Es una pena que los españoles al norte de Despeñaperros se perdieran las palabras y los gestos de Felipe González en su denuncia de la caverna mediática que, según su enloquecido parecer, encabezan ciertos periódicos en la crítica contra los socialistas sureños. Nunca he visto mayor odio ni gestualidad tan arrabalera en las palabras de este anciano que parece haber perdido los límites de la moderación y el raciocinio. Gritaba ensoberbecido.
La salivilla del ardor le resbalaba por el extremo de la comisura de los labios. Le faltaba atril, porque el manoteo y la alharaca de sus brazos imparables desbordaban el enfoque de las cámaras de televisión. Y la mirada, aquellos ojos que destilaban un rencor de siglos, demostraban en la soflama -ya lejos o más allá del debate político y el mitin- cuánta puede ser la capacidad de odiar en un ser atormentado.
La televisión regional, el sectario Canal Sur que ha sido denunciado cuatro veces por la Junta Electoral por manipular la información de la campaña andaluza a favor del PSOE, repitió las imágenes, como si se tratara de un angustioso mantra de última hora y a la desesperada. Apagabas la televisión y te marchabas de casa, ya harto del ataque histérico de González, y al poco rato te encontrabas en el bar donde tomabas una copa con el mismo basilisco y su monserga sobre los medios de comunicación que atacan a los socialistas. Pero la reiteración de Canal Sur no ha sido casual ni gratuita. Los analistas de los resultados en las elecciones andaluzas dicen que la intervención de González ha sido decisiva en el definitivo voto del Sur.
Por encima de mítines y campañas electorales, Felipe González es un hombre atormentado que no acaba de digerir su orfandad del poder. Por mucho que se pretenda sobreactuar en un acto electoral, es imposible imitar una mirada que alberga tanto odio, y el discurso, gritador y fuera de sí, que muestra un resentimiento de tal envergadura. Felipe González creía que sus conmilitones iban a perder en las elecciones andaluzas. Y ante tal catástrofe volvió la vista atrás, y el recuerdo le trajo aquel fantasma de cuando el pueblo español lo puso al cabo de la calle negándole los votos.
Y ahora ha recordado, con sus propias palabras, a Luis María Ansón, ese especialista en pleitesías, que en aquel trago de la pérdida del poder quiso aliviarle el mal rato aludiendo a la caverna mediática que, según el periodista monárquico, lo combatió hasta desalojarlo de Palacio.
Si alguien debiera prohibirse a sí mismo hablar de caverna mediática es Felipe González, que se cargó la cadena Antena 3 Radio a favor de su amigo Polanco, para lograr junto a la SER la mayor cadena de emisoras de España, puesta desde entonces al servicio de González y los suyos, aunque para ello hayan tenido que recurrir a informaciones tendenciosas, lejos de la verdad y de la imparcialidad informativa.
No contento con otros muchos favores a Prisa, también regaló a Polanco un canal de televisión con descarada discriminación frente a otras empresas que lo pretendían. Además, aquel presidente transformado en todopoderoso (Dios lo llamaba Txiqui Benegas) llevó a cabo una sectaria y partidista venta de los periódicos de la cadena del Movimiento, procurando que muchos quedaran al buen recaudo de sus amiguetes y el PSOE.
Por favor, ¿cómo el señor González tiene la osadía de denunciar cavernas mediáticas, cuando él ha sido el mayor manipulador de los medios de comunicación, siempre en beneficio de aquella ostentación del poder que lo ha conducido a la ruina moral más despreciable?
Baste recordar La Bodeguiya, que instaló en el Palacio de La Moncloa con ayuda de su entrañable amigo Víctor Pradera, un maestro en el manejo de la información y el arte de titularla para beneficio de la izquierda, incluso cuando esta ideología alcanzó grandes cotas de desprestigio en Europa y España. La Bodeguiya fue campo de entrenamiento del periodismo más obsceno, donde se montaron campañas de lanzamiento o de desprestigio, según conviniera a los distintos Gobiernos del señor González.
En fin, que si a alguien puede llamarse hacedor de cavernas múltiples y de toda condición, ese alguien es este antiguo mocito hoy en declive.
*Antonio Guerra es ex director de ‘El socialista’, doctor en Cirugía y Medicina y catedrático de instituto. Siga leyendo en La Gaceta.