Decíamos ayer que nada en política se hace sin dinero, y eso empieza a faltar, que llevamos años -qué digo: décadas- tirando la casa por la ventana y quemando la Visa que pagarán nuestros nietos.
Los Presupuestos del tijeretazo ya están aquí y la izquierda se relame dispuesta a lanzarse a la yugular. Hay razones, que diría el otro. Es lo que Fernando Vallespín llama en El País «La recuperación de la política«. Es uno de los leitmotivs de la izquierda desde la crisis, ese de que la política ha cesado, dejando que los mercados hagan y deshagan a su antojo.
El senador romano Catón se preguntaba cómo dos arúspices o adivinos podían encontrarse por la calle sin que se les escapase la carcajada. Y, de igual modo, lo que no sé es cómo no le entra la risa a nuestra progresía pretendiendo que hemos dejado en algún momento de estar controlados, controladísimos, por la política.
Todo ha sido política en esta crisis, desde la absurda regulación y abaratamiento del precio del dinero que desató la locura en el sector financiero mundial a los rescates multimillonarios a cuenta del contribuyente, pasando por marear la perdiz con una deuda pública que no quiere nadie porque es impagable.
Crear mercados
Pero no. Dice Vallespín: «Lo más reseñable puede que sea esta manifestación programática que refiere el político alemán Sigmar Gabriel: Mientras que la Sra. Merkel dice que está a favor de una democracia acomodada al mercado, nosotros creemos que lo adecuado es justo lo contrario: debemos crear mercados que sean conformes a los dictados de la democracia».
A ver cómo le explica alguien a Gabriel que, como hemos empezado diciendo, la política es el arte del «¡hágase!», y la economía, en cambio, hay que hacerla. Y sin riqueza, ya pueden los políticos desear las medidas más justas y benéficas que no habrá de dónde.
«En el fondo -concluye Vallespín- sigue latiendo la vieja aspiración socialdemócrata de convertirse en la casa común de la izquierda; o, al menos, de quienes no se resignan a aceptar que la política siga al arrastre de los mercados». Pero la política nunca ha «seguido el arrastre de los mercados». Sencillamente, no puede lo imposible, y para gobernar necesita riqueza, y sólo los mercados la crean en cantidad suficiente. Pero llevan demasiado tiempo vendiendo las joyas de la abuela y buena parte del personal va a creer siempre la leyenda del cuerno de la abundancia político. De hecho, la izquierda no sabe ver las cosas de otra manera.
Efectos retóricos
Todo el editorial que El País dedica a los recortes en I+D+i, «Alarma en la ciencia«, parte de esa premisa, que si el Estado no gasta en algo, nadie lo hará.
La retórica es efectista: «En esos momentos de dificultades es cuando se contrasta la talla de los políticos y cuando deben afrontar la tarea de priorizar y decidir, con ambición y visión de largo alcance, qué sectores hay que preservar para garantizar el futuro del país en su conjunto. La discusión de los Presupuestos supone una excelente ocasión para que los partidos políticos busquen en el Parlamento un consenso en un asunto cuyos efectos trascienden visiones políticas partidistas y una o varias legislaturas».
¿Quién podría oponerse a dar dinero a la ciencia, a la investigación? Pero es un doble mito, muy de la progresía. En primer lugar, presume que la ciencia avanza y vive del dinero del Estado, que si el Estado no lo diera nadie tendría interés en investigar, cuando basta echar un vistazo a la historia para ver que casi todos los grandes inventos se lograron gracias a inversores privados.
En segundo lugar, la izquierda cree que existen esos conceptos abstractos -la Ciencia, la Investigación-, que son siempre valiosos y que basta arrojar paletadas de billetes para que la cosa funcione. Pero cuando no existe un incentivo tan obvio e inmediato como la rentabilidad, invertir puede ser equivalente a quemar billetes. Una parte se irá a burocracia de la ciencia, otra a proyectos infructuosos y una tercera, quizá, a investigaciones innecesarias.
Recetas
Es precisamente esta mitología izquierdista, que se lleva dando de tortas con la realidad desde que nació, la que permite decir a Elena Valenciano, la erudita del PSOE, que la «receta de Rajoy» para la crisis «nos lleva al fracaso».
Leo en Diario Progresista que la vicesecretaria general del PSOE, Elena Valenciano, advirtió el domingo de que «la receta de Rajoy» para salir de la crisis económica «nos lleva al fracaso», ya que «no sólo es dolorosa» sino que es «desastrosa, injusta, ineficaz y sin alma». No sé a ustedes, pero a mí me parece como si estuviera describiendo, con los adjetivos exactos, el periodo de Zapatero.
Lea La Gaceta