Hay gente que cree ser de derechas cuando, en realidad, permanece sólidamente anclada en un mundo de izquierdas.
No se lo reprocho: la izquierda es la verdad oficial, ¿no lo han notado? Por eso no hay conservadores o, si lo prefieren, están condenados de antemano. España ha optado por un partido que se llama -bueno, lo llaman- de derechas, pero que no se atreve a serlo. Sigue presumiendo de ser progresista, sin entender que, en ese juego, la gente preferirá siempre el original a la copia, como pudo verse en Andalucía.
«Hagamos una ley». Ese es el grito de guerra de la izquierda -en sentido amplio: incluye mucha, pero mucha derecha-, y quien dice una ley dice una comisión. La prueba de la bondad de un Gobierno está en que toma medidas, en que hace leyes proscribiendo el mal. Es indiferente que la ley no funcione, que cree más problemas de los que supuestamente resuelve, que resulte prohibitivamente cara. Para la izquierda, como para los novios cutres en San Valentín, la intención es lo que cuenta.
MÁS CAMPAÑAS, QUE SON TONTOS
Y es que me entero por esa tabla suelta derivada del naufragio de Público, el fanzine digital Público.es, de que «El CGPJ pide mantener las campañas contra la violencia de género«. ¿Recuerdan lo que decíamos ayer de la comunicación? Pues eso. Con España en ruinas y los lobos de la intervención aullando a la puerta, tenemos que lamentar que el ministerio del que se trate (tengo tendencia a olvidar los veleidosos nombres de la progresía) no dé a la agencia publicitaria amiga una pasta gansa para decirnos a los españoles que no caneemos a la parienta. Porque, en un régimen en el que oficialmente quien manda es el pueblo -también conocido como la gente, el personal o usted y yo-, papá Estado tiene que leernos la cartilla en cada esquina de cada ciudad o de otra manera nos volveríamos bestias del hogar.
El concepto en sí es tan profundamente insultante, tan ofensivo que sólo un pueblo sin dignidad puede alzarse de hombros ante semejante desfachatez. Curiosamente, la entradilla del artículo asegura que las denuncias por maltrato «se mantienen estables en 2011, según el último informe del Observatorio Contra la Violencia de Género». Es decir, que no parece que ni la ley ni las dichosas campañas hayan sido excepcionalmente efectivas. Eso sí: se han cargado la presunción de inocencia y el principio de igualdad ante la ley, algo es algo.
CONFESIONES DE UN PAYASO
Leo Bassi, ese payaso sin gracia cuya única obsesión es ridiculizar la fe de la mayoría de los españoles, lloriquea como suelen estos intelectuales progresistas (si Juan Echanove es un intelectual, ¿quién no lo es?). Cuenta Público.es: «Leo Bassi acusa de fascistas a quienes censuran sus espectáculos«. Fascista: gran bostezo. Fascista se está convirtiendo en la palabra más inofensiva y anodina del español. Fascista esto, fascista aquello.
SIGAMOS…
No hay ni que decir que este tipo tiene escasa demanda, y que cuando habla de censura no se refiere a la vieja práctica de prohibir un mensaje, sino a hacer pucheros porque los ayuntamientos no dedican el dinero de los ciudadanos a financiar sus payasadas. Porque, al parecer, hay una obligación no escrita de pagar para que un anciano obseso insulte los sentimientos de la mayoría, curiosidades de la democracia…
«Sermoneando» es la columna, de oportuno titular, de Elvira Lindo sobre el affaire Reig, que aún colea en este país donde no pasa nada. «En la polémica en torno a las palabras del obispo de Alcalá en contra de la homosexualidad y del aborto no he visto que en ningún momento haya quien se plantee que el verdadero disparate de este asunto es que se emita una misa por un canal público que pagan católicos y fieles de otras religiones, ateos, agnósticos, gais, lesbianas, transexuales, heteros, mujeres a favor de la ley de plazos, mujeres a favor de los tres supuestos y siga usted añadiendo las incontables variables de la ciudadanía».
Por qué es un disparate que en la televisión pública de un país que se declara mayoritariamente católico se retransmita en Semana Santa una misa es algo que no elabora suficientemente Lindo. Quizá la columnista no ve la tele hace tiempo, lo que no puedo menos que elogiar, pero si lo hiciera quizá advertiría enormes cantidades de contenidos ideológicos que los católicos preferiríamos no pagar y pagamos. El problema es el que decíamos al principio, que la izquierda piensa de buena fe que lo suyo es la verdad y todo lo demás, ideología. Los españoles llevamos años sometidos a un menú fijo de progresía en vena 24/7 y las quejas son mínimas, tímidas y escasas. Ese es el sermoneo constante como el zumbido de una mosca especialmente insistente que si no nos indigna es porque se ha convertido en la banda sonora de nuestras vidas.
No sé cuánto aguantarán ustedes; yo estoy hasta aquí del universo de unicornios de colores de la izquierda.
Lea La Gaceta