de los ERE
Los aldeanos vascos y navarros del siglo XIX, ¿no fueron a la guerra contra los liberales para mantener el sistema foral que beneficiaba a los aristócratas y les mantenía a ellos en la pobreza? Pues eso.
Federico Jiménez Losantos coloca el dardo de la diana en su columna de El Mundo: mala es la derrota alegre del PSOE en Andalucía, pero peor es el ultimátum que el partido de gobierno en Cataluña, CiU, ha planteado a toda España en su congreso:
Pese a la sorpresa de Andalucía, lo esencial en la política española se ha decidido lejos de Sevilla y Oviedo, Cádiz y Covadonga, Málaga y Gijón. El futuro de España, es decir, su falta de futuro, ha quedado, más que visto para sentencia, sentenciado en el congreso convergente, con Moisés Pujol dándole a Josué Pujol la alternativa para disfrutar de la tierra prometida, que es la independencia total, a costa y a cargo de España.
En Libertad Digital Emilio Campmany parece un catalanista y reserva el insulto más refinado para los andaluces: griegos de España.
España, que es una especie de Unión Europea de la señorita Pepis, ya tiene su Grecia particular en Andalucía. La diferencia es que en Bruselas pueden decidir echar a la suya, desprenderse del lastre y que sean ellos solos quienes se coman los efectos de su desenfadada gestión. Nosotros, en cambio, no podemos hacer tal cosa. Tendremos que aguantarnos con nuestros griegos y ver como nos arrastran un poco más pendiente abajo.
El trastazo se lo ha dado el columnista y tertuliano Federico Quevedo, en El Confidencial, que tituló su columna De Arenas a Cascos, auge y caída de dos viejas glorias del PP:–De Arenas a Cascos, auge y caída de dos ‘viejas glorias’ del PP—
Auge del primero y caída del segundo, obviamente.
La deriva de Cascos es inversamente proporcional a la de Arenas y cabe decir de él que es un político acabado que después de este domingo va a ver como todas sus aspiraciones, todas sus ambiciones, se desvanecen.
Que no somos hinchas de fútbol, Federico, que conviene ser un poco más moderad o siquiera precavido.